Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Nadie en el mundo más afortunado que Víctor Orta
El debate electoral entre candidatos de este 10 de noviembre de 2019 ha sido de los más ágiles vistos hasta ahora, vibrante; mejor cinco que dos voces, aunque largo. Más que nocturno, trasnochador, pero ha dejado una pregunta sin resolver: ¿Cómo se acabará con el bloqueo que padece España? Sólo Pablo Iglesias, el líder de Unidas Podemos, ha contestado con claridad a los dos periodistas -Ana Blanco y Santiago Vallés- que han conducido este debate. "Hay que dejar atrás los rencores, y que PSOE y Unidas Podemos gobernemos juntos, en coalición", ha dicho. El interpelado, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, no ha recogido la invitación; estamos, por tanto, por lo que se refiere al acuerdo dentro el bloque de izquierdas en la misma situación que en verano. No se ve el acuerdo. Sánchez sí ha propuesto que gobierne la lista más votada si no hay alianzas en contra, lo que no deja de ser un brindis al sol y una contrariedad de quien se opuso de modo temerario, para él, a la investidura de Mariano Rajoy.
A Iglesias, el único que respondió a la pregunta de Blanco y Vallés, le sientan bien este tipo de debates. Con voz de confesionario, el casco azul entre contendientes apresurados lo lleva a la perfección, es de los más razonable. Gana como ganó en debates anteriores, al menos entre su electorado, Íñigo Errejón lo tiene hoy un poco más difícil. El líder podemita le inquirió para que desvelase con quién pactará: "Hay que ser decentes, la gente debe saberlo antes de las elecciones".
El PP da por entendido que haría como en Andalucía, con Vox y Ciudadanos de aliados, pero el líder de los naranjas no ha contestado. Está en otra cosa, en rescatar los votos perdidos por la vías abiertas en el partido. Si se confirman los sondeos, Ciudadanos temblará, un 10% sería letal para su líder. Por eso,quien más se jugaba en este debate es Albert Rivera, con un 36% de sus electoraes aún indecisos, y por eso ha llevado una escenografía particular. Si en abril pasado dejó que el silencio sonase, en esta ocasión ha mostrado un adoquín de Barcelona, un panot, un pieza de pavimento con una flor impresa, parecida al que los violentos independentistas han arrojado a los mossos y policías nacionales. Al adoquín siguió una suerte de pergamino y varias cartulinas. Rivera habla bien, es un buen comunicador, se dirigió siempre al espectador, pero ha dejado serias dudas sobre la rentabilidad que le ha sacado al debate.
Pero Pablo Casado no ha dejado que Rivera monopolice el asunto catalán, el líder del PP ha estado más activo que en ocasiones pasadas, es quien más ha interactuado, necesita esos votos que ya le llegan de Ciudadanos. Y cuando Rivera se ha arrogado ser el más duro contra los independentistas, Casado le ha recordado que Ciudadanos, a pesar del ganar las elecciones autonómicas en Cataluña, ni siquiera optó a presentarse a una sesión de investidura.
Hay fuego cruzado entre PP y Ciudadanos, porque el tamaño del liderazgo de Casado va a depender de cuánto se hunda Ciudadanos. "Usted no me da lecciones de corrupción, yo me presenté a unas primarias para acabar con la corrupción, viene aquí a embarrar el terreno de juego", le ha dicho Casado a Rivera. "No sea cutre", le ha contestado el de los naranjas. Se han enganchado varias veces. Todos saben en las direcciones de los partidos que entre los simpatizantes de Vox no hay más que rascar, son decididos y no ocultan el voto, Abascal está blindado, pero con algo de dureza respecto a Cataluña, el PP no perderá más votos.
Casado y Rivera están en el mismo lugar, no hay diferencias ya entre PP y Ciudadanos más allá de que uno es un partido más nuevo que el otro. Y prueba de ello es que las críticas a Pedro Sánchez la han ejercido a dos voces, Casado atacaba y Rivera asentía, parecía que dijese: dale, dale. "¿Cuántas naciones hay en España?", lo preguntó Casado al inicio del debate y lo repitió Rivera a la mitad del programa.
Sobre Cataluña, que ha monopolizado el primer cuarto del debate, Pedro Sánchez ha anunciado que rescatará el artículo del Código Penal que castigaba la convocatoria de refrendos ilegales. Sánchez ha estado en su papel de presidente del Gobierno en funciones, no le falló esta estrategia en abril pasado, y Santiago Abascal ha estado en su esquina, sin intercomunicarse, quizás no lo necesite. El candidato socialista ha anunciado varias propuestas; entre ellas, que Nadia Calviño, actual ministra de Economía, tendrá rango de vicepresidenta económica, y que habrá un ministerio contra la despoblación. El socialista ha propuesto que aprobaría una ley contra la apología del fascismo y de los totalitarismo y para cerrar fundaciones como la de Francisco Franco.
Aunque las informaciones que se trasmitieron desde la Academia de Televisión anunciaban un debate esclerotizado con dos periodistas a modo de maniquíes, lo cierto es que tanto Vallés como Blanco han conducido el programa de modo muy activo. Ana Blanco llegó a afear a los cinco candidatos que fuesen todos hombres. Ni una mujer.
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