Viejas olas para millennials fluidos

Con la cinefilia elemental a flor de piel, el debutante Jethro Massey le coge prestado a Rohmer, Godard, Rivette o Linklater para una particular revisión bastante superficial de los modos y asuntos de la nouvelle vague en las maneras de una comedia romántica excéntrica protagonizada por y para millennials.

Guapifeos desaliñados de vida disipada, pose arty y fetichismo mitómano y mortuorio (de Marylin a Hitler), el americano Paul y la francesa Paulette se encuentran por azar para recorrer juntos los escenarios del crimen (de la decapitación de Maria Antonietta en 1793 o los fusilamientos de la Comuna de 1871 a los atentados terroristas de 2015) en un París para amantes fluidos. Las canciones de Marc Tassell los acompañan mientras visitan lugares icónicos, apartamentos con morbo o rincones desconocidos del pasado histórico de la ciudad como preámbulo a un enamoramiento tan tópico como descompensado y un viaje a la casa familiar en Austria que los une también on the road por si faltaban más recordatorios del sustrato cinéfilo.

De regreso, Paul y Paulette se va decantando hacia un impostado desencanto y la revelación de los traumas, daddy issues e inseguridades que atenazan a nuestros protagonistas e interfieren en su romance por razones más que obvias. Massey aspira a sostener la chispa entre la pareja con escaso éxito, estirando el humor negro más de la cuenta y dando por sentado que Marie Benati y Jérémie Galiana tienen el suficiente carisma o la química necesaria para salir airosos del viaje de ida y vuelta.