El cineasta y la cultura

NationalGallery. Documental, RU-EEUU, 2014, 180 min. Dirección: Frederick Wiseman.

Los tiempos cambian y a la fuerza el cine con ellos. Frederick Wiseman ya no puede ser como antes, y los cinéfilos a los que asombraran películas como TiticutFollies, JuvenileCourt, Welfare, etc., suelen salir poco convencidos de sus últimos trabajos. Más allá de que los años no pasan en balde -Wiseman ya cruzó la línea de los ochenta-, el cineasta y su equipo han debido adaptarse a una realidad incontestable: ya raramente existe una voz en oposición a la de las instituciones, un discurso claro y directo del desposeído o del indignado frente a los detentadores del poder. Mejor dicho: esas voces se han vuelto demasiado sospechosas; también: en la actualidad al humillado y ofendido lo paralizan los demonios de la paranoia y la falta de pensamiento propio. Así, todo en el último Wiseman tiene que ver con una estética del silencio -que supone también una resistencia-, un esfuerzo de puesta en escena que aliado con la densidad temporal que la acoge alcanza la condición de ersatz de aquellos fogonazos de cine directo que tanto nos marcaron. Y este recambio no logra paliar la sensación de pérdida.

En NationalGallery, entonces, los discursos encuentran su respuesta en los planos y el montaje. El juego es más sutil si se quiere, pero también menos impactante; además, como es evidente, se corre el riesgo, para los menos avisados, de que la palabra experta y didáctica se asuma como la del documentalista (este equívoco, no exento de gracia y en nombre de la Cultura con mayúsculas, le permite a Wiseman vender su cine sin tener que recordarle a nadie su trayectoria), cuando él se encuentra aquí del lado de la mirada de las propias obras de arte, de lo que saca a traslucir el rayo-X del restaurador -lo que hay debajo, lo que amenaza la superficie y el pensamiento oficial-, de la distancia que media entre el técnico y el operario aunque compartan la misma toma.