Pilar Cernuda
¿Llegará Sánchez al final de la legislatura?
Dietario de España
Septiembre no marca el comienzo del curso político como antaño: la política posmoderna ya no va de almuerzos con los militantes para lanzar el primer discurso en domingo soleado ni de la foto bucólica jugando al dominó con los paisanos en Quintanilla de Onésimo. Septiembre es el comienzo de un nuevo paseo sobre una alambrada de espino. Hacer quinielas con Sánchez es un deporte de riesgo. Pero el análisis de situación indica que la coyuntura cada vez dificulta más la continuidad del actual Ejecutivo. Así y todo, la cautela y una mirada 360 ayudan a enfocar mejor.
Conservar la heterogénea mayoría parlamentaria es cada vez más complicado especialmente por la imprevisibilidad de Junts, abonado en exclusiva a la aplicación de la amnistía, que como se barruntaba no está en manos exclusivas del Ejecutivo. Sin olvidar el factor Ábalos, en posición de venganza y con un voto que puede valer oro.
Si Puigdemont baja el dedo definitivamente, Sánchez no tendrá ni presupuestos generales para 2024 ni nuevas leyes. ERC tiene menos estímulos para tumbar al Gobierno: su pacto con el PSC depende de la continuidad del mismo. Sin nuevas cuentas públicas ni producción legislativa un gobierno carece del impulso necesario para justificar su continuidad. Puede seguir mientras no haya una improbable moción de censura, pero el encefalograma será cada vez más plano. Aunque algunos expertos dudan de la constitucionalidad de prorrogar las cuentas por segunda vez, no sería la primera ocasión en que se hace: el propio Sánchez estiró los presupuestos de 2018 aprobados por Rajoy hasta 2020. Y en este caso sería la sexta vez que se prorrogan presupuestos en una década, desde que emergieron fuerzas a derecha e izquierda modificando las agendas del PSOE y el PP.
El Gobierno presentará los presupuestos antes del 30 de septiembre, fecha límite, con Junts en su rol de impredecible. A cada ocasión le hace cicatrices al Gobierno. Con un socio así, qué puede salir mal.
Los apoyos parlamentarios son la clave de bóveda, pero, al margen, Moncloa tiene abiertos demasiados frentes como para cerrarlos todos con éxito. El acuerdo del PSC con ERC para hacer presidente a Illa ha sido una buena noticia –la presidencia de un no independentista– dentro de una malísima: la salida de Cataluña del régimen común y la concesión de un sistema similar al vasco o navarro. ERC lo llama concierto; el PSOE, financiación singular. Borrell lo llama concierto, evidenciando la posición de una buena parte del PSOE en este asunto, incluido al PSOE de Aragón, que ha sido el primero en rechazar formalmente el acuerdo de la financiación. La deformación de la realidad siempre empieza por el lenguaje. Ya conocen el adagio periodístico –atribuido a Cronkite, Bradley e incluso a Talese– que indica que si camina como un gato y maúlla como un gato seguramente es un gato.
La limitación de la solidaridad es un cambio sustancial en el modelo y cuestiona la esencia del mismo. Es lógico que la vicepresidenta niegue la mayor, pero lo que reza en el acuerdo pactado unilateralmente con ERC al margen del Consejo de Política Fiscal, es que se concede potestad normativa tributaria a Cataluña, al igual que en el País Vasco y Navarra. Son hechos. Posiblemente, la baza no declarada del Gobierno será repartir un chorro de millones para compensar al resto de las comunidades. Pero esa lluvia graciosa de dinero público solo evidenciará más el problema: mientras que las CCAA del régimen común dependerán de la voluntad, la coyuntura que afecte a un gobierno determinado o de que haya dinero en la caja, los catalanes ya lo tienen asegurado por ley. Lo que no han pedido los independentistas es el traspaso de las competencias en pensiones: los españoles aportan 5.000 millones de euros para los pensionistas catalanes. Esa parte no interesaba, obviamente. España nos roba, pero un poco menos.
Hay otro aspecto relevante para militantes y votantes socialistas: ni la amnistía ni la financiación catalana como está planteada figuraban en ningún programa electoral ni en el credo del partido. Se supone que siguen vigentes las apuestas por el federalismo recogidas en la Declaración de Granada (2013) precisamente como un intento de retener al PSC dentro de la marca, ratificada y ampliada en la Declaración de Barcelona (2017) –“por el catalanismo y la España federal”– y consolidada en el programa electoral de Pedro Sánchez de 2019, que se remitía a estas declaraciones. ¿Puede permitirse el PSOE hacer saltar por lo aires todo su corpus ideológico dando un paso definitivo hacia un confederalismo o a un federalismo asimétrico? ¿Puede hacerlo sin llamar al partido, a sus dirigentes, a debatir y apoyar el giro estratégico obligado por las circunstancias? ¿Puede hacerlo al margen de sus votantes? ¿Ignorando la tradición del partido y de su determinante significado en la democracia contemporánea española? Puede hacerlo obviando y alterando sus posiciones tradicionales? El PSOE funciona hoy así: con un interruptor que se enciende y se apaga desde Ferraz sin ni siquiera avisar a los suyos de que se va a ir la luz.
