Miércoles de Feria: La noche gana la partida
Feria de Abril
Los almuerzos siguen a la baja y las cocinas se recuperan bien entrada la tarde
Las casetas han estado ambientadas hasta altas horas de la madrugada de un día festivo
Los farolillos se han repuesto ya en el 90% de las calles del real
Una Feria de récord
"Tome usted este plato". Así se dirige la gentil camarera que atiende a los invitados a la recepción empresarial de una caseta mientras deposita la pieza de cerámica (nada de plástico) en la diestra de uno de los convocados al acto. En ese momento, el sujeto queda sin mano disponible, ya que la otra sostiene el catavino. Que a alguien le entreguen un plato sin poderlo apoyar en una mera tarima entraña uno de los momentos de mayor apuro de esta celebración. Una situación que se repite este año más de lo deseable, debido a que muchas de estas convocatorias sociales se desarrollan casi por completo fuera de las casetas, especialmente en las de reducidas dimensiones, donde el calor que se concentra bajo sus lonas hace irrespirable el ambiente.
Estamos ya a miércoles de farolillos (evitemos en lo posible lo del "ecuador de la fiesta" dado su empalago considerable) y como ya han venido leyendo a mis compañeros en jornadas anteriores, el calor llena los titulares de esta semana de albero y volantes. Lo peor (invirtiendo el lema) está por llegar y para el jueves el mercurio amenaza con colocarse a un grado de los 40. Alerta Amarilla. Pero eso será otro día. Por ahora, vamos a conformarnos con este festivo robado a San Fernando, un rey que hace 775 años entró por estas tierras para devolver aquella Isbilya al culto cristiano. La efeméride ha valido, hasta el momento, para celebrar un Santo Entierro Grande (que resultó muy motivador para un público mochilero y de sillita asiática), pero no para devolverle al monarca conquistador su jornada de asueto.
Bueno, sigamos con la Feria. Estábamos con las altas temperaturas que convierten la calle Asunción en un mar de jóvenes y maduros con chaqueta en mano. La prenda masculina se ajusta al cuerpo pocos metros antes de pasar por la portada, en una especie de ritual que avala la media etiqueta exigible para esta fiesta en su origen agraria. Así, al menos, se procura entrar al real sin surcos estampados en la camisa y con la sensación de que aún se viene fresco de casa (de cuerpo y espíritu).
Alcaldes en una primavera electoral
Decíamos que la Feria tuvo en el siglo XIX (centuria en la que también se creó el cementerio, por aquello de la manida dualidad sevillana) un inicio agrario con la venta del ganado. Era punto de encuentro de gente venida de distintos lares y que acentuaban ese carácter rural que la ciudad todavía atesoraba por aquel entonces. En este miércoles, es precisamente la caseta del Ayuntamiento la que recibe a los alcaldes de los pueblos de la provincia con el presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, a la cabeza.
Cuando el próximo sábado la Feria eche el cierre, estaremos a un día de estrenar un mayo electoral, cuyo último domingo (muy rociero, por cierto) pondrá en jaque el bastón de mando de algunos de los regidores aquí reunidos. Digo "algunos" porque en muchos pueblos -sé de lo que hablo- la oposición municipal ni está ni se la espera. En 2024 serán otros alcaldes los que se concentren bajo estas lonas blancas y rojas para beber y yantar como si no hubiera un mañana, en una especie de Fitur (¿o era Fritur?) primaveral sin pasar Despeñaperros. Y con sus séquitos de halagadores que aprovechan cualquier convidá para comer jamón del bueno sin soltar una perra gorda (esto ha quedado un poco antiguo).
Será un mayo florido y de campaña electoral, con promesas políticas cuya validez resulta tan certera como las 24 horas de efecto garantizado en los desodorantes. No aguantan ni media tarde en la trastienda de una caseta. Precisamente he comprobado estos días cómo a un alcaldable (tranquilos, no diré quién) el surco de sudor le estampaba una generosa huella en su chaqueta gris mientras abrazaba a diestro y siniestro a su presumible electorado en las calles del real. Las otras huellas que deja la carrera por el bastón de mando. Una imagen digna de olvido.
El pañuelo de Susanna Griso
Lo que no debe desaparecer de la memoria son las corbatas de Antonio Muñoz, alcalde hispalense, al menos, hasta el 28M. Están dando mucho que hablar. La del martes fue un estampado de cachemira sobre fondo dorado. La de este miércoles recrea un azulejo del Alcázar, en tonos verdes y azules. Muñoz ha estrenado la jornada dando un paseo por el real con la periodista Susanna Griso, que ha trasladado su programa de televisión a Sevilla para dar cuenta de todo lo que acontece en esta ciudad de siete días. El regidor baila sevillanas delante de las cámaras siguiendo los consejos de Sandra Guerrero, La Negra. La corbata de Muñoz no pasa desapercibida para Griso. Tanto le ha llegado a gustar que el primer edil hispalense la obsequia con un pañuelo con idéntico estampado.
