La España matona
La crónica electoral
Todos los días hay altercados en esta campaña electoral, y no es que haya más violencia, es que van cayendo los territorios comanches
Pedro Sánchez debe estar muy seguro de su mayoría suficiente, porque en su partido hay cada día más temor al ascenso de Vox
Es una novedad de esta campaña electoral: todos los días hay altercados, todos los días hay quien ejerce la violencia política. Este domingo le ha ocurrido al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, en Rentería, donde le ha costado dar un mitin junto a Maite Pagazaurtundúa y el filósofo Fernando Savater. Escupitajos, empujones, gritos, esteladas y lazos amarillos en la plaza de los Fueros de este pueblo guipuzcoano donde gobierna Bildu. En Bilbao, el juez dejó en libertad a cuatro de los cinco detenidos el día anterior por intentar abortar un mitin de Vox protagonizado por Santiago Abascal. “Sois matones abertzales”, le responde Maite Pagazaurtundúa a los vociferantes.
La España matona no soporta que PP, Ciudadanos y Vox vayan a hacer campaña en lo que antes eran sus territorios comanches: comarcas y ciudades donde los constitucionalistas no entraban. No había tantos altercados como ahora porque, simplemente, no se llegaba. La España matona es la que se puso a quemar contenedores en Cádiz el pasado 3 de diciembre porque Vox había sacado 12 parlamentarios en la Cámara andaluza. La que salió a las calles de Granada y de Sevilla con la vitola de antifascistas, aunque en su vida haya visto un desfile de camisas azules y correajes. Son los mismos jóvenes que creen que Gerona es de ellos y que en la Universidad Autónoma de Barcelona sólo pueden entrar los independentistas. Son los hiperventilados de sofá y Juego de Tronos. Afortunadamente. En España ETA dejó de matar hace ya muchos años, pero hay nostálgicos de ese matonismo. Y Vox les excita.
Santiago Abascal no ha tenido problemas en Vitoria, Álava dejó de ser un territorio con problemas. Pablo Iglesias ha estado en Eibar, el pueblo donde se alzó la primera bandera republicana el 14 de abril. Tampoco ocurrió nada, la España matona está enquistada en muy pocas esquinitas.
Pedro Sánchez debe tener muy buenas encuestas y se las debe creer con la fe de quien estos días hace penitencia. Este domingo ha estado en Gran Canaria, y allí ha vuelto a asegurar que está “muy cerca” de conseguir un Gobierno de mayoría estable, acaricia los 135 escaños, lo que le permitiría deshacerse del yugo de los independentistas catalanes. Debe estar bastante seguro, porque en perspectiva, esta campaña se está pareciendo mucho a la andaluza y ya saben cómo terminó aquella: con una victoria de las derechas.
No es sólo una impresión de este cronista, en el PSOE también hay dirigentes que están viendo cómo Vox está penetrando en las reuniones, en las conversaciones entre amigos, en la barra de los bares. El PSOE se equivoca si cree que Vox es una salvaguarda para quitarle escaños al PP, puede que sí, pero sólo en parte, porque los de Santiago Abascal son como un coche escoba de las derechas, van metiendo papeletas en las urnas de todo tipo de gente, de electores cabreados que en su día votaron a Podemos, de extremistas que casi nunca han votado, de nostálgicos del orden que no se sentían reflejados en los partidos. El PSOE tendría que entender que el PP puede gobernar, incluso con el peor resultado electoral de su historia.
Pedro Sánchez ha llamado a una participación masiva el 28 de abril y su ministra de Administraciones Territoriales, Meritxell Batet, les ha dicho a los suyos que no confíen en las encuestas, que salgan a votar. Es casi seguro que el PSOE será el partido con más votos, pero a día de hoy no tiene asegurado el Gobierno.
El PP andaluz envía el domingo por la tarde tres folios con las convocatorias electorales del día, despliegue por las provincias, mañana y tarde. ¿Y el PSOE andaluz? O no moviliza porque no quiere, como le ocurrió en noviembre pasado en Andalucía, o ha perdido esa capacidad. Pedro Sánchez se ha llevado dos días llenando los mítines en las Canarias, pero en Sevilla hubo sillas vacías. No es que la dirección andaluza esté a la contra, pero da la impresión de que se ha puesto de perfil. Algunos mítines en pueblos pequeños, con los candidatos a las alcaldías menores, pero poca movilización en esos barrios que el 2 de diciembre no fueron a votar. Los distritos con rentas más bajas son los que suelen votar al PSOE, pero hay que moverlos.
La España matona da argumentos a la alianza a la andaluza. Pablo Casado ha estado en Nemenzo, cerca de Santiago de Compostela, y ha iniciado el mitin de una manera peculiar. Habría algo más de 1.000 personas en ese tipo de carpas donde los gallegos celebran los mítines entre empanadas y vino del país. 800 personas fueron las que mató ETA. “¿Os imagináis 800 menos aquí?”. Cierto, da impresión, y aunque ETA dejó de matar, hay cachorros que la echan de menos.
La acusación de Pablo Casado es más grave: sostiene que Pedro Sánchez quiere gobernar con Bildu, con los proetarras. Por eso habla de ETA. Sin embargo, el actual presidente del Gobierno se está distanciando de los partidos que le apoyaron en la moción de censura. En Canarias ha explicado que “hablará con todos”, pero dentro de “la Constitución y el Estatuto”. De este modo, respondía a la carta publicada por los dirigentes del Procés este sábado. Jordi Turull, Jordi Sánchez y Josep Rull se han ofrecido a darle estabilidad si admite la celebración de un referéndum. Sánchez cree que ni Junts per Catalunya ni ERC le serán necesarios si alcanza esos 135 escaños.
En Galicia, Casado ha rescatado su propuesta de crear un Ministerio de la Familia, que fue uno de los puntos que el PP pactó con Vox en Andalucía. La Consejería de Salud es también de Familias, aunque la mayor parte de las competencias están en las consejerías de Igualdad y de Justicia. Pero el PP lleva en su programa varios de los acuerdos que alcanzó con Vox. Por si acaso. Por si suman.
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