La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Alrededor de 500 radicales están detrás de los altercados violentos que estos días asolan las calles de Cataluña, sobre todo de Barcelona, un núcleo duro apoyado por extremistas de otros países, que utiliza tácticas de guerrilla urbana y que usa la sentencia del "procés" como excusa.
Expertos y fuentes policiales consultados por Efe no tienen duda alguna de que en los disturbios de estos días están participando activamente líderes de grupos de la ultraizquierda y del anarquismo europeo, con "amplia experiencia" en altercados violentos ocurridos en los últimos años en Grecia, Francia, Alemania o Italia.
Dicen estos expertos que muchos de ellos ni siquiera son independentistas ni todos son catalanes, pero les une "el culto a la violencia y al caos urbano".
Estos "jefes" son miembros de grupúsculos muy activos de los llamados "Grupos Urbanos Violentos", bregados en tácticas de "Black Bloc" (bloque negro) plasmadas en manuales de fácil acceso que explican cómo provocar disturbios callejeros.
El Centro de Estudios e Iniciativas sobre Discriminación y Violencia (CEIDIV) lleva años analizando este fenómeno y ha constatado que lo que está ocurriendo en las calles de Cataluña no es más que el uso de esas tácticas justificadas bajo el paraguas del rechazo a la sentencia del "procés" que este lunes dictó el Tribunal Supremo.
Desde el Ministerio del Interior, su titular en funciones, Fernando Grande-Marlaska, atribuyó ayer los incidentes a una violencia minoritaria" que actúa con una determinada estrategia y con un mando" y a la que se dará una respuesta "proporcional y adecuada".
Antes de la sentencia, las fuerzas de seguridad ya habían tenido en cuenta la posibilidad de disturbios y que en ellos participaran radicales de otros países y de otras comunidades autónomas.
¿Cómo son los líderes de esos grupos urbanos? Los estudios del CEIDIV señalan que son personas que comenzaron a radicalizarse en ambientes antisistema de ultraizquierda o de corte anarquista con 13 o 14 años, captados en escenarios como institutos, conciertos de música "politizada violenta", estadios de fútbol, lugares de ocio o redes sociales.
Tras años de "aprendizaje" se convierten en líderes, en "agentes radicalizadores activos". Entre todos ellos han tejido una red informal en Europa, con ideologías diversas, como el marxismo-leninismo, el antifascismo o el independentismo, pero en su discurso más extremista, subrayan los expertos David Docal y Joan Caballero.
Defensores de la "acción directa", han hecho suya la lucha por la independencia de Cataluña porque les "viene bien" para su movimiento, por lo que no han dudado en ayudar a sus "compañeros" catalanes.
Estos "cabecillas" saben modular el nivel de violencia y conocen los protocolos policiales de las unidades de intervención, pero no participan en primera fila, sino que aportan su experiencia aleccionando al resto.
Y no se quedan mucho tiempo en las grandes ciudades para evitar ser controlados por la Policía y por sus brigadas de Información.
Fruto de su experiencia en las calles, los radicales cuentan con manuales de tácticas "Black Bloc" en los que se explica cómo provocar disturbios callejeros y no ser detenido.
Así, aconsejan" vestir de negro para dificultar su identificación en sus acciones casi siempre de noche, que se marche en pequeños grupos para no llamar la atención de la Policía y que se aproveche la "masa" para incitar a otras personas a seguirles en acciones rápidas y vandálicas, como tumbar contenedores y romper mobiliario.
En realidad, preparan un escenario violento donde los contenedores serán barricadas incendiadas para cortar las calles, las botellas depositadas en el reciclaje se convertirán en armas arrojadizas a la Policía... Todo valdrá para llegar al caos.
Instrucciones que emanan de estos "dirigentes", colocados durante los disturbios en una segunda línea, pendientes del teléfono móvil para, a través de canales cerrados de Whatsapp o Telegram, seguir dándolas a los responsables de cada comando, desperdigados en grupos pequeños de quince o veinte miembros y camuflados entre los miles de manifestantes.
A la señal pactada, cada grupo va creando el caos y la confusión. Se enciende una mecha a la que, en ocasiones, se unen otras personas que, en principio, no se habían planteado participar en los disturbios, pero que escudados en el anonimato de la multitud secundan la violencia.
Docal y Caballero explican a Efe que estos líderes no suelen tener trabajo conocido. Algunos se ganan la vida trapicheando con drogas o transportándolas al norte de Europa, donde pueden multiplicar el valor del hachís, el éxtasis o la cocaína, y otros a los robos con fuerza.
Otros tienen grupos musicales que interpretan canciones con letras que adoctrinan en el odio. "Odio al poderoso, odio al capitalista, odio al policía...", recalcan los expertos del CEIDIV.
Entre ellos también hay quien gana dinero lícitamente, como abogados que defienden a jóvenes antisistema, o líderes de grupos ultra de fútbol que pueden vivir con cierta holgura gracias a las cuotas de los socios y el "merchandising".
Los expertos subrayan que a los miembros activos de estos grupos les da igual si la manifestación que aprovechan para protagonizar disturbios es sobre la independencia de Cataluña, por la victoria del Barça o por la celebración de la cumbre del G8.
"Cualquier excusa es buena para romper la convivencia de la zona que revientan. Quieren ver arder las calles. Esto no es una protesta, esto es violencia", apostillan Docal y Caballero.
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