La juez que no puede permanecer callada

José Asenjo (Efe) / Madrid

03 de noviembre 2011 - 05:05

Ya había pasado con el ex portavoz de Batasuna Arnaldo Otegi y con el dirigente abertzale Rufi Etxeberria y ayer volvió a ocurrir con el ex jefe de ETA Francisco Javier García Gaztelu, Txapote: la juez de la Audiencia Nacional Angela Murillo no puede permanecer callada en los juicios.

Y eso que está advertida: el pasado 8 de febrero, el Tribunal Supremo anuló una condena a dos años de prisión que una sala presidida por Murillo había impuesto a Otegi por enaltecimiento del terrorismo durante un homenaje al preso etarra José María Sagarduy, al estimar que la juez exteriorizó "un prejuicio acerca de su culpabilidad" al preguntarle si condenaba la violencia de ETA.

En su resolución, el Supremo recordó que la Ley de Enjuiciamiento Criminal contempla una relativa pasividad del tribunal encargado de enjuiciar, lo que no impide la dirección del plenario, ni que solicite al acusado o a los testigos alguna aclaración sobre el contenido de sus declaraciones.

No obstante, la jurisprudencia "ha entendido que el tribunal, para preservar su posición imparcial, debe hacer un uso moderado de esa facultad", añadía el Supremo.

El pasado mes de junio, la magistrada volvió a las andadas durante el juicio del caso Bateragune, en el que Otegi volvía a sentarse en el banquillo, esta vez junto a otros siete dirigentes abertzales.

Después de escuchar cómo los acusados se presentaban como los impulsores del debate que llevó a la abertzales a dejar de lado "la violencia política", Murillo intervino para hacer una pregunta a la última procesada, Miren Zabaleta.

"Usted se ha manifestado contraria a la violencia política ¿Qué es la violencia política? ¿Un tiro en la nuca es violencia política?", inquirió la magistrada.

Murillo también coló uno de sus comentarios con ocasión de la comparecencia como testigo en la vista del dirigente abertzale Rufino Etxeberria, que al entrar en la sala se abrazó con Otegi.

Al preguntarle si tenía algún interés en la causa, Etxeberria admitió que su deseo era que todos salieran absueltos, ante lo que la juez respondió: "Entonces, usted de imparcial poco, ¿no?".

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