La sucesión interminable

Zapatero esgrime la crisis portuguesa y una presión "inadecuada" para no anunciar si repetirá como candidato

Zapatero en el Palacio de la Moncloa.
Zapatero en el Palacio de la Moncloa.
Jorge Bezares / Madrid

27 de marzo 2011 - 05:05

A finales de la década de los ochenta, cuando las tropas de Alfonso Guerra lo tenían cercado por tierra, mar y aire, el entonces presidente de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, espetó con el gracejo que aún le acompaña: "Aguanto más que un buzo bajo agua".

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, está demostrando que soporta mejor, si cabe, que el sevillano la presión de una opinión pública que no lo aprecia en exceso -las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas reflejan una caída en picado de su credibilidad- y de un partido que lo soporta a duras penas. Algún analista ha comparado su situación con la que vivió el ex presidente Adolfo Suárez, a quien la historia absolvió.

A pesar de ser consciente del rechazo que provoca y del daño electoral que está haciendo al propio PSOE, el leonés no acaba de anunciar que no se presentará a las elecciones generales de 2012, tal como parece haber pactado con su sucesor, el vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Cuando parecía que lo haría a finales de enero en la convención autonómica socialista de Zaragoza, el político leonés zanjó drásticamente el debate sucesorio en una alocución que creó muchas expectativas: "No hablamos del futuro del PSOE sino del futuro de España, que es lo importante". Ni que decir tiene que en aquella cita, todos los barones se limitaron a ensalzar el liderazgo "indiscutible" de Rodríguez Zapatero y apostaron por él como candidato en los comicios del año que viene. Eso sí, en el fragor de la adulación, el ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, acabó por presentarlo de cuerpo presente en un epitafio que convirtió en alabanza tras un canutazo de urgencia.

Desde entonces, la omertà declarada en el PSOE sobre la sucesión sólo deja margen para declaraciones de carril como las que realizó el pasado lunes el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, tras reunirse por espacio de una hora con Zapatero en el Palacio de la Moncloa para salvar la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el río Guadalquivir. "Cuando llegue ese río, cruzaremos el puente", dijo. Y defendió que si el actual líder socialista decidiera ser el candidato en 2012, el PSOE andaluz lo apoyaría, y si optara por lo contrario, le respetaría. En un reciente encuentro con periodistas en Madrid, el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, se pronunció en el mismo sentido. Atrás quedaron las manifestaciones públicas, como las protagonizaron el mismo líder socialista extremeño o el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, que apremiaban al leonés a dejar el camino expedito. En un intento por acelerar el advenimiento de Pérez Rubalcaba, tan sólo el ex presidente Felipe González habló claro a principios de febrero en una entrevista en la Cadena Ser: "Si estuviera dentro de la sala de máquinas pensaría que mientras más se acerque la fecha de la confrontación electoral tendría menos margen para decir que no. De eso estoy absolutamente convencido".

Pero esta posición de manual de apoyar al líder hasta el final y por encima de todo y todos dista mucho de ser fiel con la realidad misma de lo que está pasando en el PSOE en torno a este asunto. En privado, dirigentes, ex dirigentes, diputados, ex diputados, senadores, ex senadores, barones, ex barones, zapateristas y antizapateristas esperan con cierta impaciencia que dé definitivamente el paso que permitirá al PSOE buscar un sucesor y afrontar con otro ánimo unas elecciones municipales y autonómicas que se viven como la crónica de una muerte electoral anunciada.

El "respetamos tu tiempo y tu decisión" que le lanzó en Zaragoza como un balón de oxígeno el secretario de Organización, Marcelino Iglesias, empieza a tener fecha de caducidad.

Ahora, superado el último comité federal, el que aprobó las candidaturas a principios de marzo, sin novedades en el frente, todas las miradas y especulaciones se han centrado en la próxima cita del máximo órgano socialista entre congresos, el próximo 2 de abril. Aunque el propio Iglesias descartó el pasado lunes que vaya a ser la fecha de la buena nueva -en teoría, se aprobará el programa-marco electoral, y santas pascuas-, pocos le creen ante la imprevisibilidad de los movimientos de Rodríguez Zapatero en el ajedrez del partido.

Según reconoce un destacado miembro de la dirección federal, "algo parece que había hablado", quizás con Pérez Rubalcaba, pero no se atreve a asegurarlo a tenor de los últimos acontecimientos: la intervención militar de España en Libia y, sobre todo, el posible rescate de Portugal por parte de la UE y el efecto que podría tener sobre la economía española. Por estos motivos y por la obligación de asumir plenamente los resultados de los comicios del 22 de mayo, otros sitúan el anuncio inmediatamente después de la cita electoral para que el sucesor no quede lastrado. Esgrimen también que si lo hace en estos momentos, el PP va a reclamar un adelanto electoral para el otoño alegando una especie de vacío de poder, de interinidad del Gobierno. "Lo hará cuando el adelanto electoral sea inviable, y cuando no perjudique a España", dicen.

El pasado jueves, en el Consejo Europeo de jefes de Estado, todas estas especulaciones se encontraron con una respuesta clara de Rodríguez Zapatero que, a través de sus colaboradores, confirmó esta tesis de la crisis portuguesa y descartó que vaya a anunciar su renuncia en el comité federal del 2 de abril. El líder socialista cree que ahora mismo no puede aparecer ante la UE, los jefes de Gobierno y los mercados como un mandatario capitidisminuido por un proceso de sucesión abierto. Estas fuentes también destacaron que el primer mandatario español aprecia una "presión inadecuada".

