Domingo de Feria, 1959: Excelencia con las taleguillas rotas
Curro. Así cuajó su leyenda. (I)
Sesenta años de alternativa y del debut de matador de toros en la Feria es argumento sobrado para este serial
Nadie podía pensar en aquel domingo de 1959 que estaría en cuarentaiuna ferias más
Abrimos el serial de cada Feria y en ésta hemos adoptado la efeméride que representa la alternativa del torero de Sevilla cuando el cumpleaños se hace sexagenario. Sesenta años de la alternativa en Valencia de Curro Romero y aquí, a través de nueve entregas, desde hoy que se enciende la Feria hasta ese domingo en que se arrastra el último toro de Miura, vamos a reverdecer nueve hitos en la historia de Curro en la Maestranza, desde su prodigio con el toro Gallego hasta su milagrosa actuación con Sigiloso, el toro de Juan Pedro que le permitió su último clamor en el patio de su casa y cuando ya había cumplido los sesentaicinco años de edad.
Aunque dos años antes ya había enamorado a Sevilla con el novillo Radiador de Benítez Cubero en su presentación, vamos a circunscribirnos a lo que hizo ya de matador de toros, que para eso la serie celebra su investidura como doctor en Tauromaquia. Estábamos en el 19 de abril de 1959, un domingo soleado en el que la noticia de primera página en la prensa del día era la calurosa acogida que Washington le había dado a Fidel Castro en la que sería primera y última visita a la Casa Blanca. Sólo hacía tres meses y pico que había bajado de Sierra Maestra y qué cambios iba a dar la Historia en nada de tiempo.
Ese año de 1959, otro camero insigne se entretuvo en cortar siete orejas como novillero. Se llamaba Paco Camino y ya por entonces había nacido una gran rivalidad en Camas. Curristas y caministas hicieron que la muy taurina Camas viviese una dualidad que duró hasta que el paso del tiempo fuese difuminando los fervores. De hecho, la peña de Paco desapareció mientras sigue en pie la de Curro.
Y en ese domingo abrileño, muy frescos los recientes triunfos de Manolo Vázquez con un toro de Raimunda Moreno de Guerra el Domingo de Resurrección y de Antonio Ordóñez con uno de Benítez Cubero en la primera corrida de Feria, se anuncia Curro Romero, aquel torero que entró en el corazón de Sevilla ya en su primera tarde, para matar una corrida de Peralta en compañía de Gregorio Sánchez, su padrino de alternativa, y un sevillano de la calle Oriente que se anunciaba Juan Jiménez El Trianero.
Iba vestido Curro de verde y oro, que hay que ver la importancia que ha tenido el verde en su larga carrera de mago del toreo. Curiosamente se le olvidó quitarse la montera como debutante como matador de toros en el paseo, lo que corrigió cuando ya iba llegando a la presidencia, al palco que ese domingo ocupaba el presidente más currista que ha existido y bético rotundo, don Tomás León. Era, como todos los presidentes de aquel tiempo, inspector de Policía y cinco años después cobraría aún más popularidad porque fue el que le concedió el rabo sacando los tres pañuelos a la vez al gran ciclón que fue Manuel Benítez El Cordobés.
Esa corrida era la tercera como matador, ya que tras la alternativa mató un encierro de Flores Albarrán en Málaga junto a Cabañero y Miguelín sin que saliesen las cosas. Por eso, esta tarde de Sevilla, Curro salió con el agua hirviéndole en el radiador y desde el quite al segundo evidenció que llegaba con ganas de hacerse importante en la Fiesta. Apoteósico con el capote en su primero a la verónica rematando con una larga propia de Lagartijo, tras brindarlo a la plaza lo cuajó desde los ayudados por alto a los de pecho interminables, el toro se fue quedando y le pegó una voltereta espectacular de la que salió con las taleguillas destrozadas. Un pinchazo antes de la estocada hizo que todo quedase en la vuelta al ruedo, una de esas vueltas al ruedo tan mayestáticas que tanto prodigaría en Sevilla.
Con las taleguillas recompuestas con esparadrapo, la traca que iba a llevarlo a la cumbre fue lo que hizo con Gallego, negro meano, un Contreras de Peralta que fue el colaborador ideal para que Curro alcanzase las cotas que alcanzó. Aquella tarde la resumió Gregorio Corrochano en Blanco y Negro como que "Curro Romero era el estilista de mejor estilo de cuantos había visto". Por su parte, en Abc de Madrid, Antonio Díaz Cañabate titulaba su crónica con un elocuente "Ya vi a Curro Romero". Y es que ambos críticos lo estaban esperando por consejo especial de Domingo Ortega, uno de los que antes creyeron en él.
Cañabate dudaba de que hubiese sido Curro el autor de aquella obra y no el duende. De tres esculturas de manos griegas calificaba el prestigioso y castizo costumbrista madrileño los tres ayudados por bajo que cerraron el prodigio. Otra vez pinchó antes de la estocada y lo que pudo ser una faena de rabo se quedó en las dos orejas para salir en hombros de una multitud que se echó al ruedo para sacarlo en hombros por la calle Iris.
Sevilla salió toreando por las calles en aquel domingo de Feria, la primera Feria de Curro Romero y nadie podía pensar que aún habría cuarentaiuna ferias más en los que el nombre de Curro Romero sería pilar insustituible para su celebración. Había sido la primera de las casi doscientas corridas que jalonarían la historia del torero que más quiso Sevilla desde que llegó a su plaza por la vía de la sustitución. Y es que de sustituciones gloriosas está llena la vida del excelso camero.
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