Titubeos en la cuadrícula
Temperatura ideal con lluvia intermitente en una jornada presidida por la inesperada politización de la Feria y la resolución de la huelga de autobuses con más eficacia de las casetas que de los despachos
Un mal día para Carpanta. Antes de salir de casa, su mujer le sugiere que se lleve puesto un plato de pisto manchego. Rechaza la invitación. Picoteará en distintas casetas y no se podrá mover por el real. Más tarde se arrepentirá. Primer error: se deja el paraguas en el coche. Segundo error: sólo lleva diez euros en el bolsillo. Conoce muchas casetas donde se tomarían como un feo que pretendiera pagar su consumición.
Dispuesto a hacer nuevo periodismo en la Feria, discípulo de Antonio Lobo -Tom Wolfe en cristiano-, Carpanta pretende conjugar el verbo del día: puentear. Se apunta mentalmente visitar sucesivamente las Casetas Municipal, de Tussam y del PSOE para ver cómo está el patio. Es una pelea generacional. Cuando Guillermo Gutiérrez se estrenó como concejal tras las municipales de abril de 1979, Susana Díaz tenía cuatro años. En la puerta de la Caseta Municipal está Jimmy Sainz-Pardo. Por los pelos no se convirtió en alcalde consorte. Su esposa, Rosamar Prieto-Castro, va de caseta en caseta. Fran Fernández, delegado de Movilidad, hace de recepcionista. Atiende a la madre del alcalde. Monteseirín eclipsó a Sánchez y suena al único ochomil que le falta a Edurne Pasabán. Salen de la Municipal los periodistas Marisa Gallego y Valentín García, que han hecho allí el programa de Canal Sur. El ojo del huracán.
El jefe de Protocolo ve el paseo de caballos. Sucedió en el cargo a Mamen Otero. La bisnieta del maestro Otero, autor de un imprescindible Tratado de Bailes, está en Turquía, desde donde llegará para la comida en la caseta familiar. El tablao de la caseta de Tussam es un hervidero de mujeres bailando. Carpanta tiene más horas de vuelo en autobuses urbanos que nadie, pero no ve ningún rostro familiar y es preceptiva la invitación. Para puentear al guarda de Tussam, se va a la caseta del PSOE. Es muy fácil entrar, lo difícil es llegar a la barra. Sus conocidos del Partido deben haberse ido a Suresnes.
Un panal de abejas produce ajetreo de volantes al comienzo de Juan Belmonte. La abeja es el lince de la Feria, insecto susceptible de protección. El paseante que rechazó el pisto escucha su nombre. "¿Qué quieres beber?". La fatídica pregunta. Nadie le pregunta qué quiere comer. La caseta se llama Los de Incógnito y tiene su historia. Tenían el número dos en antigüedad, pero a uno de los socios se le olvidó pagar la licencia y perdieron la titularidad. En la caseta abundan "socialistas cinco estrellas", en palabras de uno de los socios. Se presentaron en el despacho de Manuel del Valle en Capitán Vigueras, la caseta jurídica de Felipe González y Escuredo, y pidieron su mediación. El que años después sería alcalde de Sevilla hizo la gestión y les pidió que no dijeran ni una palabra. De ahí el nombre. Los de Incógnito.
El comienzo de Pascual Márquez es un homenaje a los Pactos de la Moncloa. Vecindad de comunistas y empresarios. Son adyacentes las casetas La Pecera -banderas de Cuba, Venezuela, Bolivia, pancarta con la frase Hacia la Tercera República- y la de la Cámara de Comercio. Francisco Herrero, su presidente, recibe en la calle, aunque una tímida lluvia produce un pequeño vaivén. Vuelan las tortillas de camarones y cuando la bandeja llega a Canparta, las mismas letras que pancarta, no queda ni una. Pero todos le saludan. ¿Qué tal?, ¿cómo te va?, ¿qué quieres beber?
Nani Carvajal, presidenta de la Asociación de la Prensa, va a la caseta de Manuel Gallardo, la prensa del Corazón, que la abrió en 1984. El año de Orwell. Sevillanas con paraguas delante de la caseta Los Económicamente Débiles. Por el nombre, deberían premiar a sus socios por su capacidad de profetizar. El estómago empieza a preparar una pancarta. Otros días, otros años, muchas Ferias, le ha funcionado: se ponía a dar vueltas y se topaba con Juan Salas Tornero, con Carlos Herrera, con Manuel Mojarro, con el llorado Rafael Álvarez-Colunga, con los americanistas de La Encomienda y la Embebienda, pero disfruta más con el azar que con la caridad. Y le da corte repetir un día después en la caseta de su tía, que el martes lo socorrió con un revuelto de ajetes. Ve las caras de guardas y vigilantes, también los rostros rubicundos de muchos comensales ahítos. No le guarda rencor a unos ni a otros. Prefiere que no le dejen entrar en ninguna caseta y el año que viene poder entrar en la Feria. Sabe que si se abriera la mano, todo el mundo podría entrar en todas las casetas, el sueño bolchevique de la Caseta Municipal del 79 cuando Susana Díaz tenía cuatro años, y la Feria terminaría por cerrar sus puertas. Se llevan muy bien aquí lo feudal y lo posmoderno. Y quien mejor lo supo interpretar es el partido que lleva casi treinta Ferias gobernando en Andalucía.
Nadie quiere sentirse extranjero en la Feria. El baloncestista Savanovic, serbio del Cajasol, no encontró ningún traje de corto para sus dos metros cuatro centímetros. Pero al menos comió. Carpanta se siente Buscató. Busca pero no encuentra. Opta por la caseta de Manuel Gallardo. Dejó la invitación en casa y el fotógrafo oficial del hotel Alfonso XIII está desbordado. Le hace una señal al guarda. Luz verde. Ha cambiado de cocinera. Magnífica palabra. Puro espejismo. Es el camarote de los hermanos Marx. Saluda a Rafael Ruiz, de Los del Río. También está Manolo García, hermano mayor de la Macarena, que ocupó el mismo cargo de delegado de la Policía Municipal que antes detentara el rebelde Guillermo Gutiérrez. Los premiados de la jornada son el entrenador Paco Chaparro y la cantante Joanna Jiménez. Chaparro cayó en el banquillo del Betis la misma semana que Chaves dejó la Junta. Dos ceses de Semana Santa. Le presentan a la nueva cocinera. Se llama María del Mar y es de Camas. Salen platos que huelen a gloria y pasan por su cabeza como vencejos.
Nueva revista de casetas. Horizontales y verticales. En una de Pepe Hillo ve a Carlos García Lara, director de área de Fiestas Mayores. Pregunta por alguien que ya no es socio. No tiene su día. Coge el coche. Llega a casa. Abre la nevera: allí está la fuente de pisto manchego. Ybarra y Bonaplata aprietan, pero no ahogan.
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