Puigdemont pierde su capacidad de exprimir, las elecciones son posibles en 2025

Al Gobierno no se le acaba la paciencia, con Sánchez puede aguantar esta derogación del decreto y más, pero el escenario del adelanto es real

Con las pensiones no se juega, el PP le da una ventana de oportunidad al Gobierno, aunque no es suficiente

Video de Juan M. Marqués: ¿Es posible el adelanto?

María Jesús Montero, este jueves en Fitur.
María Jesús Montero, este jueves en Fitur. / Luján/EP

"En ningún caso". Ésta es la respuesta oficial de Moncloa, lo que la vicepresidenta María Jesús Montero ha defendido este jueves en Fitur, en ningún caso el Gobierno de Pedro Sánchez están pensando en un adelanto electoral. No cabe otra, nadie anuncia un adelanto por anticipado, este Gobierno es capaz de aguantar esto y más, pero la debilidad parlamentaria de Pedro Sánchez y la ausencia de Presupuestos un año y medio después de comenzar la legislatura llevan a pensar que la convocatoria es posible, y así lo piensan algunas fuentes consultadas en el PSOE. De hecho, la elección de la propia María Jesús Montero como líder de la federación en Andalucía abunda en la tesis de que Sánchez quiere contar, al menos, con todo el partido en perfecto estado de revista por si hay que apretar el botón.

A Puigdemont se le ha acabado el recurso de exprimir al PSOE, lo ha utilizado tanto desde el verano de 2023 que el instrumento no da más de sí. La unión temporal que Junts abrió el miércoles pasado con el PP y Vox para tumbar el decreto ómnibus que llevaba aparejado, entre otras, la subida anual de las pensiones y la bonificación del transporte no es un hito más; no es el definitivo, pero a los socialistas se les ha acabado la confianza. No la paciencia, porque como ha explicado María Jesús Montero, el Gobierno intentará ahora reformular las partes del decreto que concitan mayor "consenso", pero no hay ninguna confianza en que Junts esté dispuesto a aprobar los Presupuestos Generales del Estado en 2025. Y a esto hay que añadir los nuevos intereses de Podemos, que observa cómo el hundimiento sin suelo de Sumar puede otorgarle un pequeño pero sonado renacimiento.

A Sánchez le haría falta una ventana de oportunidad, una foto de Colón como la que le regaló Ciudadanos aquella mañana con el PP y Vox, y la derogación del decreto cuenta para ello pero no es suficiente. Con las pensiones no se juega. El decreto ómnibus es un trágala del Gobierno, un tren interminable de remiendos con el que parchear la falta de Presupuesto, pero incluía la revalorización del salario mensual de 11 millones de españoles. El PP y Junts quieren ahora enmendar el rechazo del Congreso con sendas proposiciones en el Congreso para salvar la revalorización de las pensiones y la bonificación del transporte, pero el Gobierno parece esperar, al menos, hasta marzo, cuando los jubilados comprueben que el incremento que están cobrando estos días desaparece por un desacuerdo parlamentario.

El PP va muy por delante del PSOE en todas las encuestas, nadie convocaría elecciones con este horizonte, pero Sánchez es un dirigente temerario al que suelen salir bien las operaciones más arriesgadas. Todo en él es puerta grande o enfermería, que diría un taurino, y en esta ocasión carece de asideros para prolongar por la vía ortodoxa esta legislatura. Ni hay Presupuestos ni hay aliados suficientes, aunque sólo él puede apretar el botón.

Es de esperar que a Puigdemont le entre ahora el vértigo. Sin una sentencia sobre el Constitucional sobre la Ley de Amnistía, y ésta sólo llegaría en el mejor de los casos poco antes del verano, el prófugo es reo en Waterloo. Desde Bruselas asiste a la consolidación de Salvador Illa como presidente duradero de la Generalitat. En Cataluña se están produciendo reajustes tectónicos, la normalización política ha precedido a la económica, el Banco Sabadell regresa desde Valencia y CaixaBank puede ser la próxima, Illa puede ser el presidente de la reconciliación, nadie echa de menos a los posconvergente, ni siquiera los empresarios.

El otro aliado que no le sirve al Gobierno es Podemos. Sumar es un desastre electoral, Yolanda Díaz tiene ya contestación interna y la sociedad muy limitada de Pablo Iglesias tiene la humana tentación de ir en solitario a unas elecciones generales. Es el momento, aunque la situación de deterioro de Sumar seguirá durando durante muchos meses. Antonio Maíllo, empeñado en la reunificación de las fuerzas a la izquierda del PSOE, intenta lo contrario, el cordobés es un buen aliado del Gobierno, con quien comparte la opinión de que un adelanto sin un nuevo proyecto es una operación suicida.

Pero también lo fue el adelanto electoral posterior a la debacle de las elecciones locales y autonómicas del 28 de mayo. Sánchez sólo puede aspirar a reeditar una mayoría que impida el Gobierno del PP y de Vox, los aliados de Trump en España, y para ello aún necesita tapar el boquete andaluz. En Cataluña, el resultado aún podría ser mejor que el de 2023 y en Valencia mejoraría tras la gestión que Mazón ha hecho de la dana, pero Andalucía le sigue fallando.

La operación María Jesús Montero es eso, la vicepresidenta es el mejor cartel para lo que pueda venir, sean unas generales o las autonómicas de 2026, es una solución a corto plazo que vale para el medio, pero que, difícilmente, aguantará el largo si ella quiere seguir siendo la número dos del Gobierno y la ministra de Hacienda. La Montero ya está aquí, y su primera orden ejecutiva es que no quiere prolongar las diatribas en las provincias, antes de Semana Santa tendrán que celebrarse los congresos en los ocho territorios, el partido den estar en modo On. Para lo que sea.

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