Entre los hilos de la memoria

La francesa Pascale Breton presenta en la Sección Oficial su segundo largometraje, 'Suite Armoricaine', una historia autobiográfica que aspira a captar la forma en que "el tiempo vuela".

Entre los hilos de la memoria
Entre los hilos de la memoria
Francisco Camero Sevilla

10 de noviembre 2015 - 05:00

Hace unos años, mucho tiempo después de su última visita, la directora y guionista Pascale Breton volvió a la universidad donde en su juventud estudió Literatura y Geografía, en la ciudad de Rennes, capital de la Bretaña francesa, y durante su paseo por el campus experimentó uno de esas violentas sacudidas de la memoria apellidadas como el escritor grandioso: unos árboles que ella recordaba, pero no tan enormes, fueron su particular ración de magdalena proustiana. "Sentí con una granfuerza, mientras los miraba, que el tiempo había volado", explicó ayer la cineasta francesa sobre el origen abiertamente autobiográfico de Suite Armoricaine, la película que presentó ayer en la Sección Oficial y con la que ganó el premio de la crítica en la última edición del Festival de Locarno.

Con el filme -cuyo título hace referencia al conocido tipo de composición musical y a la palabra (Armórica) que en tiempos remotos se usaba para referirse a la zona del noroeste francés que comprende la actual Bretaña, una parte del Loira y toda la costa de Normandía- Breton, directora de brevísima pero enjundiosa carrera (compuesta por una serie de cortos y un único largometraje, Iluminación, además de este último), quiso reflexionar sobre "cuál es el lugar de la memoria en el cine, si ésta sólo se puede mostrar a través del recurso de un flashback o si hay otra manera de tratarla que a mí me interesaba más"; además de reflejar la idea o la necesidad de "una arcadia", pues el hermoso paisaje bretón que registra su película da fe de su convicción de que, a pesar de tratarse de "algo que está siendo negado por la forma de vida en estos tiempos, es fundamental guardar un vínculo con nuestro lugar de origen".

A ese mismo, al suyo, a la universidad de sus días de juventud, regresa la profesora de Arte que protagoniza la película junto a un joven alumno de esa misma universidad, hijo de una mujer que él dice que está muerta y cuyas andanzas suponen en cierto modo un puente hacia el mismo tipo de pasado de free parties de airado post-punk y sueños irrealizables de libertad absoluta que la profesora también vivió en su momento. Para los dos, para la veterana profesora y para el joven atribulado por sus raíces poco firmes y angustiosas, los ecos del pasado, la arrolladora y desconcertante lógica de la memoria, se irán poco a poco haciendo presentes, en toda la extensión del término.

"Pertenezco a una generacion en la que mucha gente murió pronto. De sida, de sobredosis, de suicidio... Yo no conozco a nadie directamente, pero sí conozco a gente que conoce a gente que ha acabado viviendo en la calle, y muchos de esos casos empezaron con un rechazo al orden social. Moon [la madre supuestamente fallecida del chico] fue una muchacha punk y quiso vivir lo más rápido posible, demasiado, se empeñó en llegar hasta el final de sus ideas, de su concepción de anarquía...", explica la directora sobre los aspectos de retrato generacional del filme. "Quise liberar al espectador de toda forma de estandarización, por la sencilla razón de que todo el mundo es importante. Cada persona que aparece en la película, y hay muchas, lo es. Para mí era esencial ese sentido de... igualdad", afirma la directora, que se rebela contra la condescendencia con la que suelen abordarse determinadas encrucijadas vitales.

Con su extenso metraje y sus muchísimos meandros -para Breton una película es "una escultura de imágenes y sonidos que puede verse de un modo distinto cada vez"-, Suite Armoricaine tiene un evidente poso literario. "He pasado muchas, muchas, muchas horas de mi vida leyendo libros, demasiadas, en especial de Proust, y sobre todo En busca del tiempo perdido. Es como si sus libros formaran parte de mi propio ser", dice la cineasta, que identifica otros influjos importantes para esta película. "Joyce, por ejemplo. Trabajó mucho algo que también trata de hacer el filme, que es captar el instante. O la emoción: ¿sentimos las cosas en el mismo instante en que suceden o eso llega realmente después? De eso trata también la película. Tarkovski es otra figura importante para esta obra, por su manera de contar una historia no cronológica sino poéticamente... Aunque por encima de todo yo traté de contar mi propia experiencia. Y eran muchas cosas, tantas, que ahora me resulta hasta confuso hablar de ello... ¡Ojalá hubiera podido durar ocho horas!".

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