Esta noche, en el crucero
El Tren de la Bruja
Angustiado estoy, bruja esquiva, pues se acerca el final de la Feria y no voy a tener nada contigo
QUE me entere yo bien, plumilla lioso, dijiste ayer que estabas dispuesto a vender tu alma al diablo y eso me interesa porque, aunque no llevo comisión, Satanás me recompensa bien por cada mortal al que convenzo para que le ofrezca su alma a cambio de poderosos favores diabólicos. De manera que adelántame tus deseos para el trato y yo te aseguro que me ocuparé directamente de negociarlo, a fin de que el Diablo sea generoso y desprendido contigo.
No me has debido de entender bien, bruja negociante, porque yo te dije que solo estaba dispuesto a venderte mi alma a ti, y ni se te ocurra entrar en tratos con Lucifer, pues siempre esconde entre la letra pequeña del contrato la condenación eterna de las almas, como esta mía que ya está angustiada porque se acerca el final de la Feria y no voy a tener nada contigo.
¿Con esas me vienes, bribón? Diríase que no te comes una rosca, más que de Feria en Feria y la ocupas enterita, un día detrás de otro, en crisparme y darme coba –sé que para ti es lo mismo–, con el propósito de que me preste y acabe por complacer ese deseo que debes mantener en el tiempo de “entreferias”, del que empezamos a hablar cuando en el “alumbrao”, es verdad, me hice notar, pero tan solo a ti, cierto es.
Lo sabía, sabía que fue así, aunque lo negabas, y no me cuesta reconocer que de una Feria a otra me quedo a la espera de saber de ti, tú dirás que como plumilla mediano, pero con eso me entretengo, esperando volver a verte y escribir de ti conmigo, hasta que, como hoy, me vuelvas a dejar.
No me conmuevas, escribiente melancólico, ni te subas de categoría, ya que te tengo más bien por plumilla cortito, aunque algo te crezcas estos días de Feria, sencillamente porque yo lo procuro.
Oye, mi bruja dilecta, que te lo aguanto todo, tú crees que las cámaras de vigilancia, sobre todo la de la portada, habrán grabado tus mágicas evoluciones para hacerme notar, sin que nadie más se percatara, que venías a mi encuentro.
¿Qué quieres, un vídeo para no cansarte de verlo hasta el año que viene?
Eres una bruja, que me rindo con la obviedad, pero pongo énfasis para tenerte como mi bruja.
Pues no, no hay vídeo de mis maneras de saludarte, aunque la treintena de cámaras instaladas por el real podrán dar buena cuenta de esa concurrencia que ya se dice histórica y parece que superará los dos millones de visitas del año pasado.
Y hasta hay, bruja anhelada, otros datos –bastante mas ordinarios y menos tecnológicos– de advertir el gentío de esta Feria: las reparaciones y arreglos gratuitos de los trajes de gitana, en el taller de Paco Molina, durante los tres primeros días de la Feria, han sido 275, cuando el año pasado se hicieron 192. Luego hasta la mala pata en los descosidos y los rotos de los trajes, como efecto de los accidentes del azar o del descuido, por variopintas razones, dan cuenta de una fiesta “abarrotá”.
Y a mí, plumilla eufórico, me ha parecido muy bien esa novedad de la brigada de agentes tutores, con diligentes y formados policías, que, entre otros cometidos, recogen a los niños perdidos y los llevan a la caseta donde esperan a sus padres, si es que se acuerdan de ellos y aparecen. Vamos, que tuve que llamar por una niña que se quedó sola en el Tren y por poco me pierdo yo con el agente tutor.
Quiero pensar, bruja experimentada, que pretendes endemoniarme. Recuerda que te regalé Del amor y otros demonios, la novela de García Márquez que no sé si habrás tenido tiempo de leer.
Te la voy a leer al oído esta noche en el Evrima Ritz Carlton, el crucero que está atracado en el Puerto, pero no se te ocurra, plumilla pletórico, grabar en vídeo, que razones vas a tener para recordarlo.
Solo haré, si me dejas, con los fuegos artificiales, bruja de mi delirio.
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