Las sevillanas, Bien de Interés Cultural: Ritmo de palillos y ‘riá pitá’
Feria de Abril
El Ayuntamiento de Sevilla anunció en la presentación de los actos del 50 aniversario del traslado del real desde el Prado de San Sebastián a Los Remedios, que se iniciará el expediente para declarar Bien de Interés Cultural a las sevillanas. Unas letras que adornan las ventanas y balcones de la calle Asunción con colgaduras que son historia cantada de la Feria de Abril. Desde “Por el puente Triana, pasa la reina” hasta “Ponte el traje blanco” o “lo tiré al pozo”, es difícil pasar por allí camino de la portada y no empezar a tararear alguna. Las primeras sevillanas que sonaron en los Remedios las cantó Naranjito de Triana acompañado a la guitarra por José Cala El Poeta.
No es la primera vez que se lanza esta propuesta, en febrero de 2011, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía abrió un expediente para la declaración de las sevillanas como BIC, la máxima figura de protección que contempla la Ley de Patrimonio Histórico andaluz. El primer palo flamenco en formar parte del Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía fueron los Verdiales, cuando se declaró como BIC la Fiesta de Verdiales de Málaga. Sin embargo, nunca más se supo de este expediente anunciado en febrero de 2011.
Pero lo mejor que tienen los cuatro palos que se aprenden a bailar de niños al ritmo del “riá pitá” es la capacidad de renovarse, como ocurre con el traje de flamenca. Por muy antiguas que sean siempre suenan a nuevas. La Feria es ese momento en el que se bucea en la memoria para recordar las sevillanas que han sonado y sonarán siempre bajo las lonas de las casetas. Cada año salen al mercado coplas nuevas, pero lo cierto es que cuando un grupo de amigos se anima a cantar y a bailar –como con los más de veintitantos que se iban a la Feria en la letra de Pascual González– hay un repertorio imprescindible que nunca falta y que renace, como las flores esas del arriate, cada primavera.
Las sevillanas, que parecen ser una evolución de las seguidillas castellanas que ya se cantaban antes de los Reyes Católicos, a las que se le añadió su particular baile en el siglo XVIII, llegaron a la Feria de Sevilla el mismo año de su fundación con el nombre que la caracteriza, aunque no fueron reconocidas legalmente con ese término por la Real Academia Española de la lengua hasta cuarenta años después, en el año 1884.
Con sus cuatro estrofas se puede contar casi cualquier cosa. Un mundo de historias contadas en cuatro episodios que sirven para narrar amores, desamores, recuerdos y hasta conocer la historia de la ciudad. “llegaron por ti a Sevilla, desde las tierras extrañas barquillas y galeones para admirar la Giralda”, con la letra de J. Pablo Pérez Romero y J. Díaz.
Hay momentos para la añoranza de la Sevilla que se fue cantada por Francisco Palacios El Pali y Federico Alonso Pernía: “Ya no se ven pianillos ni a las guapas cigarreras” o los bailes y café cantantes que Sevilla tuvo hace años, que también cantaba El Trovador de Sevilla.
Feria
Nada mejor que una sevillana para presentar la feria como "el cielo de farolillos que va alumbrando las calles”, que decía la letra de Por sevillanas de J. M. Evoras e Isidro Muñoz. Porque, como apostillan Manuel Melado y Fely Perejón en Cruzar el río: “Vivir la feria los siete días, Sevilla mía, que no es frecuente tanta alegría cruzando el puente".
Hay una para cada situación, incluso las más cotidianas como aprender los números: “Si quieres que te cuente las 27: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, y 7 son 14 y 6 son 20 y 4, 24, y 3, 27”. No faltan las advertencias a parejas un tanto distraídas: "Mi novio es un cobarde que no se atreve a decirme en la cara que no me quiere. Y yo me atrevo a decirle en la suya que no le quiero”. Y tampoco faltan los desplantes: “Que está loquito por mí me dice al oído, Virgencita del alma, y sabrá el maldecío mentir, me lo he creío. El que me habla de amor, me vuelve mochales, yo no tengo la culpa, de que sean los hombres así, tan especiales. Y es que me dejo llevar de dulces palabritas de amor y luego que me dejan plantá, me dicen con salero: perdón, que no lo he dicho ni ná".
Incluso las hay que hablan de características físicas: "Tiene una cinturita, que se parece al clavel en la maceta que el viento mece”. Para que no falte de nada hay hasta gastronomía como aquel potaje de María la Morena, a la que los garbanzos se le quedaron duros o aquella otra en la que Perejil exhortaba a poner una buen jamón serrano de pata negra a quienes llegaran a la caseta, con letra de Paulino González y Juan Díaz.
En cuanto a los amores: los hay pintores de loza y cartujanos, bandoleros, toreros y, como no podía ser de otro modo, prohibidos e imposibles como el de María, que es el sinvivir de alguien mientras que Dolores no parece gozar de este mismo sentimiento. En cuanto a ellas, pocas letras están dirigidas a sus trabajos, excepto las referidas a Carmen La Cigarrera.
Reinas
Las letras de las sevillanas enseñan, además, que aquí las reinas se pasean por el Puente de Triana sin corona ni peina, pero sí con mantón de manila. Una referencia al paso de la reina Isabel II durante la inauguración del puente que lleva su nombre, el Puente de Triana.
Una filosofía de vida que tiene sentido en letras como la de Manolo Garrido y Romero Sanjuán: “Pasa la vida igual que pasa la corriente del río cuando busca el mar, y yo camino indiferente allá donde me quieran llevar”. O como dicen M. Zarza o G. Calado: “Si las cartas te vuelven la espalda a tu porvenir, la baraja no tires al fuego, te puede servir”.
Pero no todo es risa y fiesta. Hay espacio para la reivindicación como la escrita por Aurelio Verde y J. M. Moya, Viva mi Andalucía donde el estribillo exhorta: “Andalucía, guapa, gitana, mujer morena, despierta que eres libre, gitana, de tus cadenas. ¡Despierta!”. O la que cantaban Los Romeros de la Puebla: “Hemos cruzado los brazos y Sevilla se nos va. Al río estamos tirando lo que ya no volverá”. Un recorrido cantando y bailando donde la vida pasa alrededor de volantes y repique de palillos.
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