"El cine se está muriendo por la presión televisiva y de internet"

Festival de Cine de Sevilla

László Nemes, autor de la oscarizada 'El hijo de Saúl', viaja a la Hungría inmediatamente anterior al estallido de la Primera Guerra Mundial en 'Atardecer', película que opta al palmarés sevillano

Laszlo Nemes (Budapest, 1977) en la terraza del Hotel Hesperia.
Laszlo Nemes (Budapest, 1977) en la terraza del Hotel Hesperia. / José Ángel García
Charo Ramos

16 de noviembre 2018 - 22:04

Sevilla/László Nemes, la gran esperanza del cine europeo tras su arrollador debut en 2015 con El hijo de Saúl, donde ofrecía una mirada subjetiva al Holocausto judío desde el interior de los crematorios, compite ahora en la sección oficial del Festival de Sevilla con su nuevo largometraje, Atardecer. Ambientado en la Budapest de 1913, en las semanas previas al inicio de la Primera Guerra Mundial, este drama de época ofrece al espectador una experiencia sensorial no exenta de una gran carga política.

Nemes, que ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes y el Oscar a la mejor película de habla no inglesa por El hijo de Saúl, donde mantuvo la cámara muy pegada al protagonista -el poeta Géza Röhrig, al que conoció cuando estudiaba un máster de cine en Nueva York-, ofrece de nuevo una lección de estilo mientras sigue muy de cerca a una hermosa mujer que intenta reconstruir su laberinto personal y recuperar la empresa familiar de sombreros. La encarna Juli Jakab, que interpretó a una prisionera judía en su anterior filme.

En Atardecer, que se estrenará comercialmente en España el 11 de enero y por la que opta de nuevo al Oscar a la mejor película extranjera representando a su país natal, Nemes nos envuelve en la atmósfera esteticista y emponzoñada "de una civilización brillante, un mundo sofisticado lleno de avances tecnológicos que, sin embargo, ya operaba para destruirse". Según afirmó en la rueda de prensa en que presentó su película, "esa tensión no se puede separar del estilo con el que se cuenta la historia".

"Mi intención era captar los límites de un individuo en un espacio y tiempo determinado. Se dice que el significado no se puede alejar del estilo así que opté por ese estilo inmersivo, por llevar al espectador de viaje por unas fuerzas que ya estaban ahí en ese fin de siglo, cuando una civilización brillante como la austrohúngara está en su esplendor y a la vez, sin saberlo, amenazada de muerte".

"Esta película está formalmente concebida como un baile, como una danza. Hay mucho control y el personal técnico está muy compenetrado con el artístico para lograr las distintas capas de la cinta, y eso precisamente le da credibilidad", precisó Nemes de esta "coreografía" construida con planos secuencia para tratar de acercar al espectador a la conciencia de su protagonista.

Sobre su particular método creativo, este cineasta y escritor que se curtió trabajando dos años como asistente del director Béla Tarr, especialmente durante el rodaje de El hombre de Londres (2007), aseguró que "me interesa mucho la subjetividad en el arte. El cine ha evolucionado en los últimos años hacia una representación objetiva y, como si estuviéramos viendo un partido de fútbol, la cámara siempre está en el lugar correcto. Sin embargo, me parece regresivo ver el cine de forma objetiva, no creo en esa perfección".

Para Nemes, que sorprendió por su coherencia y rebeldía a la prensa acreditada y en el posterior debate con el público, "el cine debe autodefenderse en un mundo en que internet y la televisión han cogido el control desde el punto de vista de la industria y se lo están quitando todo, desde la producción hasta la postproducción. Cuando podría ser más diverso y ofrecer experiencias distintas, el cine se ha vuelto más estrecho de miras. El cine se está muriendo por la presión televisiva y a mí me interesan las películas subjetivas y no usar siempre las mismas reglas".

En ese sentido, puso como ejemplo su trabajo con los actores de Atardecer para "construir algo más profundo", especialmente con Irisz Leiter, la joven que encarna Juli Jakab, "un personaje que posee varias capas que se van desvelando conforme avanza la película".

En cuanto al contenido político de esta cinta que explora también el espíritu revolucionario que desembocó en el estallido de la Primera Guerra Mundial, Nemes recordó que "soy centroeuropeo y me interesaba meditar sobre cómo el imperio austrohúngaro fue tan importante durante cien años en la conformación de la identidad y el gusto europeos. Budapest era un lugar de intercambio y de vibraciones culturales increíbles, una mescolanza de culturas y razas. Y luego llegó la destrucción y la aniquilación. Mi película aborda cómo se perciben la Historia con mayúscula y las fuerzas subyacentes. Creo que es una advertencia también sobre cómo, cuando crecen las formas más avanzadas de civilización, se están creando a la vez las condiciones de su crepúsculo".

Sobre la tentación de Hollywood, de donde le han llegado ofertas de productoras para rodar su siguiente obra -"más que de Francia, país donde he estudiado, vivido y del que tengo la nacionalidad también", apostilló-, Nemes respondió que "a lo mejor hago una película en inglés, pero sólo si mantengo el control total de la misma".

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