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Macarra de ceñido pantalón

El pego

La resaca del cara a cara entre Rajoy y Sánchez saca a relucir la vertiente 'hooligan' de los partidos. Pocos argumentos y más descalificaciones para justificar lo ocurrido en el plató.

Luis J. Pérez Bustamante

16 de diciembre 2015 - 01:00

ENTRETENIMIENTO del día 12 de la campaña. Observar a los ultras de PSOE y PP jalear a los suyos y denostar al contrario después del cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez del lunes por la noche. Como si de aficiones ubicadas en fondos contrarios de la final de un torneo futbolístico se tratara, durante toda la jornada pudimos disfrutar de un cruce de cánticos entre ambas bandas celebrando un título que, obviamente, las dos habían ganado. Una afición volcada para aplaudir un encuentro que ciertamente tuvo momentos en los que parecía que más que dos aspirantes a presidente los que estaban sentados en la mesa eran los presidentes de dos peñas de hooligans de cualquier equipo de fútbol. Los protagonistas en cuestión, por su parte, estuvieron más discretos y optaron por no airear mucho la cosa. Era el turno de los secundarios.

En el PSOE, Pedro Sánchez se limitó a decir por la mañana que estaba "relativamente satisfecho" del transcurso del debate, al tiempo que se reafirmó en sus palabras acusando a Rajoy de no ser "un presidente del Gobierno decente". A partir de ahí, turno para la afición. Antonio Hernando, portavoz socialista en el Congreso de los Diputados, incidió en que su jefe dijo "lo que millones de españoles pensamos", una demostración de que, como el Gran Hermano de Orwell, el PSOE controla nuestros pensamientos. El ex lehendakari Patxi López fue más lejos y vio a un aspirante popular "escondido, ausente y sin asumir responsabilidad". Pero la palma se la lleva Mario Jiménez, portavoz del PSOE en el Parlamento andaluz. Hombre de verbo acerado y poco florido directamente vio a Rajoy "políticamente muerto" (raro sería que dijera lo contrario), además de atisbar por elevación un Gobierno que "no tiene fuelle" ni proyecto para España y que "se queda mudo" cuando le dicen "que está manchado por la corrupción". Mudo mudo no se quedó Rajoy, aunque lo pareciera. Que el hombre bien que sacó a pasear los ERE y los cursos de formación andaluces cuando Sánchez le dejaba hablar. Y, que se sepa, de eso tampoco es que por estas tierras se vaya hablando demasiado.

Y si los socialistas ahondaban en la herida abierta por su jefe en su rival, los populares salían al contraataque negando la mayor y dando cera. La consigna es que su gallego líder fue el ganador -algo que sólo atisban sus más fieles- y que Pedro Sánchez ha demostrado su falta de altura como líder de la oposición. La verdad es que en el PP cuando se ponen a arrear sacan una dialéctica muy suya y castiza. Muy de la escuela Esperanza Aguirre, a veces condescendiente y otras directamente insultante. José Luis Ayllón, secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, no se cortó un pelo y directamente habló de un candidato socialistas que había actuado "como un chulo de barrio". Responder a un insulto con otro, además de demostrar falta de argumentos, lo único que consigue es poner ante el espejo de la realidad a quien vende que actúa de otra manera.

Pero quien de verdad cautivó ayer con sus afirmaciones fue Soraya Sáenz de Santamaría. La mujer de la que las leyendas urbanas dicen que tuvo un pecado de juventud izquierdista salió en defensa de su Mariano rindiendo un sentido homenaje a Joaquín Sabina. Y no porque atribuyera a Sánchez una táctica destinada a "embarrar el campo" porque "cuanto más débil, más agresivo", que algo de eso hay. Sino porque acusó al líder socialista de haber "realizado un ejercicio de macarrismo político". Y ahí se le viene a uno a la mente el tema Qué demasiao del músico jiennense. Ése que arranca con diciendo "macarra de ceñido pantalón/ pandillero tatuado y suburbial,/ hijo de la derrota y el alcohol, /sobrino del dolor, /Primo hermano de la necesidad". Que, salvando los de los tatuajes y el alcohol, es cierto que a Sánchez le van los pantalones tipo pitillo, es la cara que surge tras la derrota de Rubalcaba, lleva con dolor las patadas dentro de su partido y tiene una enorme necesidad de conseguir el domingo un resultado que lo mantenga vivo. Y vista la clarividencia de Soraya nos podemos preguntar por qué Mariano no se quedó el lunes tras el plasma.

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