La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Aunque algún sondeo indicase que el PSOE podía perder su condición de segunda fuerza parlamentaria de España, los resultados de las elecciones del pasado domingo certificaron que formalmente sigue ocupando esa posición, aunque con escaso margen sobre el tercero, Podemos y las plataformas en las que el partido morado ha concurrido en Cataluña, Comunidad Valenciana y Galicia: En Comú Podem, Compromís-Podemos y En Marea.
El PSOE sumó en las urnas 5.530.779 votos, lo que representa un 22,01% de los sufragios válidos. Podemos aglutina 5.189.463 papeletas en sus cuatro versiones, que representa un 20,59%. La segunda posición socialista está sostenida sólo en 341.316 votos.
Pero aunque formalmente sea así, el sorpasso del resto de la izquierda nacional -que no nacionalista- al PSOE es ya un hecho. Porque Unidad Popular-Izquierda Unida sumó 923.133 votos, por más que sólo las 189.265 papeletas de Madrid sean las que obtuvieron dos escaños. Sólo la negativa de IU (singularmente del núcleo duro del Partido Comunista) a ir bajo la marca de Podemos ha evitado que el PSOE, por primera vez en democracia, quedase relegado a la tercera plaza.
Podemos, sabedor de su gran potencial, no cedió en ir en una candidatura unitaria con otro nombre, ni IU quiso esconder sus siglas (ni perder los beneficios que eso supondría).
El principal ideólogo del sorpasso, Julio Anguita, ha defendido en los últimos meses la necesidad que el partido que creó, IU, se sumara a Podemos. No hubo acuerdo pero no le faltaba razón, porque los votantes a la izquierda del PSOE, por vez primera, ya superan al partido que más tiempo ha gobernado España en casi seiscientos mil votos: 581.817 para ser exactos. Y eso excluyendo a la izquierda independentista.
El sorpasso ya está aquí porque el PSOE ha dejado de ser la opción predilecta del votante de izquierda urbano, como demuestran los datos de las grandes ciudades españolas: Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Zaragoza, A Coruña, Santiago de Compostela, Pontevedra, Vitoria, San Sebastián, Pamplona, Alicante, Castellón, Palma de Mallorca, Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, Orense, Lugo, Gerona, Tarragona, Lérida, Murcia o Cádiz. En todas estas capitales, el PSOE es tercera o cuarta fuerza política. Y en Andalucía, su bastión, no es primera fuerza en las urbes más pobladas.
Este sorpasso real no es un dato baladí ni meramente matemático. Tiene mucho contenido político y a buen seguro puede formar parte de los argumentos que ayuden al conjunto del PSOE a tomar decisiones en las próximas semanas.
En primer lugar porque desvirtúa la afirmación de que el PSOE sigue teniendo la hegemonía de la izquierda tras el 20-D hecha de inmediato por Pedro Sánchez y sus cuadros dirigentes nada más conocerse el resultado electoral. Y en segundo lugar porque sobre la situación de compleja articulación de mayorías y conformación de un Gobierno estable pende el plazo que fija el artículo 99 de la Constitución, que en su apartado quinto señala que el Rey disolverá las Cortes si transcurridos dos meses desde la primera votación de investidura -que sería en la segunda quincena de enero- ningún candidato a presidente del Gobierno obtiene la confianza de la Cámara. Ante una eventual convocatoria que dejase esta nueva legislatura nonata, el PSOE se enfrentaría al riesgo cierto de que el sorpasso no fuese real, sino formal, bien porque IU sí aceptase ir en primavera con Podemos, bien porque el partido de Pablo Iglesias siguiese creciendo y limase esos 341.316 votos que le han impedido ser ya el segundo.
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