El PSOE, en formación de tortuga

Dietario de España

La creación del marco mental, judicial y político del Estado de la corrupción le quita a los socialistas el control de la agenda y los obliga a adoptar una estrategia defensiva

Pedro Sánchez comparece en el Congreso.
Pedro Sánchez comparece en el Congreso. / Borja Sánchez-Trillo / Efe

01 de diciembre 2024 - 05:36

Con aroma a los noventa pero con muchos menos mimbres reales, un temporal político, judicial y mediático arrecia contra La Moncloa. Desatado hace tiempo el frente político, los jueces afinan sus autos de investigación con maestría y muchos medios anuncian cada mañana un apocalipsis que, en todo caso, será de menor cuantía respecto al apocalipsis del día siguiente. El PSOE ha encadenado una nueva mala semana. Repuesto de la alambicada negociación del pacto fiscal y del susto del nombramiento de Teresa Ribera como comisaria europea, sigue lidiando con el serial de Aldama, que aprieta para los adentros. Todos los mencionados por el empresario corrupto confeso han acudido ya al juzgado para defenderse de lo que consideran una calumnia en serie.

El perro flaco

Y como suele ocurrir al perro flaco con sus pulgas: los socialistas también encadenan un error no forzado. El berenjenal absurdo en el que se metió el ya políticamente fenecido Lobato. El ex líder del PSOE madrileño acudió a un notario para acreditar una conversación con la persona de confianza de Óscar López cuando era jefe de Gabinete de Sanchez y establecer que ella le había filtrado la información sobre los expedientes que acreditaban los delitos de la pareja de Ayuso. Es de las cosas más raras que se han visto en política en mucho tiempo. Un hallazgo estratégico. Un uppercut dirigido contra su propio partido que ha terminado por golpearlo a sí mismo. A esta hora se ignora si fue un ardid defensivo u ofensivo, si fue drama o comedia, tan desmañada fue la maniobra. Duró unas pocas horas en el cargo Lobato, pero ha enredado aún más al PSOE en este caso que empezó con el fraude admitido de Gonzalez Amador y la filtración del expediente, por el que está investigado el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.

En fin, bonito lío. Sumen la decisión de una juez de instrucción de Badajoz de investigar al hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez, director de la Oficina de Artes Escénicas de la Diputación de Badajoz y al líder del PSOE Extremadura y presidente de esa corporación provincial. A ellos y a siete técnicos más los acusa de presuntos delitos de malversación, tráfico de influencias y contra la Hacienda Pública. Quedamos pendientes del próximo estreno semanal.

Un engranaje bien engrasado

Se está dibujando el gran fresco de la corrupción en el Estado judicial del que hablaba en esta páginas hace unos días Juan Manuel Marqués. Muchos se frotan las manos con la idea del regreso de la Tangentópolis española. Los juzgados echan humo y es inevitable observar cómo los acontecimientos parecen parte de un engranaje sólido, engrasado y bien financiado. Los mismos actores están en casi todas las causas como acusación particular: Hazte Oír, la Fundación de Abogados cristianos, Asociación Liberum, Iustitia Europea y el incombustible Miguel Bernad, el ultraderechista del Frente Nacional condenado (y absuelto después por el TS) a cuatro años de prisión por extorsión y estafa, fundador de Manos Limpias, una organización que se define como sindicato aunque no tiene representación en un solo centro de trabajo de España. Sus denuncias van desde el 11-M, el rescate de la aerolínea Plus Ultra, el caso Nóos, las denuncias a Begoña Gómez o la que ha permitido abrir una causa penal contra la presidenta de la Aemet por homicidio imprudente en la gestión de la DANA de Valencia.

Esa figura de la acusación particular –España es el único país donde además de la Fiscalía o los perjudicados cualquiera con ganas y medios puede acusar a quien quiera– está dando magros resultados a la derecha, que encuentra en muchos jueces a sus cooperadores necesarios. Sabido es que vivimos en el tiempo de las percepciones, que avasallan a los hechos. Así que las más de las veces el resultado final de una sentencia, transcurridos unos años, tiene menos trascendencia política que el manejo de una imputación e incluso de un informe de la UCO, que se convierte en según qué manos en una precondena. Los objetivos básicos de desestabilizar se cumplen con el meneo que sufre el prestigio y la honra de cualquiera incurso en un proceso judicial y cuyo nombre se rotula en los medios con letras rojas.

Colaborar con la justicia

Otros jueces y fiscales tienen menos empacho en sacar de prisión a quienes cumplen con esa figura legal y retórica de "colaborar con la justicia", como ha hecho el bueno de Aldama, quien acusó a varios dirigentes del PSOE y del Gobierno de recibir sobornos (o engrases, que diría un colombiano). A las puertas de la prisión, ya libre, Aldama prometió pruebas. Al juez y al fiscal no parecieron interesarle mucho las pruebas como condición sine qua non para soltarlo y evitar un destrozo que igual es irreversible en la vida de mucha gente y en las expectativas de un partido y el futuro de un Gobierno. La delación tiene premio en España y será bueno para el interés general pero al neófito le parece que tanta generosidad con el delator sin prueba alguna es una blandura del sistema.

