La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
SEIS periodistas logran más que uno. Incluso con Rajoy, cuya primera entrevista a varias bandas no logró descolocarlo de lo que en, al menos, cuatro ocasiones aseguró que era su objetivo innegociable: lograr el déficit. Eso fue todo. Y sea como sea. ¿Cómo sea? Pues sí, porque del mismo modo que aseguró que había dado instrucciones a su ministro de Hacienda para que los nuevos ajustes no afectasen a los pensionistas, dio un dato revelador de por dónde vendrán sus reformas si no nos acercamos a la cifra talismán: desde 2007, en España hay 2.600.000 contribuyentes menos y 600.000 pensionistas más. No cabe duda: si tiene que tocarlas, las tocará. Mantendrá la cifra en el Presupuesto -vale-, pero, ¿y si sigue abriéndose la brecha entre pagadores y receptores? Pues sea como sea. Y ése sea como sea lo va a aplicar a las comunidades autónomas.
Es decir, que si algunas -y van a ser todas, menos La Rioja y las dos forales- acuden al Fondo de Liquidez Autonómico les aplicará la misma condición que a España impone la Unión Europea y el Banco Central Europeo: el déficit, al precio que sea, que ya se encargó Rajoy en dos ocasiones de nominar a esto que estamos viviendo "periodo transitorio", de nombre evocador de aquella gestión de la miseria que aplicaron en Cuba después de la caída del Muro de Berlín y que se llamó periodo especial. Rajoy da por descontado que sus medidas son impopulares; que él no las anunció durante la campaña; que algunas que prometió, caso de acompasar el pago del IVA con el cobro efectivo de la factura, tampoco ha llegado y que, incluso, si tuviera "prejuicios ideológicos" él también se manifestaría en contra de la subida del IVA y del IRPF. Así que si él ha asumido que está chamuscado, no le va a permitir a las comunidades autónomas que escabullan su objetivo de déficit. Lo de chamuscado, un grado menor al carbonizado, viene porque aún no se cree quemado y porque, quizás, comete el mismo error de Rodríguez Zapatero al pensar que el año que viene, el 2013, "será mejor". El anterior también creía que lo próximo nunca podía ser tan malo.
Pero Rajoy, a diferencia de otros dirigentes de su partido y del ala más madrileña del PP en el sentido ideológico del término, indicó dos aseveraciones importantes: la primera, que él es el presidente del Gobierno de España y, por tanto, se hace cargo también de las comunidades autónomas. Esto marca una diferencia con los neocentralistas del PP: "Si tengo que ayudar a alguna comunidad autónoma, lo haré; como ya lo vengo haciendo; no nos vamos a desentender de las comunidades autónomas".
Porque los cuatro requisitos que les puso a las comunidades autónomas no suponen volver a centralizar España: lograr el objetivo de déficit de cada una de ellas; formular una Ley de Mercado Único, para cohesionar las interferencias que el Estado autonómico haya ido dejando durante estos años, y hacer un esfuerzo por evitar duplicidades de competencias y reducir el "exceso" de normas, reglamentos y leyes. Sólo estas dos últimas aseveraciones generan dudas: también la Administración central puede evitar el solapamiento de competencias y el "exceso" legislador de los 17 parlamentos autonómicos, siendo cierto, entraña sus matices. ¿Qué se consideraría normal? ¿Un parlamento que se reuniera tres o cuatro veces al año?
Digamos que Rajoy se conforma con el déficit, el mercado único y que no quiere más "líos". Líos, y esto es lo segundo más importante, es que el presidente, según detalló anoche, ni está por un nuevo pacto fiscal para Cataluña ni por replantearse el modelo autonómico. Ahora, al menos, no; que estamos en el "período transitorio". El no de Rajoy al cupo catalán, que ayer mismo el presidente Artur Mas reclamó en el prólogo de la Diada independentista de hoy, es muy clarificador. A las comunidades autonómas -por fin, alguien en el PP lo expresó abiertamente, y ese alguien es ni más ni menos que el presidente del partido y del Gobierno- les pasa como a la Administración central, que los ingresos se les caen, que los impuestos propios casi no tiene poder recaudador y los que se comparte con el Estado, como el IVA y el IRPF, pues casi lo mismo.
No está para más líos el presidente, y a principios de octubre, convocará la conferencia de líderes autonómicos, pero sin más problemas de los que ya hay. Por tanto, sin cupos, sin nuevos pactos fiscales y sin "repensamientos" del Estado autonómico. Aunque hay algo inquietante: Rajoy citó dos prioridades cuando, en realidad, sólo puede haber una por definición, y es el déficit como modo de conseguir crecer en lo económico y generar empleo, que es su gran objetivo. Son dos y, de momento, parece que el orden de los factores sí altera el producto. Se sentirá "contento" de la reforma laboral, pero el empleo ni está ni se le espera en este periodo transitorio.
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