Martes de Feria: un sueño muy real y muy profundo
La tercera jornada de la Feria transcurre con un intenso calor y mucho público en el real, aprovechando el festivo del día siguiente
Los carruajes y caballos, muy numerosos, colapsaron en momentos puntuales el paso en algunas calles del real, que siguen sin farolillos
Numerosas recepciones coincidieron en el tiempo y obligaron a los invitados a multiplicarse para acudir a todas
Alerta amarilla: el jueves las temperaturas rozarán los 40 grados
Si fuera una obra literaria, la Feria de Abril sería una de esas novelas totales que tanto le gustan a los escritores norteamericanos, en las que no paran de pasar cosas continuamente. David Foster Wallace podría escribir un capítulo sobre los cruceristas que atracan en el Muelle de las Delicias y que buscan la Feria con ahínco, sin que nadie les haya explicado que sólo 18 de las 1.053 casetas que hay en el real son públicas. Algo supuestamente divertido que nunca volverán a hacer.
La Feria podría ser una de esas novelas de William Gaddis, de Thomas Pynchon o de Evan Dara, en la que a veces ocurren cosas tan surrealistas que nadie es capaz de explicar. Como que un tipo vestido de nazareno se recorra descalzo todo el real el primer día de la fiesta. Por qué, para qué... Y que nadie lo haya parado y le haya dado un sopapo, dirán algunos.
Otra de esas cosas difíciles de entender fue que el público de Sevilla no pidiera con fervor la oreja para Morante de la Puebla en el primero de la tarde de su corrida del lunes. El presidente tiró de reglamento y no concedió el apéndice al diestro cigarrero, que estuvo muy por encima del toro. "No tienes vergüenza", le espetó Morante al presidente, del que luego dijo que tenía que jubilarse ya. Qué diferentes estas declaraciones a las del fútbol, en la que todo es tópico y manido.
Lo ocurrido el lunes en la Maestranza fue tan extraño como lo que pasó la noche del pescaíto con los taxis en la portada. Un grupo de personas se dedicó a cortar la avenida para que los taxis que traían ya a clientes precontratadas no pudieran pasar. Y no eran quinquis ni gentes de mal vivir, sino personas normales, quizás algo achispadas por el alcohol y desesperadas porque no encontraban la forma de regresar a casa. La cosa, dicen los taxistas, ha mejorado en los días siguientes. "De lo contrario no volvíamos, para que te den un botellazo siempre hay tiempo", cuenta un taxista.
El martes de farolillos se presenta como una jornada de intenso calor, con cierta calma mañanera y con un lleno total a partir de las seis o las siete de la tarde. El miércoles es festivo y se puede aprovechar. A media tarde viene la marabunta por la calle Asunción, esa que los vecinos han engalanado con colgaduras con letras de sevillanas en los balcones. "Sueña la margarita con ser romero", "La están bailando", "El embarque del ganado", "Lo tiré al pozo"...
Y a uno se le vienen a la mente tantas sevillanas clásicas, que han marcado su infancia, y aquellas ferias en las que el momento cumbre era el día en el que actuaban unos payasos en la caseta. Y aquellos viajes a la calle del infierno, que hoy presenta unos precios casi prohibitivos. La inflación ha llegado a los cacharritos más que a las casetas. Rara es la atracción que no baja de cinco euros. "¿Se pueden financiar?", pregunta alguien con sorna. "¿Y el rebujito? Que te cuesta 12 euros la jarra. Va usted a dejar al niño sin cacharritos pero luego se gasta gustoso los 12 euros", responde otra feriante. "Pues también es verdad".
El termómetro sube a medida que avanza la tarde. Dicen que Amalia de Holanda ha vuelto a la Feria, al lugar en el que se conocieron sus padres, pero lo ha hecho tan bien que nadie ha sido capaz de decir cuándo estuvo ni dónde. No como Victoria Federica, o mejor como el cochero de ésta. Corre poco aire y dentro de las casetas hace calor. Hay que buscarse el lugar adecuado, cerca del aire acondicionado, como hace un grupo de personas en la caseta de Bidafarma, una distribuidora farmacéutica que celebra su recepción en la caseta El mortero. Lleno absoluto. Lo mejor de lo mejor para los asistentes.
Como en la de la Fuerza Terrestre, donde se estrena el teniente general Carlos Melero Claudio. El martes fue un día de muchas recepciones. Es imposible estar en todas a la misma hora. No hay don de la ubicuidad en la Feria de Abril. Casajol, Endesa, la Cope, Onda Cero, los mayoristas de pescado, la asociación de hosteleros... Todas estas entidades y empresas celebraron ayer sus ágapes. Optaron por el día previo al festivo.
No hay farolillos en muchas calles. No se entiende. Llovió a primera hora de la mañana del sábado, sí, pero ya ha habido tiempo más que de sobra para reponerlos. Lo del cielo de farolillos que cuelga de alguna de las banderolas en Los Remedios tendrá que ser en otra ocasión. O en otras calles, porque en Pascual Márquez o en Juan Belmonte sólo quedan restos de algunos destrozados.
El calor aprieta. Una turista japonesa se cubre con un parasol en su coche de caballos. Una niña se come un helado en un carruaje y un jinete lleva su caballo a beber al abrevadero que hay instalado cerca de la contraportada. Si tú bebes, tu caballo también. Es uno de los lemas que la Policía Local ha querido poner en marcha para evitar la deshidratación de las bestias.
La Agencia Estatal de Meteorología da ya aviso amarillo por calor a partir de mañana. La previsión es de 39 grados de máxima. Tiempo de julio. Se espera la gran desbandada. Sevillanos a la playa, que diría Alfredo Sánchez Monteseirín. Se abre el debate de si la Feria es demasiado larga y habría que volver a empezar el lunes. El problema, quizás, es que se ha adelantado la preferia y al final la fiesta dura diez días, y eso no hay cuerpo, ni bolsillo, que lo resista. Para algunos, el martes es el quinto día que pisan el albero. Se nota en las voces, en las miradas, en el semblante.
Por la noche juega el Betis. Hay quien sale del real para ver al otro Real (Betis), contra la Real (Sociedad). Dicen que el domingo se batió el récord de carruajes en la Feria. A la espera de las cifras oficiales, cualquiera diría que ayer había más. Había momentos en los que era difícil cruzar una calle. Si uno pisaba la calzada se exponía a encontrarse con un caballo y su jinete que ocupaban el hueco. O un carruaje que se pegaba al de delante y que hacían imposible el cruce. Por contra, la sucesión de enganches deja momentos de gran belleza, con esa luz cálida propia de la primavera sevillana que hace irrepetibles esos instantes.
Como irrepetible fue el momento en el que el dúo Estopa se arrancó a cantar en una caseta en la que estaban pasando la noche del lunes. Fue un sueño muy real y muy profundo, que quedó grabado en decenas de teléfonos móviles. El vídeo será viral en cuestión de minutos, al ritmo de los hermanos Muñoz. "Tan despacio y tan deprisa, tan normal y tan extraño, yo me parto la camisa... como Camarón". Cosas que pasan en la Feria.
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