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Debate electoral RTVE: Felices los cuatro con sus cartulinas

La mirada ante la pantalla

Sobrio y más que correcto trabajo de RTVE, con Xabier Fortes empeñado en avivar el debate de cuatro señores mal avenidos y de miradas esquivas

Albert Rivera muestra una foto de Rodrigo Rato durante el Debate de Rtve. / M.G.

El plató de azulejos virtuales del debate parecía salido de Hospital Valle Norte. El mismo set, en el legendario Estudio 1 de Prado del Rey, pura historia de todos nosotros, donde Cayetana Álvarez de Toledo había insistido en sus dudas sexuales. Un video wall sobrio, con suelo gris de concesionario de coches caros, con placas delimitadas con puntos blancos, en animaciones tipo constelaciones y el logo de la casa, que venían a despistar (más que animar) los discursos. Fondo de tonalidades entre azules, verdes y negros que acartonaban los ternos oscuros de los candidatos. Menos Pablo Iglesias, camisa azulona arremangada, su habitual estampa, que quedaba mejor silueteado en los pantallazos con la Constitución en mano, hemos hallado un forofo de su texto al cabo de tres años.

El programa de RTVE resultó ser un encuentro de cuatro señores mal avenidos, con las cartulinas traídas de casa cuando cualquier millennial habría hecho maravillas con una tablet y un puñado de infografías. Tenemos cuatro candidatos analógicos, felices con sus monólogos, sus coartadas, sus recortes (de prensa) y sus fotitos enmarcadas (Rivera se pone cansino con Torra, incluso entró en el espacio de Sánchez). Poca broma, pese a los esfuerzos de un atinado Xabier Fortes, amparado en los cronómetros luminosos, e instando al intercambio, a la viveza ante unos turnos demasiado ensayados, incluidos los reproches, y con la intención de dejar verdaderamente ausentes a los de Vox. El de Los desayunos hizo todo lo posible para que este programa fuera realmente nutritivo para los indecisos.

En los planos generales y las (acertadas) pantallas partidas en cuatro quedaban delatadas las contenciones de cada uno, entre la sonrisa mordida y las miradas esquivas. Con la intención de no meterse en más líos de la cuenta.

Tres años después, y aunque han cambiado bastantes cosas sin darnos cuenta, los candidatos volvieron sobre sus pasos. Pedro Sánchez no varía en el aspecto (corbata en el abanico de rojos) en todos sus debates televisivos, pero con más canas ahora. Rivera recuperó la corbata, buscando un aspecto juvenil pero responsable, aunque terminó siendo impertinente; con un Pablo Iglesias con la barba más recortada y que en cuanto se calentaron los focos sacó su vertiente de La Sexta Noche. Y el debutante, Pablo Casado, que no sabe mirar a cámara, quiere ser el sobrino descarado de Aznar.

A RTVE le sale fácil el programa oficialista, el formato formal, pero hay que destacar el esfuerzo de Fortes por apelar al ritmo, a un tikitaka inexistente porque los políticos optaron más por el zarpazo y salir corriendo después. Este martes en Atresmedia la crispación aumentará. Fue un debate correcto en realización y narración por parte de la cadena pública, pero de resultado embarullado y tedioso por parte de los participantes.

Falta futuro, tal vez el porque ni los mismos responsables saben contar o vislumbrar.

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