Sobre filmar las ideas de límite y resistencia
Un café con... | Festival de Sevilla
Marta Popivoda, Álvaro F. Pulpeiro, Julian Radlmaier, Max Eriksson e Ismaël comentan las claves de los filmes que presentan en Sevilla, muy diferentes entre sí pero unidos por su rotunda apuesta por la innovación formal
Sevilla/La sexta jornada del festival volvió a ofrecer el miércoles una sobremesa en la que la crítica y el público gozaron de un tiempo de reflexión para compartir ideas e impresiones en torno al nuevo cine europeo. Cinco directores pasaron por el espacio patrocinado por Diario de Sevilla para hablar de sus producciones. Todas ellas, señaló la programadora Elena Duque, "apuestas firmes de esta edición desde sus primeros momentos".
En primer lugar, subieron al escenario la yugoslava Marta Popivoda (Paisajes de resistencia) y el gallego Álvaro F. Pulpeiro (Un cielo tan turbio). La primera película es un documental sobre la vida de Sonja Vujanovic, militante comunista que sobrevivió a dos campos de concentración. La directora se sirve de la peripecia del personaje para poner la linterna sobre nuestra historia reciente en relación con la escalada del fascismo. La segunda, que tiene como escenario Venezuela, toma como punto de partida Nostromo, el clásico de Conrad, para adaptarlo a la realidad de un estado al borde del colapso. El objetivo es retratar los paisajes fronterizos del país y a las gentes que los habitan: migrantes, huérfanos, peregrinos, piratas.
Ambas historias comparten su espíritu de resistencia, así como el estado de alerta que, comentó Duque, "todos tenemos que mantener ante los fascismos". Pero, además, abundan en la idea los territorios fronterizos. Según Pulpeiro, las fronteras venezolanas ofrecen "una realidad múltiple que pasa de lo poroso a lo impenetrable, de lo militar al contrabando..,". Popivoda, que se desplazó lugares por los que transitó su protagonista, descubrió en este viaje otro tipo de alambrada, "las que despliegan los sistemas que quieren crear sociedades limpias acabando a su paso con todo lo que se salga de sus parámetros".
El segundo café estuvo protagonizado por Julian Radlmaier (Bloodsuckers), Max Eriksson (The Scars of Ali Boulala) e Ismaël (Black Medusa). Tres filmes diferentes en sus temáticas pero que comparten una rotunda apuesta por la innovación formal.
Radlmaier estrena una comedia marxista de vampiros con ecos de Monty Python, Kaurismaki y Wes Anderson. "Leí a Marx cuando era estudiante y me llamó la atención que empleara metáforas vampíricas", comentó el director. La suya es una película que se vale de la comedia para demostrar que estas menciones del filósofo eran "algo más que figuras retóricas".
De vuelta a la cuestión de los límites, el autor de Black Medusa quiso, en cambio, rodar una película de género que sorteara los límites de la producción contemporánea. "Escribimos el guión en un par de semanas, filmamos en 12 días… La forma en la que trabajamos queda capturada en el resultado, en sus contradicciones, en su velocidad y cicatrices", comentó sobre esta trama entre el noir y el giallo protagonizada por una femme fatale.
Precisamente de velocidades habla Max Eriksson en The Scars of Ali Boulala, documental que rastrea la vida de la leyenda del skate de los 90 y el episodio en el que un accidente con drogas de por medio la cambió para siempre. "Teníamos mucho material porque los skaters se graban constantemente, pero era un contenido urgente que tuvimos que transformar al lenguaje fílmico. Eso sí, manteniendo la inmediatez, la cámara al hombro... Sobre todo, nos interesó el ambiente de camaradería que se crea en esta subcultura", explicó el director ante la presencia del propio Ali, que admitió que jamás pensó que su vida pudiera despertar el interés de un cineasta.
Ambos cafés profundizaron en cinco películas que, al cabo, galopan sobre las ideas de resistencia y límites y que son una muestra más de sana biodiversidad y de la valentía del cine europeo de hoy.
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