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NOS hemos preguntado toda la campaña por qué Artur Mas no lidera la lista de Junts pel Sí, y ahora lo sabemos: es más fácil que se repitan las elecciones a que el president vuelva al Palau de Sant Jaume. La noche del 27-S ha arrojado un fatídico 62 contra 63 a favor de los partidos constitucionalistas, de tal modo que a Mas no le basta con la abstención de la CUP, sino que necesitaría, al menos, el voto afirmativo de dos de sus parlamentarios. Como el partido de Toni Baños se niega a ello, los independentistas deberán tirar de otros candidatos: el propio Raül Romeva, que por algo era el primero; Carme Forcadell, la líder civil del soberanismo, e, incluso, Oriol Junqueras. Aunque hay otra opción, remota aún, pero que no descartaría: que como consecuencia de las elecciones generales y los posibles pactos, el desbarajuste catalán se recompusiese hacia un president de transición. Si no hay acuerdo antes del 9 de enero, y es posible que ya entonces se conozca cómo será el nuevo Gobierno español, el Parlamento catalán se disolverá de modo automático y la comunidad deberá ir de nuevo a las urnas.
El Parlament debe constituirse, como muy tarde, el 26 de octubre, fecha aproximada a la que Rajoy disolverá las Cortes. Después de la formación de la Mesa, hay 10 días de plazo para el discurso de investidura, que con esa manía de los nacionalismos tienen por la invención de la tradición se fijaría el 9 de noviembre, un año después de la consulta de independencia. A partir de la primera votación, en la que se necesita mayoría absoluta, hay dos meses de plazo para la elegir a un presidente por mayoría simple, con lo que el plazo expirará el lunes 9 de enero.
La hoja de ruta marcada por Mas y sus socios de ERC suponía que el Parlamento aprobase en el momento de constituirse una solemne intención de hacer independiente a Cataluña, declaración que se haría efectiva en el plazo de 18 de meses. Pero la CUP, partido extraño para todos, anunció ayer que no votará a favor de la declaración unilateral de independencia porque han perdido el plebiscito. Con estos ingredientes, con la oposición a Mas y la amenaza de dar al traste con la hoja de ruta, Cataluña está abocada a un desgobierno que se suma a los tres años de la nada del anterior Ejecutivo. Un resultado contundente en las generales, que diese como resultado un Gobierno fuerte aunque fuese bicolor y con un líder al frente, haría añicos la pretendida hoja de ruta.
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