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Cs se convierte en la tercera fuerza y sopla al PP en la nuca

Resultados elecciones generales

Rivera logra casi un millón mas de votos y se queda a poco más de 200.000 de Casado

El líder naranja descarta, por ahora, formar mayoría con Sánchez

El candidato de Ciudadanos Albert Rivera, junto a Inés Arrimadas (izda.) y otros candidatos naranjas, este domingo por la noche celebrando los resultados del 28-A. / Chema Moya (Efe)
Roberto Pareja

29 de abril 2019 - 02:03

Ciudadanos se ha convertido en la tercera fuerza política. El veto de Albert Rivera al PSOE ha sido una apuesta arriesgada. Quizá le pese. La demoscopia le sugería a Rivera un viraje a estribor, poniéndose de perfil ante los tiburones de Vox y la formación naranja ha pasado de 32 a 57 diputados y ha ganado casi un millón de votos.

Tras sumar ocho escaños menos que el 20-D (32 por 40) y perder casi 400.000 votos, Ciudadanos se convirtió el 26 de junio de 2016 en el partido más castigado por la repetición electoral. Anoche espantó sus demonios y además, en principio, no tendrá que ponerse a prueba su fiabilidad, puesto que, aunque podría pactar con su demonizado Sánchez para formar Gobierno, al ala la izquierda también le sale la suma de la mayoría absoluta y parece improbable que el PSOE vaya a pactar con Cs. Lo dijo de forma enigmática Pedro Sánchez el martes en el debate en Atremedia: "No entra en mis planes".

Acechando al PP

Ciudadanos además le sopla la en la nuca al PP, del que sólo le han separado unos 200.000 votos. Los de Rivera se han beneficiado claramente del trompazo de Pablo Casado, en caída libre de la mano de la derechización para hacerle la competencia a su escisión de Vox, un desatino que ha beneficiado claramente a la formación naranja. Es lo que ha pasado en Andalucía, donde Cs ha desplazado al PP como segunda fuerza, pasando de 7 a 11 escaños.

La euforia se ha apoderado en la noche electoral de la sede de Cs en Madrid, enfrente de la Plaza de Las Ventas. Allí se presentó un Rivera exultante, que se dirigió triunfalista a la militancia, a la vez que resignado a seguir opositando al poder. Pee a su ascenso, es inviable su "echar" a Sánchez de Moncloa. El líder de Ciudadanos dio por hecho que el PSOE gobernará con Podemos y los nacionalistas, una "mala noticia", aunque escarbó y dio cuenta de una buenanueva: que ha conseguido un 80% más de escaños en el Congreso que en 2016 y que se ha convertido en "la casa común del proyecto constitucionalista", al quedar prácticamente empatado con el PP en número de votos y superándolo en varias comunidades autónomas.

"A los que gobiernan los vamos a vigilar muy de cerca" y "los líderes de la oposición van a ser los diputados de Cs", subrayó.

Los debates electorales han sido uno de los puntos de inflexión en la campaña de Rivera, que arrancó con dificultades por el ruido de su veto a pactar con el PSOE, su posición receptiva ante Vox y el problema del pucherazo en Castilla y León, que acabó con la candidata del aparato del partido desbancada por su acopio de votos fantasma. Pues bien, el pucherazo no ha hecho mella. Ha sido baladí. En esa comunidad, los naranjas han pasado de 1 a 8 escaños.

Fichajes efectistas

Los fichajes han sido otra manera de decirle al electorado que es capaz de ilusionar tanto a derecha como izquierda. Del PSOE se trajo a Soraya Rodríguez, ex portavoz en el Congreso, enfadada con la política en Cataluña. De ese árbol también cayó la rama de Edmundo Bal, el abogado del Estado que fue apartado de la causa del procés por perder la confianza del Ejecutivo socialista y que ocupa la cuarta posición en las listas en Madrid. El número dos de Rivera en la lista madrileña era otro fichaje de postín, Marcos de Quinto, que ha ganado un par de escaños y también se ha convertido en segunda fuerza con el desplome del PP. Otro golpe, a la mandíbula del PP, fue la incorporación a sus listas del ex presidente regional Ángel Garrido, todo un buen ejemplo para los que critican la falta de escrúpulos de la clase política, al ser capaz de amrcahr a una formación a la que no había hecho más despreciar.

El todo caso, el fichaje estrella de Cs ha llegado intramuros. Inés Arrimadas, la ganadora de las elecciones catalanas, lideraba la candidatura en Barcelona y ha salvado los mueble en esa difícil plaza, manteniendo los cuatro escaños naranjas. Por cierto, la número dos naranja empezó el domingo el día de forma desagradable, cuando una miembro de la mesa donde votó la negó maleducadamente el saludo.

Donde Cs dio un gran golpe de efecto en campaña fue en Rentería, donde, como estaba previsto, fue recibido por una orquesta de cacerolas e improperios. En ese feudo de la izquierda abertzale, que suma 19 víctimas de la banda terrorista ETA, se erigió como paladín de las libertades y de la unidad de España. No le ha servido de nada: Cs sigue sin representación en el Parlamento vasco.

Subidón de Rivera con regusto amargo

A Albert Rivera (15-XI-1979) le llaman despectivamente veleta y no parece que la denigración sea muy gratuita a la vista de ese apoyo que Ciudadanos dio a la investidura de Mariano Rajoy tras demonizarlo y negarla de todas todas, o a la vista de su alianza con Pedro Sánchez, al que ahora pone a caer de un burro. Un camaleonismo político que le ha llevado durante esta campaña a poner de nuevo una refulgente línea roja con su veto a pactar con el PSOE, algo a lo que el PP, con el que se disputaba el liderazo de la derecha, nunca ha dado crédito. Una vez dijo: “No me gustan los toros”. Pero la maldita hemeroteca alojaba una imagen arrobado ante el torero Serafín Marín, en la última corrida celebrada en la Monumental de Barcelona, en septiembre de 2011. Hasta hace poco peleaba por dominar el espacio del centro, pero se ha escorado decididamente hacia la derecha. Su estilo, el compadreo. “Esta campaña me pone”. Como las urnas, en su sitio. Arriba, pero lejos de su obsesión: desalojar al inquilino de La Moncloa

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