Explicar lo ya hecho con sosiego Vs el ataque como defensa, sin alternativa
Cuatro por Uno
El cara a cara tuvo un antes y un después de que Sánchez llamase al del PP indecente, que lejos de achantar a Rajoy lo resucitó. Sánchez no explica qué hará tras derogarlo todo
¿Basta explicar lo ya hecho con sosiego?
Tenía más que perder que ganar. Mariano Rajoy acudió al cara a cara televisado con el objetivo de convencer a los españoles de que, como defiende, ha salvado a España de una situación económica y social que tenía al país al borde de la salida del euro y de la intervención total de la economía nacional. Quiso hacerlo desde el sosiego y sin convertir el debate en una batalla. La pregunta es si eso iba a ser suficiente para convencer al votante de que lo mejor es seguir confiando en el PP. No lo fue al principio, pero sí desde que Pedro Sánchez decidió atacar personalmente a su oponente. Hasta entonces dejó que Sánchez marcase el tono del debate. Rajoy llegó con idea de apenas contestar a los desafíos que le hacía el candidato socialista y centrarse en desgranar datos y hechos sobre qué se encontró al llegar al Gobierno y qué hizo para revertir la situación heredada. Llamativa fue su falta de respuesta a las acusaciones de que se ha dedicado a mentir y a proteger a los corruptos que han salido de las filas del PP. Ni una mención durante toda la primera parte a los casos de corrupción que también manchan al PSOE, especialmente aquí en Andalucía, con los escándalos de los ERE y los cursos de formación. Ni se le pasó por la cabeza reprocharle a Sánchez que son los casos de mayor cuantía y con mayor número de investigados por la Justicia. No quería un debate ni bronco ni faltón. Hasta que Pedro Sánchez le dio la oportunidad de salir indemne de los reproches sobre corrupción. Que le llamara Sánchez indecente le dio la ocasión al presidente de citar por fin los ERE, aunque sólo para decir que no quería entrar en un debate del y tú más. En cambio pudo ser expeditivo en la defensa de su trayectoria como un político limpio y contar las leyes que el PP ha aprobado para erradicar la corrupción con el voto contrario del PSOE. La defensa fue un buen ataque.
Ataque como defensa pero sin alternativa
Era su última bala. La oportunidad de reengancharse a una campaña en la que su trayectoria es declinante. Y al final la malogró. Reproche a reproche, el candidato socialista se esforzó desde el inicio del debate en vincular cada asunto a los casos de corrupción que provocan el rechazo al PP en muchos votantes. Junto a ese mensaje de que mantener al PP es mantener la corrupción, Pedro Sánchez enfatizó lo que considera una pérdida de derechos sociales. Se esforzó mucho en poner el acento en las cosas que no comparte de la gestión del PP en estos cuatro años. Demostró más convicción que en otros debates. Usó con reiteración el plural mayestático derogaremos. Casi no dejaría nada en pie de las políticas que han evitado el desastre económico y que España estuviese intervenida por la troika. Su principal línea argumental fue que Mariano Rajoy ha mentido constantemente a los españoles. Con los impuestos, con los recortes en educación o sanidad o con la lucha contra la corrupción. Las referencias a ex militantes del PP inmersos en causas judiciales fue recurrente: Rodrigo Rato, Luis Bárcenas, Francisco Granados... Pedro Sánchez acertó en el tono de acoso al presidente del Gobierno y le ayudó que Rajoy no respondiese con la misma convicción y esperando su turno para rebatir. El popular tuvo que estar más pendiente de aguantar los embates que de poder explicar sus políticas. Cuando lo intentaba, Sánchez lo interrumpía, algo que luego no le permitía a su oponente. Pero se le fue la mano al decir que Rajoy no es una persona decente. Y el presidente le replicó con la contundencia que no había usado hasta entonces: le acusó de ruin y miserable. Con ello quizás malogró el candidato socialista su primer objetivo, que era afear al PP todo lo que no comparte al generar empatía del espectador hacia Rajoy. El ataque como mejor defensa de su papel en la política española. Pero no logró el principal, plantear alternativas creíbles para hacer frente a los problemas con otras políticas. Le faltó explicar con concreción qué quiere hacer si es capaz de articular una mayoría de gobierno, mostrarse como alternativa real y creíble.
La indefinición no convence
Durante los últimos meses Ciudadanos y, especialmente su líder, Albert Rivera, han puesto especial cuidado en no aparecer como un partido satélite de ninguna de las dos grandes formaciones de la política española, PP y PSOE. Su apuesta por la equidistancia tras las elecciones autonómicas de Andalucía, primero, y municipales y en comunidades autonómas del artículo 143 -dando apoyo a uno y otro donde era el más votado- ha ido mutando hacia la indefinición sobre qué papel jugará en la gobernación de España tras las elecciones. La hora de definirse se acerca y ayer, en Ávila, volvió a decir que no apoyará ni a Mariano Rajoy ni a Pedro Sánchez, pero los sondeos cada vez dejan más claro que eso no convence. Los electores quieren saber qué votan realmente.
Reto al poder financiero
Mientras Pedro Sánchez y Mariano Rajoy ultimaban el cara a cara, Podemos y Pablo Iglesias usaban las redes sociales para pedir un debate... pero con el poder financiero. Con la etiqueta #ElVerdaderoDebate, retó a Stephanie Flanders, jefa para Europa del fondo J. P. Morgan, y a Alberto Gallo, jefe de estrategia de crédito del Bank of Scotland, a que debatan con él sobre los programas que, dice con desparpajo, presentan a las elecciones. Eso, según Iglesias, sería más idóneo que debatir con Rajoy, Sánchez o Albert Rivera. Aunque sea un brindis al sol que no va a ninguna parte, mensajes como éste son los que convencen al simpatizante de Podemos de que Iglesias es el único que les defenderá ante el poder financiero.
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