La dura lección de Iraq

Partido socialista El presidente asiste con preocupación al avance del PP en las encuestas

El descontento social con la política económica de Zapatero devuelve a la memoria el año 2003, cuando Aznar mantuvo su apoyo a la guerra frente al rechazo mayoritario

Zapatero se retoca la corbata a su salida de la Comisión de Investigación del 11-M, en diciembre de 2004.
Zapatero se retoca la corbata a su salida de la Comisión de Investigación del 11-M, en diciembre de 2004.
Javier Saugar / Sevilla

09 de noviembre 2009 - 05:05

"Ya forman parte del rito". Con esta frase, Zapatero encontraba la manera de explicar la sonora pitada que un grupo de detractores le dedicaba el Día de la Hispanidad. Los abucheos al presidente se repiten cada 12 de octubre desde 2004, pero en la última ocasión los silbidos se pudieron escuchar con mayor estrépito que nunca. La mejor logística multiplicó sin duda los efectos sonoros de las protestas, pero el contexto en el que se produjeron fue muy diferente a las circunstancias de los años precedentes. Nunca antes esos pitos se dieron con el PSOE por debajo del PP en las encuestas, y nunca antes se dieron con la crisis económica carburando a todo gas.

Hace seis años, el ex presidente Aznar llevó al delirio la teoría de gobernar a contracorriente. Aquel segundo gobierno del PP situó al país entre las ocho primeras economías del globo. A primeros de 2003, afrontaba con una mayoría absoluta el último tramo de la legislatura. Tan sólo un año después, Aznar se despidió de La Moncloa con la derrota de Mariano Rajoy en las generales de 2004, después de un desplome que en Génova todavía se recuerda con horror.

En la primavera de 2003, el ex presidente decidió prestar apoyo político a EEUU en el ataque a Iraq, al que se opusieron mayoritariamente los españoles. Adoptó esa resolución ignorando a la opinión pública. A partir de ese instante, comenzaron los peores momentos del ex presidente. A la guerra de Iraq se sumaron las dificultades derivadas de la gestión de la mayor catástrofe ecológica que ha sufrido el país con el desastre del Prestige.

Sólo siete meses después de respaldar a Bush, retratándose con él y el británico Tony Blair en la célebre fotografía de las Azores, Aznar designó sucesor a Mariano Rajoy. El dirigente gallego apenas tuvo opción de sacar partido a la apabullante mayoría que heredó de su mentor político. El descontento social era extremo. Tres días antes de la cita electoral, el 11-M precipitó el vuelco en las urnas.

Los momentos más difíciles del mandato de Aznar tienen cierto paralelismo con la preocupante situación por la que atraviesa ahora Zapatero en las encuestas. No en el fondo ni en la forma, pero sí en el hecho de que las iniciativas políticas de ambos no han sido percibidas como suficientes para atajar los problemas que más preocupan a los ciudadanos. En 2003, fueron Iraq y en segundo término el Prestige. En 2009, es la crisis económica.

La razón para la preocupación de Zapatero es la confirmación de la tendencia que recoge la última encuesta del CIS sobre intención de voto, publicada el pasado lunes. Por segunda vez desde 2004 y de manera consecutiva, la encuesta da una ventaja a Rajoy sobre Zapatero. En esta ocasión, el margen de diferencia se amplía hasta los 3,3 puntos, desde los 1,2 puntos que reflejaba el último sondeo sobre estimación de voto que se publicó apenas tres meses antes.

Pero el dato más alarmante para Zapatero no es sólo la brecha electoral que sigue abriendo el PP en las encuestas sino que su antecesor en el cargo, el ex presidente Aznar, jamás alcanzó índices semejantes. Ni siquiera en su peor instante, justo después de decidir el envío de soldados a Iraq y en pleno caso Prestige, en abril de 2003. Entonces, el 35,1% de los ciudadanos se mostraron críticos con su gestión, o lo que es lo mismo, la calificaron de mala o muy mala. Aunque ha recuperado terreno en el sondeo del mes de octubre, los tres barómetros anteriores del CIS certifican que cada vez son más los españoles que consideran mala o muy mala la gestión del Gobierno: 34,9% en enero; 39,2% en abril, y 39,7% en julio. En el caso concreto de la crisis, el descontento con la gestión se dispara hasta el 58,8%. La política económica del Ejecutivo no parece convencer a los ciudadanos pero Zapatero sigue en sus trece.

Diezmado por el impacto del deterioro de la economía, Zapatero asiste a un fuerte desgaste en unos niveles desconocidos hasta ahora por el presidente. La imagen del jefe del Ejecutivo ha bajado al mínimo histórico del 4,27 y sigue en caída libre. La mejor noticia para Zapatero es que el resto de líderes políticos no alcanza el aprobado y que Rajoy es incapaz de salir del hoyo del suspenso, con un 3,5.

A esta situación se suma ahora la crisis del atunero Alakrana. El secuestro del pesquero añade un elemento más de preocupación para el Gobierno. La atmósfera derivada de la crisis devuelve a la memoria las decisiones que se adoptaron en la primavera de 2003. Entonces, Zapatero fue capaz de recoger los frutos de tanto desencanto y presentarse como alternativa.

Aquella lección preside hoy las decisiones de Zapatero. La enseñanza que se puede extraer de aquellos instantes es "siempre la misma", según cuenta el sociólogo de la Universidad Complutense, Fermín Bouza: "A la opinión pública se la debe tener en cuenta". La afirmación no supone que se gobierne a golpe de encuesta, porque la sensación de improvisación sería permanente.

Para Bouza, "lo que ha hecho mal Zapatero no han sido las medidas adoptadas contra la crisis sino la manera en la que lo ha contado". "Tenemos la sensación de que hay un cierto vacío en la comunicación entre la población y el Gobierno, y ese vacío lo puede pagar", advierte. Acertar con la gestión es primordial, de lo contrario Zapatero puede regresar a la primavera de 2003, esta vez supliendo a Aznar en el papel de protagonista.

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