Escenario complicado
Editorial
AUNQUE todos los sondeos habían avisado de la fragmentación del Parlamento que saldría de las elecciones generales que se celebraron ayer, podemos decir que los resultados finales dibujan el peor de los escenarios posibles en cuanto a la futura gobernabilidad de España. Ni la suma de los dos principales partidos del centro-derecha (PP, Ciudadanos), ni la de los de izquierda (PSOE, Podemos) dan una mayoría absoluta que permita afrontar con tranquilidad una legislatura en la que hay que acometer tareas de gran importancia para el futuro del país.
Aunque el retroceso en las urnas del PP ha sido enorme (ha perdido casi cuatro millones de votos), no se puede poner en cuestión que es el ganador de los comicios. Por tanto, deberá ser el primero que mueva ficha en la tarea de formar un Gobierno con dos prioridades absolutas: consolidar y acelerar la recuperación económica iniciada durante la segunda mitad de la legislatura pasada y reconducir la cuestión catalana. En el caso de que Mariano Rajoy no sea capaz de formar gobierno habrá que barajar otras opciones, entre las que no hay que descartar una gran coalición a la alemana entre PP y PSOE. Cualquiera que sea la solución debería descartar el ascenso al poder de la formación liderada por Pablo Iglesias, cuya postura antisistema es una auténtica amenaza para la estabilidad de España y la recuperación económica. Por lo pronto, parece claro que uno de los grandes proyectos que se barruntaba para esta legislatura, la reforma constitucional, se hace enormente complicado. Estos resultados electorales dificultan en extremo alcanzar los amplios consensos necesarios para cambiar nuestra Constitución.
Una vez más, hay que hacer una llamada a la responsabilidad y a la altura de miras. Los ciudadanos no entenderían que por cálculos partidistas se pusiese en peligro la estabilidad económica e institucional del país. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, al fin y al cabo los dos líderes más votados en estas elecciones, tendrán que hacer importantes esfuerzos de diálogo para minimizar las futuras tensiones, que no van a ser pocas. Por su parte, Albert Rivera, cuyos resultados de ayer estuvieron muy por debajo de sus expectativas, también deberá apoyar la estabilidad si quiere consolidarse ante los electores como un hombre de estado capaz de llegar a ser en el futuro una alternativa de gobierno creíble. España ha votado el fin del bipartidismo, pero eso no significa que haya optado por la crispación y el desgobierno. Los ciudadanos ya han hecho lo que tenían que hacer, votar, y son ahora los políticos los que tienen que ponerse a trabajar en beneficio de todos.
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