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Luis Carlos Peris
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EL PSOE tenía previsto celebrar su congreso federal ordinario a partir del próximo otoño. En el caso de que Pedro Sánchez dimitiese como presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, el partido tendría que convocar un congreso extraordinario, que incluiría la celebración de elecciones primarias para decidir al nuevo secretario general.
Las personas que podrían relevarle no son muchas, debido a que Sánchez ha construido un partido muy personalista que, además, ha perdido mucho poder territorial, de tal modo que no tiene presidentes autonómicos o alcaldes destacados que quisieran dar ese paso. Hay que tener en cuenta un hecho: si Sánchez dimite el lunes, tras comunicárselo al Rey, se quedaría como presidente en funciones hasta que o bien el Congreso eligiese un nuevo líder o se convocasen de modo oficial las elecciones.
Por tanto, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, no sería la presidenta en funciones, sino el propio Sánchez. Todo el Gobierno quedaría en esta situación.
En el caso de que Sánchez se retirase, los sustitutos con más opciones son los siguientes:
La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, forma parte del núcleo más íntimo de Pedro Sánchez. Es la número dos del Gobierno y la número dos del PSOE, ya que Sánchez la propuso como vicesecretaria general el verano de 2022. Con un amplio conocimiento sobre el Gobierno actual y excelentes relaciones con los aliados de izquierdas, Montero también podría servir para ser propuesta por el PSOE como candidata a la Presidencia, aunque para ello necesitaría el aval del partido.
Este apoyo es vital. Montero ha sido una afiliada tardía, cuando comenzó a trabajar en los gobiernos de Manuel Chaves, lo hizo como independiente, aunque finalmente ingresó en el partido. Ella contaría con el respaldo de la federación andaluza si quisiera dar ese paso.
No obstante, María Jesús Montero es una mujer que siempre ha evitado exponer a su familia y su entorno íntimo al criterio de la opinión pública y de la oposición. No está claro que ella decidiese dar ese paso.
La aragonesa Pilar Alegría es la portavoz del Gobierno y ministra de Educación, antes también fue vocera de la Ejecutiva. A Alegría se le ha citado en algunas ocasiones como posible delfín de Sánchez para un futuro. Diplomada en Magisterio, es de 1977, diez años menos que Montero. Pilar Alegría apoyó en su día a Susana Díaz, aunque ahora es una de las colaboradoras más cercana de Sánchez.
El presidente del Gobierno autonómico de Castilla-La Mancha es uno de los críticos a Pedro Sánchez. Se ha posicionado en contra de la ley de amnistía y de las alianzas con los independentistas, y ha participado en reuniones con otros críticos, incluido Felipe González. Es cierto que Sánchez ha ido generando una alianza de críticos entre los viejos notables del PSOE, pero éstos no gozan de la simpatía de los militantes. Susana Díaz, por ejemplo, se ha cuidado mucho durante los últimos meses de reflejar un apoyo a estas tesis. Otro barón crítico, aunque sin poder en el gobierno, es el ex presidente del Ejecutivo de Aragón Javier Lambán.
Page sí puede orquestar a su alrededor un bloque que haga la oposición a lo que quede del sanchismo para hacerse con la secretaría general con él u otro candidato.
Illa sería un buen candidato para liderar el PSOE, pero tiene dos problemas, uno de ellos casi insalvable. Uno de sus problemas es que es militante del PSC, que es un partido distinto al PSOE, por lo que su candidatura a unas primarias podría ser impugnada. Eso estuvo a punto de ocurrir cuando Carmen Chacón, ya fallecida, se presentó como candidata a un congreso federal.
El otro problema de Illa es que su futuro está condicionado por las elecciones catalanas del 12 de mayo. Después de ese día, tendrá que dedicarse a sacar adelante la sesión de investidura en el Parlamento catalán. Es improbable que, si lo consiguiese, diera el salto nacional.
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