...y El Cordobés se hizo universal
Hitos para la Historia (II)
El Ciclón de Palma del Río estuvo en seis Ferias, la última la de 1971 con un desagradable conflicto de corrales
Su tirón taquillero hizo que Canorea aumentase la Feria en 1962 con dos novilladas
Recluido en sus cuarteles de invierno Antonio Ordóñez porque no le pagaban lo que al Cordobés, Manuel Benítez consiguió que Diodoro Canorea ampliase la Feria de Sevilla en 1962 con dos novilladas para darle cabida. Había sacado a la Fiesta de un ciclo rutinario gracias a una campaña de marketing ideada por el irrepetible Rafael Sánchez Pipo y fortalecida por un valor desmedido. Nadie se ponía en el sitio que se ponía Manuel Benítez Pérez, nacido en Palma del Río el 4 de mayo de 1936 y que tenía revolucionado el toreo.
Pero la cima de este torero la alcanza en Sevilla el lunes del alumbrado de 1964. En esa Feria, El Cordobés se anuncia dos tardes. Sábado de preferia y lunes del alumbrado con los hierros de Benítez Cubero y de Carlos Núñez. Pedro Martínez Pedrés y Paco Camino le acompañan el primer día y Victoriano Valencia y Diego Puerta el segundo. En su primera tarde corta oreja en medio de una pasión desbordada, pero eso sólo sería el aperitivo de la mayor explosión cordobesista, algo que no se repetiría nunca jamás en el coso del Baratillo. Y es que el 20 de abril de 1964 entraría por derecho propio en un lugar de privilegio dentro de la historia de la plaza sevillana.
En medio de una fortísima división entre los que estaban rendidos al torero y los puristas que abominaban de su estilo, en los tendidos se vivía una pasión inenarrable que no iba a cesar en toda la tarde. En el primero estuvo sensacional y no cortó los trofeos porque el estoque le jugó en contra, sobre todo a la hora de descabellar. Resultó herido en una mano y pasó a la enfermería, de la que reapareció entre el entusiasmo de casi toda la plaza.
Y salió el sexto de la tarde para que crujiesen las columnas del templo con un toreo sorprendente por el terreno que pisaba y por la forma de ligar los muletazos para que se hiciese indescriptible el clamor que suscitaba cada pase de pecho por un espacio que parecía imposible que el toro cupiese. Así series y series en una loseta para una plaza que parecía un manicomio ante el imposible diálogo entre un hombre vestido de seda y oro con un toro nacido en Los Derramaderos que iba y venía como hipnotizado pero transmitiendo bravura y no bobaliconería. Lo mató de un estoconazo y don Tomás León, el presidente y currista reconocido, sacó los tres pañuelos a la vez. El rabo para Manuel Benítez mientras una gran parte de Sevilla se arrojaba al ruedo para sacar al gran héroe por la Puerta del Príncipe. Fue esa faena una de las cimas toreras en los prodigiosos años sesenta y nunca repetirá una gesta ni siquiera parecida en Sevilla, pero a la Feria siempre vendrá con más fuerza que nadie.
La grandiosidad de esa faena de Manuel al toro Bancalero de Núñez disparó la fama del torero hasta hacerla propalar universalmente, que hasta llegó a ser portada de Life, algo absolutamente impensable. Que un medio sajón sacase a un matador de toros en portada era inimaginable. Esa faena del Cordobés sería la punta de un iceberg que se haría inconmensurable un mes más tarde en Las Ventas del Espíritu Santo. Esa tarde de San Isidro confirmaba alternativa y, con todo el país pendiente de la televisión, un toro de Benítez Cubero lo mandó directamente a la inmortalidad.
Era el toro de la ceremonia y tras haberle dado los trastos Pedrés en presencia de Palmeño, con el ruedo embarrado por una lluvia inmisericorde, citó con la diestra y el toro le metió el pitón en la ingle. Ahí se desbordó la catarata de popularidad que perseguía a Manuel desde que El Pipo lo lanzó y dos escritores de la fama de Dominique Lapierre y Larry Collins encontraron la inspiración para el muy vendido en el mundo O llevarás luto por mí. Ese título viene de lo que Manuel le dijo a su hermana cuando decidió ser torero. “Te compro una casa o te visto de negro” le dijo el torero a Angelita, su hermana mayor.
Había debutado Manuel Benítez en la Feria de Sevilla como novillero el 28 de abril de 1962 con un encierro de Paco Galache que mataría con José María Montilla y Paco Villar. Era sábado de preferia, la calle Iris se colapsó inimaginablemente por una multitud en la que abundaba un personal poco o nada aficionado, pero que acudía al conjuro de la popularidad de Manuel. Y el palmeño entró de lleno en la Maestranza con un valor hierático y un detalle asombró, el de no beber agua ni una sola vez en toda la tarde. Al día siguiente repetía con una novillada de Núñez en compañía de Antonio Medina y de Antonio Ruiz Espartaco, el padre del gran Juan Antonio. Revalidó el éxito con corte de oreja y ya no volvió como novillero, pues, aun anunciado en 1963, un percance le impidió torear en Sevilla.
Debuta como matador de toros en la Maestranza el 13 de junio, Corpus, de 1963 en una corrida de Núñez con Pedrés y Curro en tarde de triunfo compartido con el Faraón. En 1965 mata las corridas de Núñez y de Torrestrella, el 26 con Diego Puerta y Paco Camino mientras que en la de Los Alburejos comparte cartel con Fermín Murillo y Curro Romero. Esta tarde casi repite su apoteosis del año anterior cortándole tres oreja a su lote.
Como es habitual, en 1966 mata dos corridas. En las seis ferias que torea siempre se anuncia sólo dos tardes. No viene en 1968 y 1969, reaparece en el 70 y será la Feria del 71 la última que toree para que sólo pise la Maestranza en un par de festivales. Su última Feria se ensució por una faena de corrales a Limeño en una corrida de Arranz, pero en la historia sevillana de Manuel Benítez sobresale con diferencia sobre todo lo demás la tarde del 20 de abril de 1964, aquella tarde de lunes de alumbrado en que le cortó el rabo a un toro de Carlos Núñez.
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