Albert Rivera se queda fuera de la foto tras los resultados de las elecciones generales del 10-N

La subida de Casado y el impetuoso auge de Vox deja en fuera de juego a la formación naranja, a la que ha destrozado el sueño del 'sorpasso'

Inés Arrimadas observa el discurso de Albert Rivera anoche tras el fiasco electoral. / Mariscal / Efe
J. De La Huerga

11 de noviembre 2019 - 07:30

Albert, si no sabes torear en la derecha, para qué te metes. El mensaje ha sido claro. La derechización de Ciudadanos después de las elecciones andaluza –y antes, pero tenía sentido para sacar de San Telmo al PSOE– y la negativa a pactar con Pedro Sánchez tras el 28 de abril ha hecho saltar por los aires a la formación naranja seis meses y medio después de los anteriores comicios.

Cs ha destrozado la bisagra que tan buenos réditos le había dado por la obsesión de lograr el sorpasso al Partido Popular. No ha habido adelantamiento sino desmoronamiento. Los votantes moderados de centroderecha han castigado con dureza la marca que vendió equilibrio y centro hasta que perdió el norte y quiso merendarse a un partido medio muerto tras el adiós de Mariano Rajoy, pero no hundido.

Cumple 40 tacos Rivera este viernes y más que tirones de oreja le van a caer pescozones por todos lados después de dilapidar 57 escaños, válidos para que los liberales ayudaran a los socialdemócratas a formar Gobierno. Lo celebrará por todo lo alto un hombre que nació, qué casualidades de la vida, el día de los festejos republicanos. Santiago Abascal, monárquico hasta los tuétanos, vino al mundo el 14 de abril de 1976, unos meses después de la muerte del dictador Francisco Franco, tan en boga estos meses por la exhumación de sus restos.

Rivera no quería fotos con Abascal y ha sido él quien se ha quedado fuera de la imagen. Rehuyó como de la peste de aquella imagen de la plaza de Colón con las tres derechas juntas, pero al final apareció y le ha costado caro. El líder de Vox sabe mejor que él de qué va ser de derechas y populista:discurso contundente contra la inmigración, la unidad frente a la territorialidad –con Cataluña como gran alimento para saciar su hambre–, el combate a las feministas... Ha arrancado del fondo de las entrañas de muchos votantes la españolía, mientras Rivera, con un perro llamado Lucas, nunca podrá pelear en el mismo terreno contra un adversario a lomos de un caballo, circunstancia que no entendió el barcelonés, que ha mutado de joven guapo liberal a novio de Malú. A Inés Arrimadas se le está poniendo cara de líder.

La ambición y la cortedad de miras lo engulló, seducido por la posibilidad de hundir al Partido Popular. Amarró más de cuatro millones de votos en abril y vio a tiro a su rival, a 200.000 sufragios de distancia. Ay, los errores de cálculo. Nunca con Pedro Sánchez, ése fue su mensaje y el batacazo ha sido tan sonado como el de Casado hace unos meses, con la diferencia de que la formación naranja no arrastra las estructuras ni la historia del partido de la gaviota.

Hablando de los populares. No han obtenido un premio como para tirar cohetes ni lanzar las campanas al vuelo, porque el fondo de fango ya lo habían palpado hace medio año, y sin hacer nada del otro mundo, Casado, mucho más calladito y mesurado –en boca cerrada...– que en su estreno como candidato, ha salvado los muebles con una recuperación no total, pero al menos parcial. Ahora no mira de reojo a los naranjas, sino a los verdes de Vox, que sí son muy de derechas, de ultraderecha.

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