Muñoz recibe a las ministras que pisan el real en este miércoles de abanicos en continuo movimiento. La primera en llegar a la caseta consistorial es Isabel Rodríguez, portavoz del Gobierno y titular de Política Territorial, un área muy vinculada a los ayuntamientos. La que fuera alcaldesa de Ciudad Real viene con un vestido "fresquito" que deja ver sus hombros. Nunca se ha vestido de flamenca. Espera "estrenarse" alguna vez. Quizá el año que viene (si los comicios generales de otoño lo permiten, claro).
Un traje canastero
La que no deja atrás sus volantes es la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, una trianera que estrena vestido de flamenca, de tipo canastero, en color coral y con estampado de lunares negros. Le preguntamos de dónde procede el conjunto y contesta a los periodistas: "¡De la tienda!". Ole. A la respuesta le sigue una carcajada tan grande como la flor naranja que lleva a un lado de la cabeza con un moño a medio hacer. Rocío Peralta es la autora de este diseño que tan bien le sienta a una de las ministras más carismáticas del Gobierno de Pedro Sánchez, metido ahora en disputas con la Junta de Andalucía por Doñana.
Hay auténticos codazos entre regidores sevillanos por lograr la mejor posición y más cercana a las ministras a la hora de hacerse la foto de familia. Todos quieren que sus caras se vean junto al poder allí representado. E incluso sus cabelleras (que para eso algún que otro ha pagado un reciente injerto capilar). Es una especie de bulla semanasantera por lo civil.
Montero y Rodríguez dejan la caseta municipal y se van a la de La Ser, también en Pepe Luis Vázquez y donde -literalmente- no cabe un alfiler. Allí están los consejeros de Presidencia e Industria, Antonio Sanz y Jorge Paradela, respectivamente. Una incombustible Amparo Rubiales se cruza la caseta de una punta a otra para saludar a las ministras socialistas. Una experta en hacerse hueco entre tanta apretura.
El negocio de la noche
A las tres de la tarde el calor resulta muy incómodo en el real. Hay que tener muchas ganas de Feria para permanecer aquí. La sombra de los naranjos se cotiza alta. Se está mejor fuera que dentro de las casetas. Las trastiendas están vacías. El aire que remueven los ventiladores aumenta la sensación de sofoco. Las calles tienen aún escaso público en este día festivo en el que la noche ha ganado la partida. El público entra tarde en la Feria, almorzado ya de casa y cuando el termómetro se muestra más benévolo. Las casetas han estado ambientadas más allá de las cuatro de la mañana. Del cambio de hábitos dan testimonio los camareros de Joselito El Gallo, 103. El negocio se hace cuando se encienden las bombillas. Con mucha clientela. Como no se recordaba años anteriores. Los mediodías están inertes. El calor espanta.
El balance del día anterior habla de un caballo muerto en el Paseo de Colón. Mientras, los farolillos -según fuentes municipales- están repuestos en el 90% de las calles tras la exigua lluvia del sábado. No es tarea fácil, pues se ha de esperar a que el real quede libre de público y a que tampoco se entorpezcan las labores de carga y descarga.
Una prima del Rey
En la caseta de Manuel Gallardo se vive el ritual de cada año. La entrega de los Giraldillos. En esta ocasión son tres los galardonados: Marisa de Azcárate (propietaria del nuevo Hotel Don Ramón), Antonio Valentín Pardo (directivo de Cruzcampo) y Alfonso Rodríguez Castillo, general jefe de la Guardia Civil en Andalucía. En mitad de la reunión se encuentra Simoneta Gómez-Acebo, prima del rey Felipe VI. Lleva tres días pisando el albero. Ha heredado de su abuela doña Mercedes (presente en las fotos que decoran la caseta) el gusto por las tradiciones andaluzas. Tanto que ya prepara su enésima romería del Rocío con su grupo de peregrinas, de la Hermandad de Jerez.
Los vivas a la Guardia Civil y a España ponen el punto final a esta breve y apacible ceremonia, donde hay invitados que comen guisos de carne y potaje de garbanzos con chorizo. Platos de cuchara en una fiesta entregada a la fritanga y la chacina. Demasiado calor para hablar de comida en un día que bate récord de temperaturas en abril: 36,4 grados. Marca que no doblega la ganas de Feria. Aunque sea de noche (y con el efecto del desodorante en entredicho).
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