El juez Castro cuelga la toga
Tres condenas por tentativa de hurto culminan 41 años de una carrera profesional marcada por el caso Nóos, por el que no quiere ser recordado
Tres condenas por tentativa de hurto y, sobre todo, un aplauso de magistrados, señoras de la limpieza, fiscales, agentes judiciales, periodistas y guardias de la seguridad, pusieron ayer el remate final al último día de trabajo del juez José Castro, que se jubila.
Aunque empezó la jornada pidiendo no ser recordado como "el juez que imputó a una persona determinada", pasará a la historia por la instrucción de una pieza separada en una de sus últimas causas de corrupción, el caso Nóos, por el que fueron juzgados la infanta Cristina y su marido, Iñaki Urdangarín.
Pero el broche final de su trayectoria lo han puesto tres juicios rápidos como los miles que ha juzgado en sus 41 años de trayectoria profesional, con unos langostinos, una consola de videojuegos y dos discos duros de ordenador como protagonistas.
Castro dictó sus tres últimas condenas para dos ladrones, uno de ellos reincidente que quiso llevarse la cena de Navidad y una Nintendo el mismo día de dos tiendas distintas. Pagarán multas de entre 80 y 180 euros y tendrán que indemnizar a los comercios por romper a golpes las carcasas que protegían lo que intentaron hurtar sin éxito.
Castro había llegado en su moto al aparcamiento del juzgado, donde le esperaban numerosos medios de comunicación a los que atendió antes de entrar en el edificio.
Después de los tres juicios rápidos, seguidos con inusitado interés y tal revuelo de cámaras de televisión que llevaron a Castro a disculparse con uno de los condenados "por los flashes" que le perseguían a él, el magistrado aún tuvo que esperar para lo que creía que era un juicio derivado a última hora por el juzgado de guardia.
Entonces entraron uno a uno en la diminuta sala de vistas los demás compañeros del Juzgado de Instrucción número 3 con quienes ha compartido fatigas en el tramo final de su carrera profesional, así como varios magistrados y otros muchos trabajadores de los juzgados de Vía Alemania que no quisieron faltar al homenaje improvisado en forma de aplauso que recibió como tributo.
Lo agradeció protestando por la encerrona y confesándose poco preparado para tantas emociones, en víspera de su 72 cumpleaños, fecha que marca el fin de su carrera.
Dejará atrás sus primeros años como juez en Dos Hermanas, Arrecife y Sabadell y los 27 en como titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Palma, donde en el verano de 2010 abrió una pieza separada sobre el Instituto Nóos, dentro de la macrocausa del Palma Arena, la decisión que lo ha puesto en el foco mediático y por la que preferiría no ser recordado.
Castro dictó ayer su último auto en la macrocausa de corrupción Palma Arena, y acordó devolver el pasaporte y permitir salir de España al ex presidente del Govern balear Jaume Matas.
Ayer se despidió de los juzgados sin precisar a qué dedicara el mucho tiempo libre que tendrá en adelante, más allá de que seguirá dando clases. Aunque le han tentado, solo descarta por completo dar el salto a la política: "No tiene sentido que yo pueda entrar en política si resulta que por razón de la edad no puedo estar de juez".
Un par de entrevistas, muchos abrazos, buenos deseos y varios selfies completaron el día antes de su particular despedida: "¿Quién quiere la toga?".
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