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Queremos tanto a Agnès

Homenaje · Agnès Varda

La veterana cineasta, una de las voces más singulares del cine moderno europeo, es objeto de un ciclo y una exposición.

Queremos tanto a Agnès
Manuel J. Lombardo

02 de noviembre 2012 - 11:26

Uno no puede escribir sobre Agnès Varda (Bruselas, 1928) sin reconocer de antemano una enorme debilidad por su persona, casi mayor incluso de la que le tiene a sus películas, descubiertas tarde y de manera desordenada, como no puede ser de otra forma. Varda representa la abuela ideal, la mujer libre y adorable, la maestra discreta y poco autoritaria que ha atravesado décadas, modas y generaciones siempre a lo suyo, incansable en su dedicación al trabajo, cada vez más aresanal y casero, debutando antes incluso de la nouvelle vague que la acogió como su representante femenina, reinventándose y buscando nuevas formas después de la revolución digital, en esta nueva era del cine expandido en museos y centros de arte contemporáneo, para erigirse en una voz única sobre este presente y sus circunstancias siempre lejos del discurso oficial o institucional, manido o políticamente correcto, siempre fiel a una forma muy particular de observar y representar el mundo que pasa por la afirmación y el reconocimiento de su propia mirada y su propia escritura en primera persona como gesto innegociable.

Viajera empedernida y recolectora incansable de imágenes, souvenirs e ideas reveladoras y esenciales, la Varda ha atravesado la modernidad del cine con su cámara (fotográfica o cinematográfica, analógica o digital) siempre a mano, participando del activismo político, de la lucha por los derechos civiles y las utopías libertarias cuando tocaba, acercándose a donde nadie lo hacía con respeto, curiosidad, ojos y oídos bien abiertos, como su fiel amigo Chris Marker, retratando un mundo en constante agitación y transformación sin dejar de reflexionar al mismo tiempo sobre el propio acto de filmar y fotografiar, también sobre lo que significa ser mujer en un mundo dominado y configurado por la mirada del hombre, sobre cómo restituir desde la imagen y sus relaciones con otras imágenes ese resquicio de dignidad y humanidad que aún queda en el mundo y del que el arte y los artistas aún son sus últimos garantes de supervivencia.

El merecido y cuidado ciclo que le dedica el SEFF2012, organizada en colaboración con Canal Arte, La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el Institut Française, hace gozosa justicia a una trayectoria y a una mujer admirables, recogiendo algunos de sus trabajos de ficción más conocidos (La pointe courte, Cléo de 5 à 7, Una canta, la otra no, Lions love,Sin techo ni ley, Kung-Fu Master! o los dos filmes que evocaron su relación de tantos años de matrimonio con Jacques Demy y su cine, Les Demoiselles ont eu 25 ans, Jacquot de Nantes), junto con sus documentales (Daguerrotypes, Los espigadores y la espigadora, Las playas de Agnès) o cortometrajes de carácter ensayístico (Uncle Yanco, Salut les cubains, Les dites Cariatides, Plaisir d'amour en Iran, Réponse de femmes, L'Opéra-Mouffe), teselas de un gran mosaico vivo y en movimiento cuya forma y dibujo final aún están inconclusos, a la espera de que, tal vez, de su presencia en Sevilla pueda surgir alguna imagen, algún personaje, algún gato o algún relato más que pase a formar parte de su infinito catálogo de insólitos compañeros de viaje.

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