Pilar Cernuda
¿Llegará Sánchez al final de la legislatura?
Desde primeras horas de la tarde, Barcelona se vio envuelta en el sonido de las sirenas. La turística zona de Las Ramblas, que suele estar colmada de gente, se volvió un caos después de que una furgoneta atropellara a los transeúntes y desatara el terror.
"El caos era total. La gente huía enloquecida desde la Rambla, subiendo por plaza de Catalunya", relató el periodista Ramiro Aldunate, del diario Marca, que estaba a una manzana del lugar del atentado terrorista. Según relató, muchas personas se refugiaron en el edificio en el que trabaja mientras intentaban huir del lugar. Poco después se escucharon disparos.
De acuerdo con varios testigos, el vehículo se subió a toda velocidad a las Ramblas trazando eses, claramente con la intención de atropellar al mayor número posible de personas.
La zona del centro de la ciudad de Barcelona, por la que cada día pasean miles de personas y que atrae a numerosos turistas de todas las nacionalidades, presentaba un aspecto desolador: decenas de heridos en el suelo, cubiertos de sangre, rodeados de un auténtico caos de objetos y souvenirs desparramados tras embestir la furgoneta y derribar a su paso numerosos kioscos de la zona.
Agentes de la Guardia Urbana trataban de atender a las víctimas, mientras la Policía acordonaba la zona. Mientras, los Mossos d'Esquadra confirmaban la detención de un hombre presuntamente relacionado con el ataque y desmentía que hubiera una persona atrincherada en un bar, como habían informado algunos medios.
El centro de Barcelona permanecía cortado y el Metro dejó de funcionar. Los negocios en Las Ramblas y en Plaza Catalunya cerraron las persianas nada más producirse los hechos, siguiendo las instrucciones de la policía.
Mientras, muchos turistas que se habían refugiado dentro de los comercios permanecieron allí al menos una hora y media después del atentado.
En el barrio de la Sagrada Familia, otro de los puntos turísticos más frecuentados de Barcelona, se reforzaba la vigilancia y las calles de la zona quedaban desiertas.
Gonzalo Gregorio, dueño de un pequeño negocio de alquiler de bicicletas, relataba que varios clientes habían llamado ya para informar que iban a retrasarse en la entrega, ya que habían dejado atadas sus bicis cerca del mercado de La Boquería y no podían acceder a la zona, que continuaba acordonada. Uno de sus clientes, Markus, un austriaco de visita en Barcelona, contaba que había estado en las Ramblas con su bici apenas unos minutos antes de que la furgoneta embistiera a decenas de personas. Visiblemente afectado por los acontecimientos, relató que había decidido anular su plan de ir a cenar al centro por la noche.
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