Por el bien de los niños y los peces

En Luzzu, cinta del debutante director maltés Alex Camilleri, hay tres protagonistas y una excusa. Los primeros son una pareja de jóvenes guapos y proletarios que, a pesar de su atractivo físico, son amateurs y se mezclan bien con los lugareños dando el pego neorrealista. El tercero en discordia es la barca tradicional maltesa (el ‘luzzu’ del título) perteneciente a la familia de él desde hace varias generaciones pero que ahora hace aguas literal y metafóricamente (los peces escasean, capturados por los grandes arrastreros o prohibidos fuera de temporada, y la lonja desprecia a los minoristas).

La excusa para poner en marcha la trama es el bebé de la pareja que debido a un problema de salud empujará al padre a la pesca furtiva primero y luego al transporte clandestino de especies protegidas. Camilleri sabe que tiene el color local y una actividad que siempre funciona bien en el registro fotográfico, así que le basta con no salirse del guion y al menos filmar con sobriedad el momento en el que la barca se va al desguace y su héroe a cobrar la indemnización de la UE. Luego, el sentimiento de culpa y el mono pesquero se matan con paciencia y una caña.