Perfil de Alfonso Fernández Mañueco: Un charro nada churrigueresco
Sin grandes virtudes ni fluidez expresiva, Mañueco, que no sale del 13-F bien parado, ha copado puestos de relevancia en su ciudad, provincia y región
Fuera de Castilla la Vieja, ¿alguien conoce a Alfonso Fernández Mañueco? Pocos. Es, sin duda, el barón regional del PP con menos empaque, lejos de la talla política de Alberto Núñez Feijóo, a un mundo del carisma y el rock and roll que desprende Isabel Díaz Ayuso, con menos relevancia en su región que Fernando López Miras en Murcia y Juan Jesús Vivas en Ceuta e incluso más anodino que Juanma Moreno, quien ha sabido en estos tres años de Gobierno andaluz mostrarse como un dirigente con peso a través de la moderación.
A Mañueco (Salamanca, 1965), un sinsorgo, un pan sin sal, lo apodan el Muñeco por sus pocas habilidades oratorias y escasa empatía, por su poca presencia; de hecho, en estos dos años de pandemia, su vicepresidente y rival de Ciudadanos, Francisco Igea, ha cobrado mucho más protagonismo, también por su condición de médico pero sin obviar su pico de oro en comparación con el presidente de Castilla y León. Es un charro nada churrigueresco, el estilo barroco de la imponente Plaza Mayor de su ciudad, donde fue alcalde durante siete años en sustitución de Julián Lanzarote, un dirigente con más enjundia.
No obstante, detrás de esa fachada sosa asoma un hombre de partido, no de departir, al que le ha ido de fábula. Militante de Nuevas Generaciones desde los 18 años, ha sido concejal, presidente de la Diputación salmantina, consejero de la Junta de Castilla y León, alcalde y desde 2019 jefe del Ejecutivo de su comunidad, a pesar de que su antecesor, el burgalés Juan Vicente Herrera (18 años al mando de la región), impulsor de su despegue político al nombrarlo segundo del PP regional en 2002, apostó por Antonio Silván, a quien arrolló en las primarias. Ganó Mañueco, triunfó el candidato de Génova propuesto por Fernando Martínez-Maíllo.
Su estreno en 2019 como aspirante a continuar con el dorado legado de los populares en las autonómicas fueron muy malos: 29 diputados frente a los 42 de la convocatoria anterior, pero como en otras regiones, al PP le salvó la suma con Ciudadanos. En este caso, con mayoría absoluta, lo que implicaba no necesitar a Vox. El triunfo en las urnas del socialista Luis Tudanca no le valió para arrebatar uno de los fortines del PP junto a Galicia y Murcia.
Dio un golpe en la mesa el 20 de diciembre anticipando las elecciones al 13 de febrero y culpó a Igea, a quien acusó de estar pergeñando una moción de censura con el PSOE para desalojarlo del poder. Lo mismo que hizo Ayuso en Madrid, pero la jugada no le ha salido igual de redonda que a la madrileña porque ella sí reventó los mejores pronósticos y no necesitó de la ultraderecha para seguir al mando;es más, le sirvió de trampolín para pugnar por el liderazgo nacional.
Su exigua victoria este 13-F lo condena a gobernar en coalición con Vox sí o sí, amén de dejar fuera del tablero a un partido moderado como Ciudadanos. Y en poco más de un año, vuelta a las urnas tras este experimento del que ha salido malparado.
Conocidas son, asimismo, las tiranteces de este político que presume de tranquilo, como su amigo Mariano Rajoy, con la mano derecha de Pablo Casado, Teodoro García Egea, pero por ahora ha salido indemne de los pulsos con el secretario general y ha potenciado su relación con Madrid, siendo el único barón que acudió a la presentación del libro de Rajoy en la capital y viendo in situ el reencuentro del presidente del PP con Ayuso.
Estudiante del Maestro Ávila de la muy salmantina calle Fonseca y licenciado en Derecho, Alfonso, el menor de ocho hermanos, lleva en la sangre la política. Su padre, Marcelo Fernández Nieto, magistrado, fraile dominico y abogado falangista, desarrolló una notable trayectoria impulsada por el régimen franquista: fue alcalde de Salamanca entre 1969 y 1971, procurador en Cortes (1967-1977) y gobernador civil de Zamora.
Fina, su mujer, no ha variado su forma de vida por más que su marido lleve dos años y medio en Valladolid como jefe del Ejecutivo regional. Ella ejerce como secretaria del Ayuntamiento de Villoria, un pueblecito a 25 kilómetros de la capital charra. Tienen dos hijas veinteañeras, Ana y Loreto: la mayor oposita al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado y pertenece a NNGG; la pequeña estudia Administración de Empresas en la Universidad de Salamanca.
Muy aficionado a los toros (ahí sí puede competir con los políticos de Vox, que ondean la bandera de la tauromaquia), presume de su pasión por el Real Madrid, confesión que le costó algún disgusto por coincidir la disolución de la Unión Deportiva Salamanca (2013) con su etapa como alcalde de la ciudad.
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