Rivera ofrece su apoyo a PSOE y PP pero reconoce su escasa influencia
El presidente de C's no hace autocrítica y mantiene su veto a un Gobierno relacionado con la corrupción.
Pactar con un PP comandado por Rajoy no era una opción. Lo decía Albert Rivera allá donde iba: programas de televisión, entrevistas radiofónicas y desayunos informativos. Entonces estaba respaldado por ocho escaños más y el candidato popular tenía 14 menos. Por ese motivo, cuando el presidente de Ciudadanos valoró ayer los resultados de la noche electoral no hubo veto, pero sí rechazo a formar parte de un Gobierno "que tenga que estar pendiente de la corrupción de Bárcenas y Rita Barberá".
La ejecutiva de la formación naranja decidió ayer en una reunión en su sede madrileña que la apuesta de Ciudadanos será poner en marcha una mesa tripartita con PSOE y PP. El propio Rivera se puso ayer en contacto con los dos grandes partidos, aunque su posición dista bastante de la que tenía hace seis meses. El político catalán es consciente de que, en caso de que populares y socialistas lleguen a un acuerdo -sus diputados superan con creces los necesarios para una mayoría absoluta-, el papel de Ciudadanos quedará relegado a ser convidado de piedra.
Sin embargo, Rivera no tiró la toalla. "Sólo los tres podemos conseguir estabilidad y también que haya cambios", señaló el presidente de C's, que además consideró imprescindible la presencia de su formación para que se pongan en marcha las reformas que, en su opinión, necesita el país. Con ese objetivo pidió a PP y PSOE que "abandonen la guerra fría y las trincheras ideológicas" para que puedan comenzar cuanto antes las negociaciones.
Además del veto a la corrupción -sin mencionar a Mariano Rajoy ni ningún otro dirigente popular-, Rivera tiene otras líneas rojas a la hora de buscar acuerdos: "los separatistas, nacionalistas y tampoco Podemos". Según el presidente de Ciudadanos, el Gobierno español no puede depender de las concesiones a partidos como el PNV o Convergència porque, en su opinión, la desigualdad o las cuestiones de la unión son "innegociables".
También rechazó Rivera que el apoyo de su partido a un hipotético Ejecutivo de concentración dependa del intercambio de sillones, una estrategia que ya ha seguido Ciudadanos en las comunidades autónomas. Allí donde sustentan gobiernos populares -Cristina Cifuentes en Madrid- o socialistas -Susana Díaz en Andalucía-, los diputados naranja se quedan en la oposición, pese a poner en marcha un paquete de medidas acordado previamente y con vocación de continuidad durante toda la legislatura.
No consideró ayer Rivera que esa estrategia fuera una de las que le restó a Ciudadanos casi medio millón de votos en menos de seis meses. No hubo mucha autocrítica en el segundo discurso del político catalán después del batacazo electoral del domingo. De hecho, parecen no tener claras todavía cuales han sido las causas, por lo que la formación naranja ha encargado un informe a su comité electoral para analizar las razones de su caída.
Sí mencionó Rivera algunos elementos que pudieron perjudicar a su candidatura. En primer lugar se refirió al voto del miedo, pero aprovechó también para recordar el posible influjo negativo del referéndum británico del pasado jueves. Para el mandatario naranja, el Brexit pudo "beneficiar a los viejos partidos y perjudicar a los nuevos" y "el voto del miedo quizá ha servido". También se refirió a la escasa participación a la polarización de la campaña, que ya señaló el domingo tras conocerse los resultados definitivos. No hizo en esta ocasión referencia a la Ley Electoral, pese a que un modelo de circunscripción única habría mejorado notablemente los resultados de Ciudadanos.
Pese a todo, Rivera se mostró moderadamente optimista por los 3,2 millones de votos obtenidos. "Esto certifica que el centro existe y que no es flor de un día", dijo el político catalán para después recordar que "se ha roto una mentira que se ha ido repitiendo" sobre el centro político en España, que en su opinión estaba "huérfana" de una formación como la suya".
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