A demostrar que las campañas sí dan más votos

Cuatro por uno

Pablo Iglesias es de los cuatro líderes el que mejor rédito está sacando a la campaña, con inteligencia y transversalidad Resaca de un debate que favoreció sólo a los ausentes.

Alberto Grimaldi

16 de diciembre 2015 - 01:00

LUCHA contra la expectativa. Desde el primer día lo dijimos. Pablo Iglesias está a punto de hacer historia en la izquierda española, si el domingo se cumple lo que dicen los sondeos: pulverizará el techo representativo que PCE e IU han tenido en 38 años de democracia. Justo antes del inicio de la campaña, el CIS le otorgó entre 38 y 42 escaños a la suma de Podemos, En Comú Podem y En Marea. Pero es que en el último día en el que son legales en campaña las encuestas elevaron hasta el entorno de los 55-50 escaños. Eso sería prácticamente triplicar la mejor marca de escaños logrados por el voto comunista -que incluye también otros ismos de la izquierda- desde 1977.

Evidentemente con esa cifra Podemos e Iglesias se quedarán lejos de las expectativas que a primeros de año le dieron los sociólogos dedicados a la demoscopia, cuando veían a la formación del círculo morado peleando con el PP ser la primera fuerza política de España. Una de las explicaciones es que entonces Ciudadanos no había eclosionado como cuarto partido nacional y que la marea naranja de Albert Rivera ha sabido también encauzar al elector descontento con ochos años de recortes de un bipartidismo rampante.

Pero cuando termine esta lucha, en los libros de historia no se escribirá de la expectativa que las encuestas, oficiales o privadas, le dieron a Podemos once meses antes de votar, sino de la exitosa irrupción que se vaticina el domingo. Y a partir de 40 diputados el éxito es digno de estudio, mucho más que el de C's incluso aunque Rivera esté acompañado por más diputados que Iglesias. Porque España es un país mayoritariamente de centro-izquierda, por lo que el perfil ideológico de C's es más sencillo que gane adeptos. Sin embargo la campaña, en principio, ha supuesto cierto estancamiento para el partido nacido del rechazo al catalanismo excluyente y un claro impulso a la potencial capacidad de ganar votos de Podemos.

Iglesias, que es politólogo y docente, demostrará si aciertan los últimos vaticinios sociológicos que en campaña, contra el tópico, sí se pueden ganar muchos adeptos. El líder de Podemos ha hecho, a falta de tres días para el final, la mejor campaña de nuestros cuatro protagonistas. En este escrutinio crítico diario es el que más difícil ha puesto hallar debilidades. Con inteligencia y transversalidad, ha ido ensanchando su masa electoral. Es cierto que ha moderado sus posiciones y que ha recibido críticas por ello desde el resto de partidos a la izquierda del PSOE, especialmente de Unidad Popular-IU, coalición con la que decidió no concurrir sin que estos aceptaran ir bajo el paraguas de Podemos. ¿Pero acaso no es así como se vence en política, transaccionando? Hay una parte enorme del electorado que, por ideología, está fuera, al menos en este momento histórico, del alcance de Iglesias. Pero el candidato podemita ha logrado ser el referente a la izquierda del PSOE. Se impuso en los debates a los que asistió e incluso triunfó en los que estuvo ausente, como en el bronco cara a cara del lunes pasado. Su capacidad para encandilar, su brillante oratoria -se esté o no de acuerdo con el fondo de su discurso- quedaron ayer de manifiesto con el elogio rotundo que hizo de él el presidente de Cantabria, el regionalista Miguel Ángel Revilla, quien, aunque no cree "que gane", sí le auguró "un gran resultado" y se confesó abrumado por el "inaudito" apoyo que Iglesias ha concitado.

De víctima es más fácil justificarse

Hizo un mal debate. No se lo preparó suficientemente. Y no tanto porque no esperase que Pedro Sánchez usara la corrupción como principal argumento, sino porque no logró ir a lo suyo, que era sólo contar los esfuerzos hechos para presentar un balance positivo tras cuatro años muy duros. Pese a todo, Mariano Rajoy tuvo más fácil justificarse, porque la pasada de frenada de Sánchez le posibilitó parecer una víctima. Rajoy no atacaba cuando llamó a su oponente ruin, miserable o deleznable. Se defendía. Y de una acusación muy gruesa. ¿Quién no respondería a un ataque así? De ahí que se generase empatía con el espectador, y especialmente con su votante convencido. Se convirtió en el agredido que ejercía la legítima defensa. Rajoy no ganó nada en el debate, pero tampoco perdió lo que tenía antes de sentarse en esa mesa.

Haciendo cuentas de si perdió más que ganó

Abundaron ayer los análisis que coincidían en que, como dijimos, Pedro Sánchez malogró un debate que iba ganando. Lo hizo más pensando en lo interno que en ganar realmente adeptos. Y quizás es lo único que ganó, insuflar autoestima a unas filas socialistas que dudan del fuste de su líder. Porque su último recurso para intentar que Mariano Rajoy le entrase al debate sobre la corrupción que al socialista le interesaba fue un error que desbarató todo el esfuerzo anterior por desacreditar al presidente. Bajar al terreno personal hizo que las miradas se volviesen a los ausentes, a los dos líderes emergentes con los que Rajoy se ha negado a debatir. Y por dos veces. Una con el atril vacío y otra con Soraya Sáenz de Santamaría supliéndole. El debate apenas atrajo nuevo voto para el PSOE y Sánchez quedó como líder caduco.

¿Pasa factura el hiperliderazgo?

Al contrario que Pablo Iglesias, Albert Rivera no aprovecha la campaña para sumar adeptos. Los últimos sondeos legales ya dijeron que está estancado. Los alegales -publicados en Andorra aunque hechos desde España- lo confirman hasta el punto de llevarlos del tercer al cuatro puesto. Rivera tiene muy buena acogida en general, tanto en quien declara que le votará como en quien opta por otra opción. Es el mejor valorado en todos los estudios demoscópicos que se han conocido. La duda es si su hiperliderazgo se está convirtiendo en un lastre. Tiene dificultad para convencer que tiene un equipo solvente detrás. Muchos candidatos provinciales le restan votos cuando intervienen en campaña. Sus mejores fichajes están fuera de las listas, incluyendo a su gurú económico, Luis Garicano.

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