Queda dicho, se está impulsando de nuevo la idea del gran estado de la corrupción. El país donde todo es putrefacto. De cómo evolucione esta descarga diaria y de cómo se resuelvan estas causas dependerá la legislatura más que de los presupuestos. Hay casos como los de Ábalos y Koldo que muestran indicios serios en grabaciones, autoconfesiones de sobornos y otras maniobras orquestales y sobre cuyo futuro judicial hay menos dudas. Otros, como el de Begoña Gómez, arrojan serias dudas sobre su trascendencia penal. Pero todo suma. Con la biomasa política se hace combustible electoral.

Cierre de filas

Para el PSOE este nuevo estado de cosas le abre frentes indeseados: la pérdida del control de la agenda política, la necesidad de establecer una estrategia defensiva descuidando las cosas de comer, la modificación de su discurso, le exige un esfuerzo extra para despejar la sensación de inestabilidad y habilidad para administrar el debate público en su contra. El congreso federal de este fin de semana no iba de profundizar en la apuesta programática, por mucha chicha que tuviera la ponencia marco ni por muchas espinas clavadas como la financiación, la debilidad territorial del partido, la investigación por corrupción a un ex ministro y ex dirigente del PSOE como es Ábalos o el frente interno. Tampoco va de la redefinición del socialismo democrático del siglo XXI. El congreso que concluye hoy va del cierre de filas con el foco en la supervivencia. En un consolarse mutuo de los dirigentes de toda España y en un conjurarse para resistir. Así, el PSOE tras la cita de Sevilla se dispondrá en formación de tortuga, esa ingeniosa estrategia defensiva romana que obliga a los hombres a resistir hombro con hombro amparados y protegidos bajo los escudos mientras cae una lluvia de piedras desde todos los frentes.

Sólo quedan cuatro gobiernos que puedan llamarse socialdemócratas aún con matices en la UE: España, Alemania, Dinamarca y Malta. Alemania –con los conservadores dentro– puede dejar de serlo en breve. Malta tiene mayoría absoluta y en Dinamarca gobierna una gran coalición en la que están también los liberales y los moderados. La UE se desplaza hacia la derecha y la extrema derecha. La pérdida de España dejaría a la socialdemocracia europea definitivamente desdibujada. El PSOE defiende algo más que su delicada posición nacional.

La cajera del supermercado y el juez

La democracia nos iguala a todos pero a unos los iguala más que a otros. Es lo que piensa Eloy Velasco, juez de la Audiencia Nacional, quien se siente muy igualado pero por la parte de arriba, no sé si me entienden. "Nos intentaron explicar qué es consentir…a un jurista, que llevamos desde el Derecho Romano sabiendo lo que es el consentimiento (..) y mil cosas más que nunca aprenderá Irene Montero desde su cajero de Mercadona". Hay tantas patologías en la opinión del juez que casi dan ganas de llamar a un equipo multidisciplinar para su disección. Pero la más grave es la subyacente: todos no somos iguales a la hora de ejercer nuestros derechos políticos. Con esa apelación despótica –para el pueblo pero sin el pueblo– a que la democracia no es un sistema básicamente igualatorio ya valdría para sospechar que tras esa toga y sus sentencias habrá prejuicios de índole mayor.

Pero hay más. Es el profundo desprecio al esfuerzo de quienes se pagaron sus estudios trabajando. De cajeras de supermercado, recogiendo cosechas, levantando tabiques o cuidando a personas mayores. Lejos de valorarlo, lo denosta. Le da igual que Montero se licenciara en Psicología. Para Velasco siempre será una cajera de supermercado y sus aportaciones políticas, propias de una señora que sólo sabe meter un cuarto de cebollas en una bolsa. Mientras haya un juez diciendo esas estupideces podremos concluir que el trabajo de la democracia aún no está concluido.

Consentimientos... y minifaldas

Experto en consentimientos que no recuerda que esa ley obedeció a que otros expertos en consentimientos togados se sabían la teórica romana pero no supieron aplicarla, como el juez del caso de la minifalda, que convirtió en poco menos que una broma el acoso sexual de un empresario porque la empleada lo provocaba al llevar minifalda; o la juez de Vitoria que le preguntó a una víctima de abusos sexuales si había "cerrado bien las piernas"; o el de la audiencia de Lérida que condenó a dos hombres por abuso y no por agresión sexual porque la víctima no chilló ni se resistió lo suficiente. Una ley que trata de evitar párrafos como ese del contrato de consentimiento sexual que utilizan algunos futbolistas y que se corona con su definición de "violación accidental" explicando que "cualquiera de las partes, siendo hombre, puede sin culpa y sin intención penetrar un orificio femenino". Como si fuera un gol de rebote, un tropezón sin maldad al entrar en el ascensor. Se supone que algún experto en consentimientos ha debido redactar esa cosa. Expertos en consentimientos tiene la iglesia judicial española.

