Trastienda de sillas y mesas de camilla

Revuelo en las redes por la imagen de un voluntario de Ciudadanos sujetando con su rodilla la silla de Rivera para evitar su caída Rajoy es lo que es. Es lo que parece. Y dice lo que dice. No hay más.

Uno de los memes más destacados del cara cara.
Uno de los memes más destacados del cara cara.
Magdalena Trillo

16 de diciembre 2015 - 01:00

EL "un vaso es un vaso" y un "plato es un plato" con que Rajoy elevó su oratoria a la vuelta del verano no se ha valorado en su justa medida. Es uno de los problemas del presidente del PP, que no se explica. Bueno son varios: que no comunica, que se lía con las palabras y que distrae con los gestos. Pero tiene una fuerza, la simplificación. Tal vez no la claridad, pero sí la sencillez. Criticamos al "presidente de plasma" y le recriminamos sus plantones a los debates difíciles pero, analizándolo bien, es entonces cuando gana. Un internauta ha vestido la fría mesa camilla del último cara a cara del bipartidismo con un primoroso tapete de croché y, de repente, el Rajoy a la defensiva y desencajado que echaba de menos a Soraya vuelve a recuperar su sitio. Y su marco. Su compostura.

Con los "vasos" y "platos" desmontamos un doble axioma. El primero es que "no todo es lo que parece". Porque en ocasiones sí lo es. Rajoy es lo que es. Es lo que parece. Y dice lo que dice. No hay más. Podemos criticarlo, pero también podríamos valorarlo: no nos obliga a ponernos en guardia ni buscando el efecto photoshop ni huyendo del efecto profesor. Al lado contrario, entre quienes están liderando la OPA amiga contra los populares, ocurre justo al revés: las apariencias importan tanto como pensamos. Más. El líder de Ciudadanos, con toda su experiencia en comunicación, ha sido víctima esta semana de su propia puesta en escena. El domingo llenó el Palacio de Vistalegre, se adentró en el barrio madrileño de Carabanchel convirtiendo en naranja uno de los símbolos socialistas y se presentó ante más de diez mil personas como el Obama español. De su admiración por Adolfo Suárez, Kennedy y Justin Trudeau, el liberal centrista que acaba de ganar por sorpresa las elecciones en Canadá, Albert Rivera sube la apuesta: "Muchos también le decían que no tenía experiencia, que no podía gobernar EEUU, pero en 2008 la ilusión también venció al miedo".

La foto buena estaba en la trastienda. Y también la polémica. Para poder saludar al enardecido auditorio, se subió en una endeble silla y fue un voluntario de Ciudadanos quien se apresuró a meter la rodilla bajo el asiento para evitar que se cayera. Los votantes son implacables. Nada más conocerse la imagen del "héroe espontáneo" sometido al "héroe fabricado", ha faltado tiempo en las redes sociales para recordar el día en que Evo Morales mandó que le ataran los zapatos y desatar toda una campaña de acoso y derribo contra el candidato catalán. ¿Rivera es lo que parece?

Ese mismo día, Pablo Iglesias llenaba en la simbólica Caja Mágica de Madrid subiendo un escalón más de su intento de sorpasso a los socialistas -aparentemente sin dobles fotos ni dobles lecturas- y también Rajoy repetía hazaña en la plaza de toros de Las Rozas. En este último caso, sólo teóricamente. Si recuperamos las fotos oficiales del mitin así fue, pero si rastreamos en la trastienda de los populares, lo que hallaremos es una buena bronca a Esperanza Aguirre por "boicotear" a su presidente impidiendo que le hiciera sombra en su feudo. Apenas 4.000 personas arroparon al candidato del PP. Un verdadero pinchazo que, al margen de excusas oficiosas, ha pasado casi desapercibido.

Con la lideresa popular, podríamos desmontar el segundo axioma: una imagen no siempre vale más que mil palabras. Aunque tengo una propuesta más sugerente, llevar la Escuela del Simplismo de Rajoy a las máximas consecuencias y plantear la campaña en clave de guiños, sonrisas y lloros. "El emoticono es el mensaje". Con tal contundencia leo un artículo de una profesora de la UOC que defiende el valor de los simpáticos dibujos como una "herramienta eficiente, rápida e intuitiva" que ha pasado de tener una simple carga emotiva "a representar ideas y conceptos". Ya circulan en uno de cada siete mensajes que se envían por redes sociales. Tanto es así que investigadores y empresas empiezan a concentrar sus esfuerzos en descubrir el significado último de los mensajes. En El País se hacía referencia hace unos meses a un atlas mundial de emoticones: se analizaban más de 1.000 millones de mensajes de móviles en 16 idiomas y se constataban algunos tópicos: somos los españoles los que más dibujos utilizamos relacionados con la fiesta (un 72% por encima de la media), los árabes y turcos los que menos hablan de alcohol, los rusos y canadienses los que más conversan del mal tiempo y los australianos, del bueno.

En España, la empresa Tiny Books ha extrapolado el estudio al ámbito autonómico: los catalanes son los que más aplauden, los madrileños se llevan las manos a la cabeza, los canarios se tapan los ojos y los andaluces nos debatimos entre el guiño cómplice de broma y la risa a carcajadas.

Con tanto voto oculto, tanta indecisión y tanta incertidumbre en las encuestas, no me dirán que no es provocador analizar la trastienda de las elecciones a golpe de caritas. Tan simple como un vaso. Tan funcional como un plato. Tan tramposo como una silla. Tan sugerente como una mesa camilla.

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