La votación más triste

El desafío independentista

Rostros de preocupación en el Pleno más importante del Senado al entrar el país en un terreno inexplorado

El Pleno del Senado, ayer, justo después de la votación de las medidas del 155.
El Pleno del Senado, ayer, justo después de la votación de las medidas del 155. / Fernando Villar / Efe
Antonio Del Rey (Efe)

27 de octubre 2017 - 23:13

En silencio, sin aplausos. Así acabó este viernes el que probablemente haya sido Pleno más importante de la historia del Senado, con una votación celebrada tras una intensa mañana de debate político contaminada por el pesimismo y una fuerte sensación de tristeza en el ambiente.

Con la excepción de los senadores independentistas que desde Madrid vivieron con ilusión una jornada histórica para Cataluña, los rostros de la mayoría de los parlamentarios, de PP y PSOE principalmente, asesores, ministros y el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, denotaban una enorme preocupación.

El Senado vivió su Pleno dedicado a autorizar las medidas del 155 mirando de reojo lo que ocurría en el Parlament, constatando a medida que pasaban las horas que la declaración de independencia era inevitable y que los acontecimientos entraban en un territorio inexplorado tanto para Cataluña como para toda España.

A las diez de la mañana se abrió la sesión y poco después de las tres y media comenzaban a votarse las enmiendas al texto. Para entonces ya eran un poema las caras de los ministros del Gobierno que, al completo, arroparon a Rajoy en su defensa del 155.

El presidente sólo intervino una vez ante el hemiciclo, al comienzo del Pleno, durante unos 45 minutos, y fue recibido con aplausos de todo el Grupo Popular. "Yo hubiera venido aquí a defender mis principios", fue uno de sus comentarios más celebrados, al aludir a la renuncia de Puigdemont a exponer al Senado sus alegaciones al 155, pero lo que más gustó a la bancada popular fue la mención a la primera medida para la que el Gobierno consiguió permiso del Senado. No fue otra que la destitución de Puigdemont y su Gobierno, algo a lo que el presidente aludió con tono neutro, pero que los del PP celebraron con alto entusiasmo. Estono gustó nada al resto de la Cámara, sobre todo a los nacionalistas.

A mediodía Rajoy se marchó a un despacho del Senado a seguir los acontecimientos y preparar el Consejo de Ministros de por la tarde. Sólo regresó para la votación.

Mientras en Barcelona los diputados del Parlament votaban la declaración de independencia, en el hemiciclo del Senado los senadores no despegaban la vista de sus móviles. La Historia con mayúsculas les temblaba en las manos. Intervenía el portavoz del PP, José Manuel Barreiro, y Rajoy almorzaba con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría cuando en el Parlament cantaban Els Segadors.

La larga sesión permitió introducir alguna modificación al texto aprobado en comisión. Gracias al PSOE el PP renunció a la medida que preveía el control de TV3.

Los periodistas acreditados se contaban por centenares. La Cámara habilitó un corralito en el pasillo principal flanqueado por policías con la misión de evitar que bloquearan el paso de autoridades y parlamentarios.

Mientras, en el hemiciclo se sucedían intervenciones y las deliberadas ausencias de los socialistas José Montilla y Francesc Antich. Ramón Espinar, de Unidos Podemos, levantó ampollas con un discurso en el que recordó que a Lluís Companys, el presidente catalán fusilado, lo detuvo el mismo agente que capturó a militantes socialistas igualmente fusilados.

Pero fue la senadora de Nueva Canarias, María José López Santana, la más emotiva, al alertar con la voz rota: "No es día para aplausos. No hay vencedores ni vencidos. Hemos fracasados todos".

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