El Ejecutivo tiene que afrontar además de los presupuestos otros huracanes: probablemente el TC va a admitir a trámite en una semana la cuestión de inconstitucionalidad presentada por el TS contra la amnistía. Y, en cascada, irán llegando los recursos de las comunidades autónomas del PP, del grupo popular, así como la petición de amparo de Puigdemont, quien se siente perjudicado por la decisión de algunos jueces de no aplicarle la ley de amnistía. El 10 de septiembre termina el mandato de Margarita Delgado, que es la subgobernadora del Banco de España y gobernadora en funciones. El Gobierno, a priori, quiere nombrar al ministro Escrivá, lo que amenaza con abrir otro frente institucional.
En los tribunales tiene vivo el caso que afecta a la esposa del presidente, que va a ser estirado al límite por el juez instructor y las acusaciones particulares. Y en el terreno electoral, el PSOE viaja con Sumar en el sidecar. Pero Sumar está en horas muy bajas. El panorama es sombrío: difícil seguir gobernando en las circunstancias que pueden darse, imposible convocar elecciones para jugarse un resultado muy incierto.
Mucho en juego con malas cartas.
Ojalá un efecto llamada
En este asunto tropezaremos mil veces con la misma piedra. La secuencia: el presidente del gobierno viaja a África ofreciendo 250.000 empleos para inmigrantes bajo la fórmula de formarlos en sus países de origen, emplearlos temporalmente y procurar el regreso a sus países una vez acabado el trabajo. Feijóo vaticina un efecto llamada. Ojalá. El Banco de España calcula que España necesitará de aquí a 2053 a 24 millones de migrantes para mantener la tasa de dependencia actual. Ojalá haya un efecto llamada a una migración formada y regulada que aporte al futuro del país. Lo extraño es que Feijóo se agarre al discurso duro de la inmigración secundando a Vox, pidiendo incluso deportaciones a lo Le Pen. Es raro que asuma el marco que le presenta Abascal y coloque la inmigración en el centro de sus discursos: ahí siempre ganará Vox. Sorprendente que renuncie a ocupar el espacio de la moderación que le ceden los ultras. Debe hacer tiempo que Feijóo no habla con empresarios que le cuenten sus dificultades para encontrar personal. Y más extraño es que Sánchez sucumba al discurso de la derecha y coloque en la agenda las repatriaciones de los inmigrantes sin papeles. En España no teníamos un problema con la inmigración pero lo vamos a tener. Tiempo..
La Justicia topa con el mundo virtual
Una señora de 74 ha sido estafada por un tipo que creó una imagen por Inteligencia Artificial con el rostro de un guapísimo presentador de la televisión italiana. Mediante lisonjas y promesas de amor eterno por whatsapp, el ínclito terminó sacándole 22.000 euros a la señora viuda. Pese a la denuncia de ella y la investigación de los mossos d’esquadra, el juez le dio carpetazo al asunto porque el teléfono del tipo, una vez descubierto, ya no está activo ni pertenece a nadie. La justicia no puede detenerse en un procedimiento tan sencillo como es identificar al antiguo contratante de una línea de móvil. Es una estafa de tomo y lomo, sea virtual, real o mediopensionista.
Finlandeses felices
Los finlandeses son los más felices del mundo según el índice de Oxford y Gallup. La receta: contacto con la naturaleza, lectura, países, meditación, actividad física, creación artística, café caliente por la mañana, tomárselo todo con humor, paz, bienestar, buenas compañías, resiliencia y saber decir que no. Cualquier paisano sureño que haya estado en Finlandia compartirá la idea de que en aquel clima es difícil ser feliz. Pues ya ven que no. Y las recetas son aplicables en cualquier lugar del mapa. Finlandia era un país pobre hace un siglo. Hoy es un país rico, con derechos sociales consolidados. Sisu, le llaman: es una expresión que en finés remite a la tenacidad, el estoicismo, la resiliencia y la voluntad. Una especie de coraje nórdico. Mucho hablar de su sistema educativo y la clave va a estar en saber vivir en paz, con inteligencia natural y sabiendo decir que no. No parece tan difícil.
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