Y Velasco, de paso, se permitió cuestionar la legitimidad del Gobierno recurriendo a que no ganó las elecciones. Sabe tanto el juez de consentimientos de raíz romana como de quien elige al presidente del Gobierno tras unas elecciones legislativas en las que se elige a un Parlamento, que es quien decide en aras del juego posible de pactos, mayorías y minorías, sin que el resultado final le reste un ápice de legitimidad. Pero en España cuando se abre la espita del "todos contra el felón" se abre a tope. Bienvenido a la cabalgata del humor, juez.

BREVERÍAS

Junts, el CNI y los islamistas

Entre los disparates más recurrentes de Junts –y son muchos– el más inquietante es el que sostiene que el CNI sabía que los terroristas islamistas iban a perpetrar atentados en Barcelona y Cambrils en agosto de 2017 y no lo impidieron para darles algo parecido a un escarmiento a los independentistas, que gobernaban Cataluña. O sea, que el Estado permitió que murieran 17 personas. El problema es que estas patrañas se están dilucidando en la llamada comisión de investigación sobre el derecho a saber la verdad en el Congreso de los Diputados, que como su nombre indica parte de la idea de que lo conocido es mentira. El PSOE se tragó esa bola para garantizarse la presidencia de la Cámara Baja. Una concesión a las obsesiones indepes que no debió permitirse. Un error grave. El CNI al desnudo y Waterloo feliz. La filósofa y politóloga Judith Shklar sostiene que "la democracia liberal no puede permitirse el lujo de la sinceridad pública". Sí, obvio. Si el CNI se entrevistó con el imán de Ripoll nos importa una higa, con perdón. ¿Qué ganamos radiografiando el trabajo de los servicios de inteligencia salvo que sus procedimientos conculquen las leyes? Nosotros nada, los indepes logran una pequeña cuota de venganza al debilitar la posición del CNI y curan un poquito su resentimiento.

El PP, un partido paria en Bruselas

Como quien no tiene familia ni pertenece a una gran familia, el PP ha votado esta semana en contra del Gobierno europeo, pese a que tiene dentro a catorce comisarios de su familia política, incluida a la presidenta, Ursula von der Leyen. Esa pulsión antisistema del PP con tal de escenificar su rechazo a Teresa Ribera, vicepresidenta de la CE, en un intento de tapar sus responsabilidades políticas en Valencia es ridícula. Impropio de un partido de Estado, que debería distinguir cuáles son las cosas de comer con las que no se juega.

Ayuso desayuna socialistas por la mañana

La presidenta de Madrid, impar líder política, devora a cuanto candidato le echan por delante. Lobato ha sido el último en caer. En Madrid ya sucumbió Ángel Gabilondo. Y Pablo Iglesias, y Errejón; y Mónica García, que se fue corriendo a un Ministerio; y han caído Rocío Monasterio e Ignacio Aguado. La lista es larga. La izquierda en particular tiene un boquete negro en la comunidad de Madrid. El PSOE, que quema candidatos en Madrid al mismo ritmo que Jesús Gil despedía entrenadores, debería preguntarse si piensa ganar de nuevo algún día, algo que no ocurre desde que Leguina venció en unas elecciones en 1995, casi treinta años hace ya, si exceptuamos que Esperanza Aguirre le robó las elecciones a Simancas en 2003 gracias a dos tránsfugas a los que se tragó la tierra. Dado el ecosistema actual de la política, Ayuso es la más dura de pelar y la que tiene mejores condiciones para encabezar una candidatura nacional de todas las derechas llegado el momento, que puede llegar tras el triunfo de Trump y las corrientes que se desatarán con dos herramientas aglutinadoras globales: ideología y financiación.

Pesimismo en vena

Malos tiempos para el optimismo. La encuesta del CIS que acaba de publicarse explicita un estado depresivo y con escasas expectativas de futuro entre los españoles. Se diría que no vivimos nuestro mejor momento. Hay una opinión generalizada respecto a que dentro de diez años las cosas irán a peor: más paro, más divorcios, más cáncer, desastres naturales provocados por el cambio climático, mayor consumo de drogas, epidemias y delincuencia; la soledad y el desamparo irán en aumento y las creencias religiosas se desplomarán. Hay pocos datos buenos: la mayoría de los encuestados espera menos vínculos familiares y una caída más pronunciada aún de la natalidad. En lo positivo, los ciudadanos esperan más tiempo libre para el ocio y más teletrabajo. Distópica España. Sólo hay dos posibles elementos que induzcan a cierto optimismo: saber que la mayoría admite que son influenciados por las redes sociales e internet (lo cuál relativiza la certeza de esos vaticinios) y que el CIS casi siempre se equivoca.

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