La mesa de mírame y no me toques de ERC y PSOE
Negociaciones para la formación de Gobierno
Los socialistas se sientan con ERC con un martillo en una mano y un destornillador en la otra
Ya se han sentado a la mesa y no han probado bocado de consenso, se han limitado a chocar las copas para brindar por la voluntad de un entendimiento que ambas partes auguran en próximos encuentros; tal vez la cosa acabe bien, aunque el riesgo de que todo se venga abajo flota en un ambiente envenenado por los convidados de piedra en la puesta de largo de una gobernabilidad que se resiste a abrirse paso en España desde hace demasiado tiempo.
Podemos reeditó su programa electoral para las elecciones del 26 de junio de 2016 como un catálogo de Ikea. En la primera página, la de Cocinas, aparecía el cabeza de lista por Almería, el ex Jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad) José Julio Luis Rodríguez, en una cocina fregando platos.
El hombre que ha estado al mando de los cuerpos militares del Ejército de Tierra, Ejército del Aire y Armada entre julio de 2008 y diciembre de 2011, el militar que presidía con el Rey el desfile de la Fiesta Nacional -todo un "coñazo" como es bien sabido para Mariano Rajoy, entre otros-, se acabó enrolando como soldado raso en las filas de Podemos y hasta cargó contra aquellos que entienden el patriotismo como una "guerra de banderas".
El ex Jemad es una buena muestra de que nada es para siempre (ni siquiera el pavor a Unidas Podemos, que ha gobernado comunidades y ayuntamientos que aún no se han desintegrado), los tiempos son temporales por muy definitivos que se pongan algunos predicadores políticos sobre la que se avecina, que si esto de pactar por la abisal izquierda conviene a los españoles más que coger la calle de en medio por la que transitaría la derecha en Cataluña, que si esto no puede ir bien de manera alguna , que si estamos en la antesala del apocalipsis.
"Me angustia que los comunistas entren por primera vez en el Gobierno desde la Guerra Civil", rezonga el ex presidente José María Aznar, al frente del comando del desasosiego. A la derecha están abatidos, desesperados hasta la genuflexión, como el eurodiputado de Ciudadanos Luis Garicano, que ha dicho este viernes que espera que la mesa de Ikea no salga adelante y ha pedido "de rodillas" al líder socialista que deje de negociar con quienes "quieren destruir España".
La alarma también ulula a la izquierda, hasta en el seno del PSOE, con la vieja guardia cuerpo a tierra ante la que se avecina. El ex presidente Felipe González augura una inminente crisis de Estado y el ex presidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra amenaza con hacer pedacitos su carné de militante del PSOE si entre Sánchez, Iglesias y los separatistas nos amueblan la casa común y nos desahucian a los españoles del progreso.
El gran culpable de este acabose es, por supuesto, Sánchez, que por el mero hecho de ganar de nuevo las elecciones se cree con derecho a buscar el apoyo de los partidos que crea conveniente para sacar adelante su investidura. Esta vez, con la izquierda, y con los temibles nacionalistas, que siempre están ahí a la hora de formar el Gobierno central para sacar tajada.
Con el PSOE dividido, con elecciones a la vista en Cataluña -ERC debe mantener el tono alto para competir con JxCat por el voto soberanista- y con la derecha golpeando el hígado socialista y demás erupciones volcánicas que completan el paisaje de un país camino de la ruina según la ingente legión de distópicos no es descabellado barruntar que la mesa de Ikea se venga abajo tarde o temprano.
Montarla ha sido sencillo siguiendo las instrucciones que Esquerra ha dejado claritas al PSOE, dibujando un gran aro por el que deberán pasar la autodeterminación. la negociación entre Gobierno central y Govern catalán, la amnistía para un calendario inequívoco y garantías de que lo que se pueda pactar no acabe en una papelera de diseño. Y ahí está Sánchez, con un martillo en una mano y un destornillador en la otra, mientras Iglesias le irá apretando poco a poco las tuercas por debajo de una inestable mesa redonda que no se puede permitir diálogos circulares.
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