La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Fiestas Mayores
"La Feria saltó a la otra orilla, ansiosa de campo abierto, libre por fin del acoso urbano, como si volviera a sus orígenes de sencillez endomingada con farolillos y lunares para la lentitud solemne del trato ganadero", esta frase rezaba en los diarios locales del 30 de abril de 1973. Ese día está señalado en el calendario hispalense como el primero que el barrio de Los Remedios acogió la Feria de Abril. Este año, la popular fiesta de primavera brindará con manzanilla, o rebujito, para celebrar las bodas de oro en este enclave. Su traslado desde el Prado de San Sebastián se produjo hace 50 años y, por ende, su consolidación como el encuentro social entre sevillanos y forasteros por excelencia.
Pero la decisión de esta mudanza no fue sencilla y los debates en torno al tema ocuparon foros, plenos y columnas durante años hasta que el entonces alcalde de la capital hispalense, Juan Fernández Rodríguez y García del Busto, consiguió efectuar el traslado a los terrenos de Los Remedios.
Según la documentación encontrada en los Archivos Municipales, "el cambio de lugar lo había determinado la misma Feria, en vista de la imposibilidad que suponía el seguir celebrándola en el mismo lugar". Lo que comenzó como un mercado de ganado a mitad del siglo XIX para celebrar acuerdos comerciales con una copa de vino, lo que hoy sería una comida de negocios, pronto acabo teniendo un cariz social con enorme peso. De hecho, esta vertiente festiva es la única después de siglo y medio.
Cuando la portada se ubicaba en el cruce entre la calle San Fernando y la avenida Carlos V, las casetas eran unifamiliares y los sevillanos trasladaban sus casas allí en un sentido metafórico. Pero de esta cuestión, todavía se conserva la tradición de engalanar las casetas con fotografías, espejos y cortinas bordadas. "Era una forma de remachar el prestigio social y además otorgaba la posibilidad de invitar. Este principio de reciprocidad, que todavía se conserva, era posible únicamente en determinados círculos de élite", explica Isidoro Moreno, catedrático emérito de Antropología de la Universidad de Sevilla.
Una situación que comenzó a cambiar cuando, en los años 60, empezaron a tener casetas las peñas sevillistas y béticas, además de algunas cofradías. Aunque éstas últimas en menor medida. Poco después, algunos colectivos y empresas pudieron disponer de una. De un modo u otro, Isidoro Moreno considera que esta nueva situación "enriqueció y amplió el perfil social de la Feria y empezó a democratizarse".
De esta década se han perdido la sesiones. La primera, la de mañana, comenzaba a las 11:00 horas y terminabas sobre las 16:00 horas. La segunda empezaba por la tarde y se daba por finalizada a las 01:00 de la madrugada. Para determinadas personas de la ciudad, esta separación estaba determinada por los toros. "En el esquema actual, la sesión de la mañana ha desaparecido y directamente empieza a mediodía", señala Isidoro Moreno.
Cuando la Feria se celebraba en el Prado de San Sebastián, el único día en el que se trasnochaba y además de una forma prácticamente obligatoria era el sábado. El día de los fuegos, que hoy se caracteriza por una estampa del Real vacío, era una jornada que actuaba como una especie de "rito de iniciación" para muchos jóvenes de 16 a 19 años. De hecho, "era casi un desprestigio social no ver el amanecer en la calle", indica el catedrático emérito.
Según el experto, cuando la Feria coronaba el Prado, muchas personas no tenían casetas y visitaban el recinto únicamente para pasear, "e incluso llevaban cajas de cartón con tortillas y comida para tomarlas con una cerveza en los barracones que había".
Precisamente, a comienzos de los 70, empezaron a gestarse las casetas de partidos políticos ilegales y sindicatos. Un ejemplo es la del Partido Comunista de España, La Pecera, que todavía sobrevive al paso de los años junto a los bebederos de Pascual Márquez.
Una de las principales motivaciones que impulsaron su traslado fue que las zonas aledañas al Prado de San Sebastián comenzaron a urbanizarse, asfixiando a la propia Feria. Según la documentación municipal, "la estrechez había llegado a tal límite que los metros cuadrados de los que disponía el ferial se hacían insuficientes. Y así, cada año, las casetas, los puestos y hasta las mismas atracciones iban invadiendo nuevas zonas y haciendo del recinto como una serpiente incómoda que se adentraba por todos los rincones del Prado".
Uno de los principales beneficios de la mudanza fue la proliferación de las casetas para asociaciones o colectivos de amigos y familiares, los socios, que abonan una cuota mensual. Precisamente, "el traslado a Los Remedios acelero la democratización de esta fiesta popular", abunda Isidoro Moreno.
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