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La filosofía de la hormiga en tono electoral

Dos insufribles semanas de 'estriptis mediático' no han sido suficientes para destapar a ningún "gran hombre" que pueda iluminar los designios de la España de 2020 Ni está la persona ni el proyecto

Magdalena Trillo

17 de diciembre 2015 - 01:00

Asólo unas horas de que termine la campaña electoral más desconcertante de toda la democracia, no sería arriesgado avanzar que ya tenemos una primera conclusión: dos insufribles semanas de estriptis mediático no han sido suficientes para destapar a ningún "gran hombre" que pueda iluminar los designios de este país durante los próximos cuatro años. Ni está la persona ni está el proyecto. Sólo si por "ilusión" entendemos "ilusionismo", en el sentido estricto del arte del fingimiento, la habilidad, el truco y la magia, podríamos comprar el mensaje de cambio y de futuro que han lanzado los candidatos a la Presidencia de todos los partidos. Desde el "voto útil" que se disputa el viejo bipartidismo de PP y PSOE, desde el otro "voto útil" que protagoniza el nuevo bipartidismo de Ciudadanos y Podemos y desde la opción sálvame en que ha quedado una melancólica Izquierda Unida y una UpyD en proceso de extinción.

Tampoco hemos descubierto a ninguna "gran mujer", pero por aplastante lógica matemática: no había tal posibilidad. A la espera de conocer el epílogo de la operación tapada de Sáenz de Santamaría, todos los partidos se han esforzado en presumir de igualdad pero ninguno ha apostado por el liderazgo femenino para construir la España de 2020. No hablo de cuotas; hablo de convicciones.

En realidad, escuchando las últimas y enigmáticas declaraciones del líder de Podemos, tal vez debamos dejar una puerta a la duda... En un acto organizado en la Universidad de La Coruña, Pablo Iglesias advirtió ayer que los españoles van a votar "cambio" el domingo "sin hacer ruido" y con un "tono" y una "actitud" de mujer: "Todas esas hormigas que no gritan, que no se enfadan, pero que quieren vivir en un país mejor, van a ser las protagonistas".

La formación que con más éxito parece estar exprimiendo la campaña ya ha puesto la melodía a la "segunda transición": un tono "que escuche", que no grite pero que al mismo tiempo tenga la firmeza de las madres cuando defienden a sus hijos".

Soy mujer pero no sé muy bien si lo entiendo. No sé si era un reconocimiento, un halago o pura retórica; si ganará puntos (y votos) o se mete en un jardín con tantas espinas como el que acaba de atravesar Ciudadanos con su contradictoria política contra la violencia de género. En todo caso, y suponiendo que es cierto lo del sexto sentido femenino, me aventuraré a especular que las crípticas declaraciones de Iglesias podrían tener que ver con la defensa de la "filosofía de la hormiga" para abordar la compleja etapa política que abriremos este domingo en las urnas.

Mi teoría sólo funciona si sacamos a España del quirófano, si pensamos que ya no está en la situación de cirugía mayor que cómicamente retrató el PP al inicio de campaña sino en un estadio de cierta "recuperación". De "terapia". Como habremos aprendido tras siglos de convivencia doméstica, todos sabemos que sólo hay salida cuando es cosa de dos. De "parejas". Las de los pactos (en masculino) emprenderán su singular noviazgo a partir del lunes pero, mientras tanto, les propongo que borren de su imaginario las cansinas fotos de besuqueo con que nos saturan los políticos en elecciones -ponga una mujer florero en su mitin- y admitamos algunos estereotipos de la pareja tradicional. Me refiero al papel de la mujer como "hormiguita". De nuestra supuesta eficacia a la hora de afrontar lo imprevisto: los "gastos hormiga" (extra) que nos asaltan todos los meses, que nos descuadran la temida cuesta de enero y que nos dan un golpe de realidad a la vuelta del verano... De nuestra teórica capacidad para superar lo imprevisible.

No crea que no tiene fundamento. Hasta desde el ámbito académico ya hay quien se ha atrevido a realizar una sesuda aproximación. En la web del Tecnológico de Monterrey, el experto en coaching José Luis Ortiz Rosales desarrolla toda una "filosofía de la hormiga" partiendo de cómo, en el "turbulento e incierto mundo" que nos ha tocado vivir, es "indispensable" contar con un "norte fijo", con principios y valores que nos orienten y con una trayectoria que nos ayude a alcanzar la meta: "Todas las personas deberíamos estudiar y aprender de las hormigas, que laboran para el bienestar común, dividiéndose el trabajo de acuerdo con sus aptitudes y con una actitud solidaria para obtener óptimos resultados".

Cuatro principios ilustran su teoría: no rendirse nunca, persistir; mirar hacia delante y sembrar para cosechar; mantener una actitud positiva; hacer el mejor esfuerzo y en la dirección correcta.

Podría ser el recetario del buen ciudadano. Y del buen político: ser planificador y previsor, tener visión, liderazgo y altura de miras, no desistir... Lo que sigo sin encontrar es por qué ha de ser determinante el factor de género. Ni en positivo ni en negativo. Sólo desde las raíces inconscientes de una sociedad patriarcal, podemos entender que caigamos una y otra vez en los tópicos aun cuando planteamos un discurso pretendidamente igualitario y constructivo.

Confieso que me hubiera gustado elegir el domingo a una candidata para presidenta del Gobierno. Pero por hormiga; no por mujer.

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