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El factor espejo negro

La metáfora del cuarto de baño funciona para explicar los efectos de la superpoblación pero también de la política: es mejor vivir en la mentira de las apariencias que en la incómoda realidad.

El factor espejo negro
Magdalena Trillo

08 de diciembre 2015 - 01:00

SEGURO que los espejos de las grandes tiendas de moda están trucados. No puede ser que cuando vas a pasar la tarjeta todo te siente bien y cuando llegas a casa los michelines y la celulitis aparezcan por arte de magia y te arruinen el día. Mi teoría es que es culpa del cuarto de baño, de su luz fusiladora y de su espejo implacable. Debe haber una explicación óptica como debe haber una razón científica para que compremos a diario discursos de "payasadas" sin preguntar. Nos gustan las apariencias, a nadie le gusta la incomodidad.

Me lo decía un buen amigo este fin de semana y, ciertamente, no sabía qué contestar. Tiene una paciencia tremenda: se ha puesto a bucear en los mensajes de la campaña electoral y ha elegido los más grandilocuentes que han ido lanzando estos días los políticos, de cualquier partido, a cualquier nivel, para ver realmente qué dicen. Y lo lamentable es que no dicen nada. Palabrería. Lo que queremos escuchar. Y a veces ni eso. Pasan de puntillas sobre los temas realmente complejos como cuando te miras de soslayo en el espejo.

Históricamente, la metáfora del cuarto de baño se ha aplicado a la superpoblación. Si dos personas viven en un apartamento y hay dos cuartos de baño, se impone la grandeza de la libertad: es un derecho que debe protegerse hasta en la Constitución. Sin embargo, si en ese mismo apartamento conviven 22 personas, entonces ya no hay espacio para tanto privilegio; hay que poner normas y hay que restringir. Cuantos más seamos, menos importamos. Ya no sobrevive nuestra comodidad y nuestra decencia y ni siquiera nuestra dignidad. Es una cuestión de operatividad y de funcionalidad.

En plena crisis de refugiados, después de la (enésima) cumbre del clima fallida, llevar el razonamiento del pragmatismo al uso de un váter puede parecer banal pero tal vez pueda ayudarnos a bajarnos del pedestal de la retórica para entender a qué nos enfrentamos. Porque al final, aunque no nos guste, es una sencilla cuestión de números: a 10 inmigrantes les abrimos las puertas; puede que a 100, pero ¿también a 100.000? Que en Francia estén arrasando los ultra de Le Pen no es causalidad. Son sumas y restas.

Mi lectura es terriblemente prosaica. Lo mismo que la flacidez nos iguala a todas, gordas y flacas sumidas en la desesperación de los brazos colganderos, los pechos vacíos y lo traseros caídos, lo hace el efecto espejo en nuestra vida cotidiana de apariencias y de huida de la incomodidad. Unos estudiantes de Bellas Artes me recomendaron a comienzos de curso una miniserie turbadora. Es británica. Se llama Black Mirror. El primer episodio es demoledor. Al primer ministro lo despiertan una madrugada con una demanda surrealista: la princesa Susannah ha sido secuestrada -no cualquier princesa, la princesa del Facebook, la novia de la nación- y el rescate que piden es que mantenga relaciones con un cerdo. Completas y sin trucos. En vivo y en directo. En tiempo real. A escala planetaria. El Gobierno impone la orden de "no difusión" pero los 9 minutos que el vídeo está subido en Youtube son suficientes. No sirve callar.

Y el mundo entero contiene el aliento. Y lo ve. Michael Calow hace historia. La princesa llega a Palacio media hora antes de que se cumpla el deadline pero nadie se entera… Todo el país está absorto viendo la televisión. Se convierte en héroe por follar a un cerdo. Así de dramático; así de sencillo. ¿Su tragedia es en realidad el sueño de cualquier político? Su dignidad se diluye como se disipan las grandes verdades por las cañerías del inodoro mientras buscamos el encuadre más fotogénico del espejo.

Un espejo negro. Maquiavélicamente negro.

Pongo la tele y me encuentro a la Sardá. Hago zapping y me asaltan los anuncios de los debates electorales: el cara a cara de los de siempre, el asalto a cuatro bandas sin Rajoy. Me refugio en el cuarto de baño. Con mi espejo insolente. Traicionero pero sincero. Mañana tengo que salir. Aunque sólo sea a mirar. Window shopping. Los refugiados que esperen; el clima que espere; la política que espere. El espejo vestidor de la tienda me hace sentir tan bien...

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