Diego Rubio, el nuevo Iván Redondo de Pedro Sánchez
El presidente elige para un puesto clave, el de jefe de Gabinete, a un joven y brillante académico sin vínculos con el partido
Su elección desconecta al PSOE de Moncloa y hace a Sánchez aún más presidencialista
Pedro Sánchez premia con el Ministerio de Escrivá al director de su Gabinete, Óscar López
Diego Rubio (Cáceres, 1986) tiene 38 años y está haciendo carrera política a contraestilo. No viene de una larga estancia en las estructuras orgánicas de un partido (no tiene ni carné del PSOE) sino de una brillante trayectoria académica.
Licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona con el mejor expediente académico de todo el país, cursó un año de licenciatura en la Sorbona, fue becario invitado en la Universidad Columbia de Nueva York, y cursó su doctorado en la Universidad de Oxford. En 2017, entró a trabajar como profesor de Historia Aplicada y Gobierno en el Instituto de Empresa, y creó el Centro de Gobernanza para el Cambio, una institución dedicada a la prospectiva tecnológica, es decir, a anticipar cómo evolucionará la tecnología a nivel mundial.
Pedro Sánchez, al parecer, ya lo conocía de cuando cursaba el doctorado en Oxford y lo reclutó para Moncloa en 2020, cuando Iván Redondo mandaba en el gabinete y era íntimo del presidente. Su ascenso ha sido meteórico: fue nombrado en febrero de ese año director general de la Nueva Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia País a Largo Plazo; en noviembre de 2023 pasó a ser Secretario General de Políticas Públicas, Asuntos Europeos y Prospectiva Estratégica; en febrero de 2024 asumió también la Oficina Nacional de Asesoramiento Científico; y acaba de ser nombrado jefe de Gabinete del presidente en sustitución de Óscar López.
Es un puesto de la máxima confianza de Sánchez, que marca la agenda del Gobierno, asesora al presidente, coordina los ministerios y supervisa la ejecución de las políticas públicas. Rubio no viene de nuevas al cargo, ya que ya ha asumido funciones propias de este puesto como la elaboración de los discursos de Sánchez o la negociación técnica en las instituciones europeas (a este tipo de personas se las conoce como sherpas). Preparó, de hecho, la última cumbre europea organizada por España en 2023.
Su predecesor, Óscar López, es un claro hombre de partido, de perfil muy político, mientras que Rubio es un analista, un cerebro, un estratega. Su labor ha consistido en identificar los temas que marcarán la agenda en el futuro.
El Informe España 2050, en el que participaron un centenar de investigadores, es su obra más visible y ahí están propuestas que han generado debate en uno u otro momento en estos últimos años: la rebaja de la jornada laboral a las 35 horas, la necesidad de reducir el consumo de carne, la propuesta de que los vuelos de 2,5 horas o menos sean sustituidos por el tren, la elevación de la presión fiscal hasta el 43% del PIB, la “herencia universal” para que los jóvenes dispongan de un capital al inicio de su vida laboral, etc. Algunas de ellas han sido recogidas en el pacto de Gobierno de PSOE y Sumar, y ha sido el partido de Yolanda Díaz el más entusiasta con estas nuevas ideas.
Sánchez, con este movimiento, renueva la fontanería de La Moncloa, ya que es previsible que Rubio configure un equipo joven y menos político (Antonio Hernando, adjunto del Gabinete, está en riesgo) algo así como un laboratorio de ideas para ponerlas en el debate público. El presidente busca, previsiblemente, controlar una agenda que hasta ahora ha estado muy marcada por los pactos con sus socios independentistas y crear relato, aquello que tanto le gustaba al predecesor de López, Iván Redondo.
De paso, desconecta al PSOE de Moncloa, lo que refuerza aún más el carácter presidencialista de un partido cuyos históricos ya ni siquiera estarán en donde se cuecen las habas del país.
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