Siete días de infarto
LAS CLAVES
Un cambio inesperado. El relevo en el Ejecutivo deja a un PP consternado y a un PSOE eufórico, pero también incrédulo, que tendrá que manejar un Gobierno obligado a pactar
Rajoy recoge sus cosas en La Moncloa y Sánchez elegirá ahora su nuevo equipo de Gobierno. Quedan atrás sentimientos de consternación y tristeza por una parte (PP) y de euforia e incredulidad en otra (PSOE), más aún en los independentistas y también en un Podemos que en poco tiempo exigirá cotas de poder por su apoyo.
En cuanto a Ciudadanos hay sentimientos encontrados: comenzaron negociando el apoyo a cambio de elecciones a corto plazo, pero se encontraron con un Sánchez que no quería ni hablar del asunto porque veía la jugada y necesitaba tiempo para acuñar una imagen presidencial. Finalmente no respaldaron la moción, pero queda en el aire si para su objetivo final de crecimiento es bueno o malo que Rajoy ya no esté al frente del Ejecutivo. Si aparece un nuevo dirigente en el PP con atractivo suficiente, quizá frene el chorro de nuevos votantes que le llegan desde las filas populares.
Desde que Sánchez anunció la moción hasta la votación transcurrieron siete días de infarto. De negociaciones desmentidas, promesas que se mantenían sólo horas, consideraciones que rozaban el chantaje, rumorología intencionada, filtraciones de noticias falsas para distraer al contrario, o engañarlo, y cambios de ánimo que duraban minutos, porque un telefonazo obligaba a poner los pies en la tierra y comprender que ciertas ilusiones se desvanecían casi antes de que se hubieran asumido. Con un foco centrando todas las incógnitas: si Rajoy dimitiría antes de la votación para bloquear la moción. Desde su entorno se dijo siempre que no era su intención porque sus tanteos a otras fuerzas le auguraban que ni él ni ningún otro candidato del PP tendrían los votos necesarios. Su posición, que él considera adecuada, ha cosechado no pocas críticas, dentro y fuera de su partido.
El PNV fue el más cortejado por PP y PSOE, y su portavoz, Aitor Esteban, se vio en el centro del huracán aunque los veteranos de la política sabían perfectamente que la decisión no se tomaría en el Congreso sino en Bilbao, en Sabin Etxea, donde ejerce el poder Andoni Ortuzar. Y éste, como todos los presidentes del PNV, sólo negocian con presidentes, siempre ha sido así. El respeto por sus sucesivos portavoces es total, pero éstos nada pueden prometer a otros partidos porque no tienen esa facultad.
Rajoy llevaba las negociaciones personalmente, igual que con los Presupuestos del Estado, pero esta vez encontró un interlocutor duro de pelar. A Ortuzar no le gusta Sánchez, no lo ve un político de peso, pero tampoco le agradaba ser socio de un Rajoy al que España entera rechazaba como corrupto funcional tras la sentencia que lo tachaba de presidente no creíble porque negaba la caja B. De nada servía que el fallo no fuera definitivo, ni que ese tribunal no decidía sobre la caja B: Rajoy y el PP habían quedado marcados por la corrupción y el PNV no quería salir contaminado. Pero, el apoyo sería seguro para el PP si Sánchez llegaba a un acuerdo con Rivera para elecciones inmediatas: el PNV no las quiere, podría ganarlas C's, un enemigo visceral no sólo del independentismo, sino también de los nacionalistas. Por último, la promesa de Sánchez de aceptar los PGE de Rajoy fue definitivo.
torra mueve el tablero
Apenas dos días antes del debate, llegaba desde Barcelona una noticia que movía el tablero: Quim Torra renunciaba a nombrar consellers a los cuatro presos o prófugos y se avenía a nombrar a cuatro personas limpias. Otro elemento a tener en cuenta en la moción. Rajoy y Sánchez estaban decididos a desactivar el 155 en cuanto hubiera nuevo Govern. Una vez más Rivera mantenía una posición contraria a la de Sánchez y Rajoy, con los que no tiene buenas relaciones personales. De hecho, las negociaciones entre PP y C's, y PSOE y C's, se hicieron con Villegas, no con Rivera.
Sánchez siempre negó las negociaciones, se refería a ellas como "conversaciones de cortesía" con otros partidos, y al principio se creyó al líder socialista. Hasta que los interlocutores de Ábalos, su secretario de Organización, empezaron a explicar su contenido. Todo quedó aún más claro cuando la "conversación de cortesía" de Ábalos con el portavoz del PDeCAT se prolongó hora y media... En el debate se comprobó que se habían llegado a compromisos con PDeCAT y ERC, porque Sánchez se refirió a conciliación y diálogo pero los independentistas pronunciaron un término que provoca inquietud: soberanía compartida. Con el transcurso del tiempo se sabrá qué compromisos adquirió Sánchez con los independentistas, pero lo escuchado en el debate no augura nada bueno.
eterno trío negociador
Ábalos, Villegas y Maíllo son los que negocian todo desde hace meses. Se llevan bien y se hablan con más confianza que sus respectivos líderes. Maíllo se esforzó en convencer a Villegas de la falta de credibilidad de Sánchez cuando prometía a C's que convocaría elecciones, pero no fijaba fecha. El popular le decía que esa convocatoria era una quimera e intentó convencerlo de que se inclinara por la abstención. ¿La razón? Pues que el PNV se negaba a abstenerse si no lo hacía C's, porque aparecería como el único partido dispuesto a impedir que Rajoy fuera desalojado de la Presidencia. Finalmente, el elemento decisivo para el PNV, aunque su portavoz no lo reconocía, había sido el anuncio del apoyo a los Presupuestos de Rajoy.
El tira y afloja se prolongó iniciado el debate. En las horas cruciales, antes de conocer la decisión de Ortuzar, las presiones del PP al PNV se basaron en los aspectos económicos. Porque a sus votantes les importa la estabilidad, las empresas, que se mantenga la calidad de vida que en gran parte les viene garantizada por la ayuda de Madrid y el cupo, y porque las inversiones en infraestructuras son una seña de identidad de la región.
Por las malas, si el PP perdía el poder, podía introducir enmiendas a los Presupuestos en el Senado, lo que obligaría a que regresaran al Congreso sin garantía de nueva aprobación. Finalmente ese argumento dejó de usarlo el PP cuando asumió que había perdido la partida. La semana próxima un nuevo Gobierno celebrará en La Moncloa su primer Consejo de Ministros presidido por Sánchez. Ha ganado limpiamente y cumpliendo los requisitos de la Constitución. Pero en política nada se consigue sin negociaciones en las que caben presiones, promesas y coacciones. Es ridículo hacer creer que con otros partidos sólo hay "conversaciones de cortesía".
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