La lección del voto en blanco
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En su 'Ensayo sobre la lucidez', Saramago arremete contra el gobierno en la sombra que supone el poder económico y financiero pero no intuye una sombra mayor: la falta de Gobierno, el desgobierno
HACE ahora seis años que murió el escritor y periodista portugués José Saramago. Probablemente nunca ha habido un escenario político y social más proclive en España para llevar a la realidad las provocaciones electorales de su Ensayo sobre la lucidez: ocho de cada diez ciudadanos votan en blanco. Pierde eso que llamamos democracia. Es la dura demostración de que "la democracia está bloqueada", de que es un mejor "ejercicio formal", de que "podemos quitar y poner gobiernos, pero no podemos derribar el verdadero poder: las estructuras económicas y financieras". ¿La salida? "El lugar mágico del voto en blanco". Lanzado el órdago por los ciudadanos, el gobierno no puede más que imponer el estado de sitio… Después llegaría el turno de la conspiración, la manipulación de los medios y hasta del fanatismo de los atentados a instancias mismas del poder.
Un Nobel de Literatura octogenario, crítico y desencantado, dibujó este inaudito escenario cuando apenas se vislumbraba el declive del sistema tradicional de partidos y nada significaba ni el 15-M ni el movimiento de los indignados. Su objetivo era entonces "sacudir" y "movilizar las conciencias"; hoy las páginas de los periódicos lo han hecho por él. Los compañeros del Huffington Post recordaban este fin de semana al incisivo pensador que tanto se comprometió con Granada y Andalucía con algunas de sus frases más lapidarias: "El éxito a toda costa nos hace peor que animales"; "Cuanto más te disfraces más te parecerás a ti mismo"; "Si el mundo alguna vez consigue ir a mejor, sólo habrá sido por nosotros y con nosotros"; "La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva".
Todas ellas las podríamos aplicar al convulso momento electoral que estamos viviendo. Todas ellas son premonitorias de la situación de abismo e incertidumbre que está golpeando a todas las formaciones políticas -en España pero también en Europa- cuando las opciones del voto "responsable" y "moderado" se escoran a los extremos y se diluye no sólo ese mítico centro que históricamente ha significado el principal caladero de votos del bipartidismo sino también el significado mismo de lo que supone ser de izquierdas y de derechas.
Se puede ser de izquierdas y votar al PP para impedir que gobiernen los populistas de Podemos y, como denunciaba ayer Patxi López, "roben" la historia y la "fuerza" de millones de socialistas. Se puede ser de derechas y apoyar a Ciudadanos -sabiendo que el voto puede acabar en el PSOE- para dar una lección de castigo al PP de la corrupción que active de una vez la regeneración. Se puede ser socialista de toda la vida y votar a Podemos porque es el único partido que, de momento, ha descubierto sus cartas sobre la política de pactos. Sólo tienen una hoja de ruta: un gobierno de cambio que desaloje al PP de las instituciones.
Históricamente, ser de izquierdas tenía que ver con la idea de progreso, la justicia social y la igualdad de oportunidades, ser de derechas con la gestión liberal, la estabilidad y el conservadurismo y el centro se preservaba como un espacio de encuentro y de moderación. Hoy, la indefinición ideológica que lo recorre todo -incluido el travestismo interesado de los partidos- se une a la opacidad de los candidatos sobre sus verdaderas intenciones a la hora de pactar.
Afrontamos el sprint final al 26-J sin saber muy bien qué significa nuestro voto ni dónde acabará. Siendo honestos, habría que reconocer la valentía de los dos partidos emergentes imprimiendo algo de pulso a la campaña aunque sea a golpe de titulares interesados y de polémicas. Desde el debate a cuatro de hace una semana, Albert Rivera está logrando remontar lo que perdió en la campaña del 20-D: posicionarse y tomar la iniciativa. Termine o no siendo la llave de gobierno, se lo cree y actúa en consecuencia con órdagos y con propuestas. A Pablo Iglesias se le podrá criticar su arrogancia, su oportunismo y su transmutación ideológica pero no que se ponga de perfil ni sobre lo que ofrece ni sobre lo que hará a partir de la noche electoral. En el PP y el PSOE, como si se tratara de derecho adquiridos, parece que aguantan la respiración confiando en que la encuesta definitiva de las urnas les siga dando una oportunidad mejorando las expectativas de caballo ganador en un caso y mitigando el declive en el otro.
José Saramago, con su incisiva parábola del voto en blanco, arremetía contra el poder invisible de los gobiernos en la sombra pero no intuyó que había una sombra aún mayor: la ausencia de Gobierno, el desgobierno. Una estudiante de 16 años lo cuenta en un vídeo casero que ya ha saltado a las redes y a la agenda de los medios: "Yo he leído, he pasado sueño, he hincado los codos. Pero lo más importante quizá sean los últimos 21 exámenes globales que he realizado, y el de Matemáticas especialmente, que he aprobado. Eso es lo que he hecho. Y tú, ¿qué has hecho tú?". Se llama Irene Gracia. Entrevista a diez españoles que en todos estos meses no han dejado de esforzarse y trabajar. Nuestros políticos tenían un mandato ciudadano para conformar un gobierno de alianzas y no han sido capaces. Lo triste es que cada vez hay más dudas de que lo hagan en el examen de repetición.
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