Rajoy: El ariete reposado rompe a la tercera a balón parado
El doble perdedor ante Zapatero se hace con el rodillo a lomos de la ola de desencanto y de la cifra de cinco millones de desempleados
Su travesía del desierto finalizó anoche por todo lo alto con el champán corriendo por los despachos del número 13 de la calle Génova. Llámese como se quiera, tenacidad u obstinación, pero sobre todo ha sido la fe -en él- de Mariano Rajoy Brey (Santiago de Compostela, 27 de marzo de 1955) la que le llevó al fin a esa cumbre que acariciaba en su primer pulso con Zapatero, en las generales de 2004, y que se alzó de nuevo inalcanzable hace tres años, un segundo tropezón que pudo ser letal para su carrera política aunque sobrevivió al encarnizado fuego amigo de todos los que le removieron desde las entrañas del PP la silla, eléctrica por momentos. Incluso su mentor, José María Aznar, le ponía mala cara como defraudado valedor hasta hace dos días, como ese conspicuo radio predicador del ala piedra pómez que tantas veces ha mostrado desde su púlpito su disgusto con "Maricomplejines". Y no faltaron deserciones sonadas, como la de María San Gil.
Estos quince días de campaña le han supuesto un nuevo engorro, mal acostumbrado a que en esas lides los socialistas le fueran comiendo poco a poco el terreno, trámite que había que solventar nadando y guardando el programa, digo la ropa. Pero esta vez las distancias eran insalvables y con un argumento como el de los cinco millones de parados no había color, la goleada electoral estaba servida bien cocinada en el fuego coral de las encuestas. La única gran duda era la de si se reeditaría la mayoría absoluta de 2000 o habría que volver a hacer ojitos a los nacionalistas y a hablar catalán en la intimidad.
Este gallego que disfruta en el Bernabéu tenía una sola piedra en el camino, el cara a cara con Rubalcaba, y el partido se acabó con la autoexpulsión del candidato del PSOE al recibir el trato de presidente in pectore. Con Rubalcaba, como con Zapatero, mantiene una inverosímil buena relación personal, será porque, como certifica su entorno, es un hombre afable y tranquilo hasta el sopor. Su victoria era inevitable, algo así como fumando espero, el ariete del lado blando del PP es un consumado fumador de buenos -por tamaño y calidad- puros, un triunfo entre grandes volutas de quien no tiene empacho en presumir de previsible. Visiblemente más delgado durante la campaña electoral, como una metáfora del apretón de cinturón que nos toca, durmió en casa casi todos los días y no dejó de hacer deporte. Corredor de fondo, le gusta andar rápido y hacer kilómetros en la cinta del gimnasio, aunque no está obsesionado con la báscula y no se priva de la morcilla de Burgos. Comedido y socarrón, halcón y paloma, discreto y temerario, responde fielmente al patrón del gallego que nunca se sabe si sube o baja. En su entorno aseguran que concede plena autonomía a su gente y que trae por la calle de la amargura a sus asesores de telegenia porque no acaba de asumir que la imagen importa demasiado. "No hace caso de los consejos, por ejemplo cuando se le recomienda que no mire tanto sus papeles cuando debate", apuntan fuentes populares. Una de sus mujeres del núcleo duro del partido proclama que sólo le ha visto enojado de veras una vez en los últimos diez años.
Sus detractores le tachan de perezoso y desgastar la tumbona, de entregarse al trabajo sin excesiva pasión. En ese lado oscuro también brilla una excesiva tendencia a la contemporización, a dejar que los problemas se pudran. Nunca mata a la primera sino lentamente, como hizo con el ex presidente valenciano Francisco Camps o con el ex tesorero del partido Luis Bárcenas por sus relaciones con la trama Gürtel. Un punto débil, cierta inseguridad, destellos de falta de autoridad interna, como evidenció Aguirre al montarle un pollo con Ruiz-Gallardón cuando supo que el alcalde iría en las listas del Congreso en 2008 y amenazó con dimitir. No pasó ni lo uno ni lo otro. Nada.
Ahora, el antaño registrador de la propiedad más joven de España (con 24 años) y que conserva en excedencia su plaza en Santa Pola -nunca se sabe-, se ha tomado la gran revancha y ha ajustado cuentas con todos esos que no confiaban o dejaron de hacerlo en él. Y deberá perfeccionar sus clases de inglés. No estaría de más alguna de alemán para discutirle mejor las órdenes a doña Ángela. El inefable no tiene varita mágica y poco dinero, pero garantiza que esto lo arregla con confianza y austeridad. Y si no rompe nada con la tijera, no le hace ascos a perpetuarse. "Yo, como Fraga", señaló en una charla informal con periodistas sobre una posible autolimitación de mandatos.
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