A pesar de este nuevo parón, a estas alturas pocos son los que apuestan por un Rodríguez Zapatero acudiendo a las urnas por tercera vez consecutiva. Pero los hay. Los zapateristas más recalcitrantes, entre los que se encuentran algunos que han tenido un protagonismo político inimaginable sin el leonés como primer espada del socialismo democrático español, esperan que la recuperación económica, fruto de las reformas en curso, llegue aún a tiempo para permitirle presentarse de nuevo y volver a derrotar otra vez al candidato del PP, Mariano Rajoy. Las previsiones económica para 2011, con un paro que no acabará de mermar, cortan las esperanzas de este club de fans.

Entre los desencantados con el leonés, un diputado caído en desgracia recientemente, cuando hace siete años era estrella ascendente, mantiene que Rodríguez Zapatero, con su indiscreción en navidades ante los periodistas y con sus "cafés de confesionario" ante el presidente del Congreso, José Bono, está promoviendo toda la rumorología sobre su sucesión para no marcharse. "Embarcó a Rubalcaba y después le dijo que parara. Incitó a Chacón a que se tirara a la arena. Y alimentó las esperanzas de Bono. Todo para presentarse finalmente con la solución, como el elegido para sacrificarse por el partido, para beber el cáliz hasta el final", relata.

Aunque más de un barón socialista dijo en 2010 que "Zapatero debería presentarse o quedará como un cobarde", los 16 puntos que saca el PP al PSOE doblaron la línea roja marcada por el gurú demoscópico de cabecera de Rodríguez Zapatero, José Luis de Zárraga, como punto de no retorno, y le sitúan más en el terreno del inglés Tony Blair de los últimos días en el 10 de Downing Street, que el laborismo tuvo que despedir y vaya usted con Dios, que en el del alemán Gerhard Schröder de 2004 quien, tras completar las reformas estructurales, pudo presentarse aunque fuera para perder ante Angela Merkel.

Es verdad que la cultura política del PSOE sobre el líder es muy distinta a la que impera en el Partido Laborista, incluso la que caracteriza al SPD alemán. Pero el desgaste es tan importante que el relevo en la cabecera del cartel, el cambio de caballo ganador, es de las pocas bazas que le queda al socialismo democrático español para intentar, al menos, paliar unos resultados que la calle y las encuestas auguran que pueden ser incluso peores que los de 2000, cuando Joaquín Almunia dejó la bancada socialista en 125 escaños. A la espera, eso sí, de que la poca confianza que tienen los españoles en Rajoy sirva para salvar los muebles o para darle incluso la vuelta a la tortilla.

Aunque el relevo tenga su raíz en los propios errores cometidos por Rodríguez Zapatero -fracaso en la negociación con ETA, Estatut de Cataluña y reconocimiento tardío de la crisis, entre otros-, su marcha a partir de 2012 entraba dentro de sus planes. Un ex colaborador mantiene que el leonés tenía decidido, en el ámbito familiar no presentarse de nuevo. El incidente con la fotografía con Obama, con sus hijas vestidas de góticas en el centro del huracán político, reforzó, si cabe, la decisión en esa esfera.

Según este antiguo fontanero de Ferraz, el líder socialista elogió en su momento la decisión de José María Aznar de limitar su mandato a dos legislaturas, aunque calificó de "error" que lo anunciara tres años antes de las elecciones generales de 2004. "Él, simplemente, está administrando de otra forma los tiempos", agrega.

De la misma manera destaca que, una vez que anuncie que no se volverá a presentar, Rodríguez Zapatero dejará en manos del partido la elección de su sucesor. Un acto de dedismo similar al de Aznar con Rajoy o al de Felipe González con Almunia es impensable. Una vez enterado de la renuncia, el comité federal del PSOE activará las primarias. Salvo sorpresas -que nadie las descarte-, la Ejecutiva propondrá a Pérez Rubalcaba, que debería ser, en teoría, el único candidato.

Sin embargo, el zapaterismo sin Rodríguez Zapatero sabe que el actual vicepresidente primero no está muy por la labor de ganarse la nominación en una contienda interna, y buscará las primarias. Como primera opción de esta corriente, la ministra de Defensa, Carme Chacón, se deja querer tras enseñar la patita en los actos conmemorativos del 23-F, y recolecta apoyos y elogios a diestro y siniestro. El último le llegó el pasado miércoles desde las filas enemigas, de José María Barreda, en un acto más de cortesía que de apoyo. Aunque todo hace indicar que su escenario más propicio es 2016, la catalana deshoja la margarita. Como principal escollo para forzar unas primarias está el propio Pérez Rubalcaba, un muro que parece infranqueable para una mujer a la que le sobra vídeo y le falta audio, sin olvidar la necesidad de recabar el aval del 10% de la militancia, unas 40.000 firmas en 15 días, para hacer efectiva su candidatura.

En las mismas filas de Nueva Vía, el ex ministro de Justicia , Juan Fernando López Aguilar, y el ex ministro de Trabajo y diputado salmantino, Jesús Caldera, velan armas y se mantienen a la expectativa de la decisión final de Chacón. En una situación similar, pero ideológicamente en las antípodas, se sitúa Bono, que, en el caso de que Rubalcaba renunciara, no dudaría un minuto en lanzar su candidatura.

Entre los actuales barones socialistas sólo el actual lehendakari, Patxi López, cuenta con un escenario político propicio. Fernández Vara no tiene intención de abandonar la presidencia de Extremadura y Tomás Gómez comparecerá lastrado por una casi segura derrota ante Esperanza Aguirre que no es la mejor carta de presentación para lograr el apoyo de la militancia.

Por lo pronto, Zapatero sigue ahí, administrando su ocaso, aferrado ahora a la crisis portuguesa, convirtiendo la sucesión en una historia interminable por España y el PSOE.

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