Del Borbón al sombrero de copa
Dos dictaduras, una república, una guerra civil, una transición, una democracia y dos exposiciones. No se trata de un compendio histórico, sino del resumen vitalicio de El Machacante (Joselito El Gallo 26-28), la caseta que más años lleva montándose en el real de la Feria, concretamente desde 1927, cuando en España, con el reinado de Alfonso XIII, estaba instaurada la dictadura de Primo de Rivera y sólo faltaban dos años para que se inaugurase la Exposición Iberoamericana. Hablar de El Machacante es disertar sobre las ocho últimas décadas de la historia de España, de las modas de cada época, de las imposiciones de los diferentes tipos de gobierno y hasta de una filosofía de vida, sustento imprescindible para hablar de 84 años de existencia. Casi ná.
Como toda institución que se precie -sus años de vida permiten denominarla así- ha tenido que sortear la censura hasta cambiar de nombre. El Machante no siempre se llamó así. Antonio Aragón Lirio (El Lirio para los amigos) narra cómo sus socios fundadores, entre los que destacaban comerciantes, militares y profesionales liberales, tuvieron que cambiar su título por el de El Sombrero de Copa durante los años de la segunda República. De esta forma, se sustituyó la imagen del infante Borbón acuñada en el doblón por el del típico complemento masculino de aquella época. No fue la única transformación. Tras la guerra civil, ya con la dictadura de Franco, se colocó un duro de papel.
El doblón que hay en su entrada -motivo de numerosas fotografías- tiene también su génesis. Es una réplica a gran tamaño de la moneda acuñada en Puerto Rico, una de las últimas colonias españolas, en 1898 (año también de crisis tras la derrota en Cuba que dio pie a una de las generaciones literarias más importantes). Esta moneda era conocida a finales del XIX como "el pelón" y todavía figura en una reproducción bastante peculiar bajo la pañoleta de la citada caseta, cuya base es la tapa de un barril de manzanilla.
Su dilatada historia ha sido motivo de la publicación de tres libros. No es para menos. En su interior han estado desde un presidente sudamericano hasta reporteros asiáticos. Todo un mundo bajo las lonas. Antonio Aragón recuerda cuando "un presidente electo de Venezuela que no es Chávez" (no acierta a acordarse del nombre) llegó una noche a El Machacante con un amplio séquito al ser amigo de uno de los socios. Una vez allí y estando en "entretenida" tertulia hubo un apagón en la Feria. "Al momento se encendió todo. Cuando nos dimos cuenta el presidente de Venezuela estaba rodeado de media docena de guardaespaldas con pistolas. El susto fue tremendo", asegura este socio de la caseta.
Eduardo Rodríguez (socio número 11) recuerda cuando vinieron varios periodistas de Hong Kong que publicaban reportajes diarios de la Feria. "Entonces surgió la guasa", dice Rodríguez, quien se hizo pasar por "picador de Curro Romero, ya que por mi complexión física no pude decirles que era torero". A los pocos días los socios de El Machacante recibieron varios ejemplares de periódicos chinos en cuyas fotos aparecía Eduardo como banderillero del Faraón de Camas, la guasa dio resultado.
Pero bajo los visillos y guirnaldas, donde se pasan muchas horas, también hay tiempo para el recuerdo. La melancolía surge al evocar a amigos con los que ya no se comparte manzanilla y buenos ratos. Antonio García del Moral, uno de los alma máterde esta caseta, traza el perfil de Juan Sobrino, "ejemplo de feriante, de cómo hay que llevar esta fiesta, en la que debe predominar, ante todo, las ganas de diversión, la amistad, la confraternidad y compartirlo todo". La máxima que han heredado sus discípulos es clara: "Abrir los brazos a cuantos amigos vengan a El Machacante".
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