La Feria que puede ser

El tren de la bruja

Ya no hay forma de quitar lo bailao en los protocolos, estos más íntimos, de las vísperas.

Antonio Montero Alcaide

16 de abril 2013 - 01:00

POR qué se alude a lo que pudo haber sido y no fue? ¿Cuáles son las razones por que seducen más los gozos de las expectativas que la celebración del tiempo propio? ¿Por qué hay tantas ferias como cada cual pueda contarlas o vivirlas? Y más que a propósito es la advertencia de García Márquez cuando asevera que la vida, y digamos ahora la Feria, "no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla".

Pero las preguntas no se han formulado con intenciones retóricas, así que es cuestión de hincarles el diente. Para empezar, conviene tener en cuenta que, entre las provisiones de la expectativa, figura la esperanza de que algo suceda o la posibilidad -si se quita el rango mayor de aquélla, de la esperanza, y se confía en las veleidades de la oportunidad- de que eso mismo se lleve a término. Por lo que, así como cada "quisque" tiene argumentos, ya reales o ficticios, para contar le feria según le va, o le gustaría que hubiera sido, pues en parecida medida son distintas y diversas las elucubraciones de las expectativas, el adelanto de las vísperas, el vaticinio de la anticipación. Y eso que todavía no se ha dado cuenta de los conjuros de la bruja, este año poco dispuesta a la machacona disciplina de las vueltas del tren y a la humillación bullanguera de su escoba, porque se ha pedido reducción de jornada, antes de que se la recorten, para repartir, generosa y desprendidamente, una magia sin tarifas, de ocasión, a fin de esquinar, "ojú", la crisis, que pocas veces un término puede denotar y connotar tanto a la vez, tal "como está la cosa".

Aun así, magias o bondades de los días que vienen, casi siempre el balance no salda el debe de las expectativas -esa predisposición del ánimo festivo- con el haber de la realidad que satisface plenamente la esperanza. Es lo que puede ser, tal como llegamos a este martes de Feria, y lo que ya veremos si fue, cuando el domingo se cierre el ejercicio de la fiesta. Aunque, también es verdad, ya no hay forma de quitar "lo bailao" en los protocolos, estos más íntimos y reservados, de las vísperas, excepción hecha de algunos quebrantos con las inspecciones a medida, que pueden haber roto ese otro principio, mejor superstición, especialmente feriante, de que "to er mundo es güeno". Exclama Saramago: "Ah, quién podrá escribir la historia de lo que podría haber sido"; pero, puestos en el real, las vísperas van a dar paso a los días principales, que así es la convención de la fiesta, y lo que importa es proponerse la Feria que puede ser.

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